PRESENTACIÓN DE “EN LA CUNA DEL MAR”
(Vigo,
12-XI-15)
JUAN CARLOS MARTÍN RAMOS
Diego non coñecía o mar. O pai, Santiago
Kovadloff, levouno a descubrilo.
Viaxaron ao sur.
El, o mar, estaba
máis alá das altas dunas, agardando.
Cando o rapaz e
mais o seu pai alcanzaron por fin aqueles cumios de area, despois de tanto
camiñar, o mar estralou perante os seus ollos. E foi tanta a inmensidade do
mar, e tanto o seu fulgor, que o neno ficou mudo pola fermosura.
E cando por fin
conseguiu falar, tremendo, tatexando, pediu ao seu pai:
- Axúdame a mirar!
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Eduardo Galeano |
Esta es la traducción al gallego que AGT hizo hace algún tiempo
de un texto titulado “La función del arte”, perteneciente a “El libro de los
abrazos”, de Eduardo Galeano.
- ¡Ayúdame a mirar!, dice el niño a su padre.
- ¡Ayúdame a mirar!, dice
el lector al poeta.
Sin duda, como dice la mayoría de la gente que dice estas cosas,
incluido el propio Galeano, lo más importante para un poeta, o para cualquier
artista, es aprender a mirar.
AGT no sólo ha aprendido a mirar.
Asomarse a los ojos de los demás le ha enseñado a tener una
mirada propia.
Por eso, nadie mejor que él para ayudarnos a mirar el mar.
Olas
con azúcar.
Algas
en los versos.
Nubes
en la playa.
Mar
que besa el viento.
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Antes de escribir “En la cuna del mar”, el libro que hoy
presentamos, AGT ya era un poeta del mar, un poeta que escribía en gallego y en
castellano al dictado del mar, un poeta-verso en popa a toda vela. Abres
cualquiera de sus libros y te salpica la espuma. Paladeas sus palabras, sus
versos, y en la lengua se te queda el sabor de la sal de su sensibilidad y de
su música.
No podía ser de otra forma. AGT fue también, como Luis Eduardo
Aute, ese niño que miraba el mar.
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Aute. El niño que miraba el mar |
Antonio dio sus primeros pasos en las antiguas dunas de Samil.
Aprendió a mirar el horizonte leyendo la silueta de las Islas Cíes. Cuando de
niño iba camino de la escuela, todas las calles por las que intentaba escaparse
conducían al mar.
Dice el escritor gallego -y para mí queridísimo- Juan Farias, en
su libro “Los caminos de la Luna”, que si
encuentras una caracola es que has tenido la suerte de encontrarla.
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Juan Farias |
Pues
bien, hace mucho tiempo, AGT tuvo la suerte de encontrar una caracola en una
playa de Vigo y escuchar en ella los primeros silencios, los primeros versos,
las primeras canciones.
¡A galopar,
a galopar
hasta enterrarlos en el mar!,
le cantó una vez al oído la voz profunda, comprometida y rebelde
de la caracola.
¿Le habéis mirado bien? Su melena y su barba blancas son sin
duda las de un poeta. También podrían ser las de un melancólico y polvoriento
cantante de country llamado, por ejemplo, Bob, o incluso le permitirían ir a la
moda en la corte francesa del siglo XVII bajo el sombrero emplumado de un
valeroso mosquetero. Pero fijaros bien y caeréis en la cuenta de que, su melena y su barba blancas, a quien de
verdad nos trae a la memoria es al mismísimo dios Neptuno.
* * * * *
Así es. AGT es un poeta del mar. Pero el mar ya estaba ahí
cuando él llegó. Por eso, antes que en sus versos, el mar ha sido tema y
argumento, personaje y paisaje, símbolo y metáfora en la obra de otros grandes
poetas.
Para demostrar mi tesis, me voy a permitir el lujo necesario de
nombrar aquí a Rafael Alberti. Otro poeta del mar. ¡Otro con melena blanca!
Antonio, que además tuvo la suerte de ser su amigo, le ha
dedicado varios poemas. Uno de ellos nos lo trae una ola hasta la última página
de “En la cuna del mar”.
Antonio y Rafael, dos poetas del mar. La pasión por el mar
entrelaza sus versos, la pasión por la poesía entrecruzó sus vidas.
* * * * *
He querido, además, detenerme unos instantes en la figura de
Rafael Alberti para poder decir que los homenajes públicos e impresos a otros
poetas son una constante en la obra de AGT. En realidad, lo que hace Antonio es
mucho más que un homenaje, es una saludable y apasionada estrategia para que la
poesía de estos autores siga viva entre los lectores más jóvenes, una sabia y
generosa artimaña poética para dejar claro que los versos que ahora se escriben
nunca se habrían escrito sin el magisterio de los grandes poetas que nos
precedieron.
El propio título, “En la cuna del mar”, procede de un poema del
libro que homenajea a otro de nuestros grandes poetas, Miguel Hernández, y nos
trae a la memoria y al corazón los conmovedores versos de “Nanas de la cebolla”.
* * * * *
De la misma forma que Rafael Alberti o Miguel Hernández son una
referencia imprescindible para los poetas que vinieron después, la poesía de
AGT es una referencia permanente para quienes escribimos con la intención de
que los lectores más jóvenes se acerquen al mundo de la poesía.
La aparición de un nuevo poemario para niños y otros lectores de
cualquier edad de AGT, ya sea en gallego o en castellano, es una nueva
oportunidad para comprobar que la llamada poesía infantil puede y debe ser en
primer lugar verdadera poesía.
Como dice Antonio, no podemos permitir que los niños y las niñas
vivan de espaldas a la poesía, tenemos que conseguir que se filtre a través de su piel para que les llegue al corazón.
* * * * *
Os puedo asegurar que “En la cuna del mar” es un libro que se
filtra a través de la piel y nos llega al corazón.
Es un libro para ser leído por los ojos de un niño (y donde digo
“niño” digo “niña”). Es un libro para ser leído por quien aún conserva la
mirada del niño que fue. Es un libro para ser leído por cualquier adulto que
aún no ha perdido la esperanza de convertirse en la persona que siempre quiso
ser.
Es un libro para leer cerca del mar. Y, afortunadamente para
quienes vivimos varados en el centro de la Península, es un libro para leer lejos
del mar.
Al fin y al cabo, ¿dónde está el mar?
Está aquí al lado, a la vuelta de la esquina. Está en nuestra
infancia, en nuestros sueños. Está en la pantalla de un viejo cine de verano,
en las páginas amarillentas de un libro de mi abuela donde el joven Jim
navegaba a bordo de La Hispaniola. El mar está dentro de nosotros,
desencadenando tormentas y naufragios, acariciando la arena blanca de un lejano
paraíso.¡Silencio!, porque el mar está dormido dentro de su cuna. ¡Mirad a lo
lejos!, porque el mar está escondido detrás del horizonte. El mar, el mar, el
mar, siempre el mar, va y viene sin salirse de las páginas de este libro,
estalla en cada poema, nos sumerge en cada verso, escribe de su puño y letra en
la arena de la playa cada palabra.
El mar puede acompañarnos a cualquier parte. Ya nos lo dice
Antonio.
La niña tiene en sus
manos
mil caracolas
para escuchar
en su casa
el mar a solas.
Punto y aparte, porque no voy a hablar más de la poesía de AGT.
No hay tiempo y, además, no quiero desvelar todos los secretos que hay
guardados
bajo la almohada de la cuna del mar, no quiero ser multitud en
la intimidad de ese momento irrepetible que le espera a cada lector que se
adentre de puntillas, por primera vez, en el mar de palabras de este hermoso
libro.
No, no voy a hablar más de Antonio. Pero, eso sí, tendré que
respirar muy hondo y contener el aire el tiempo suficiente para sumergirme en
las aguas profundas, mágicas y misteriosas, de otro mar. El mar que ha
imaginado Xosé Cobas. El mar que Xosé Cobas ha soñado para que los lectores lo
hagamos realidad.
Un mar que ha surgido de los versos de AGT. Pero ¿el mar de Xosé
Cobas es el mismo mar del que nos habla AGT en sus versos? Naturalmente que sí.
Naturalmente que no.
Xosé Cobas ha buceado entre las palabras de Antonio, se ha
enfrentado a la inmensidad de ese mar, luchando contra los elementos
intangibles de la poesía, contra el oleaje de su música, contra el vendaval de
sus significados, contra sus brumas metafóricas, y ha tenido que nadar solo, sin
más tabla de salvación que su propia sensibilidad, su creatividad, su
experiencia y su talento. Ha tenido que nadar mar adentro hasta que perdió de
vista las palabras de Antonio y las pudo convertir en poemas visuales nuevos y
sorprendentes, hasta que consiguió que el mar de Antonio fuera su propio mar.
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Xosé Cobas |
Pero lo más importante para el lector es que, dentro de las
páginas del libro, el mar de Xosé Cobas y el mar de AGT entremezclan sus olas,
entrelazan sus miradas -las palabras de uno y las imágenes de otro- y se funden
en un mismo mar, se transforman en este libro que acaba de llegar a nuestras
manos, “En la cuna del mar”.
* * * * * *
He dejado para el final lo que posiblemente tendría que haber
sido el preámbulo de mi intervención. Posiblemente, en vez de terminar así,
tendría que haber empezado diciendo:
Esta tarde, aquí en Vigo, en esta Escuela de Artes y Oficios,
donde se mezcla la sangre de la creación con el sudor del trabajo bien hecho,
estamos inaugurando una colección de poesía ilustrada. Otros inauguran
aeropuertos sin aviones o mojones sin autopista. Nosotros, sin embargo, todos
los que estamos hoy aquí bajo la mirada
expectante de los libros de esta histórica hemeroteca, inauguramos juntos una
colección de poesía ilustrada con mucha, mucha poesía y mucha, mucha
ilustración.
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De esquerda a dereita: Teresa Zatarain, Xosé Cobas, AGT e Juan Carlos Martín Ramos. |
La colección se llama “Hilo de cometa”. Su nombre parece frágil,
ligero, huidizo. Nada más lejos de la verdad. La cometa de la poesía vuela muy
alto.
Es viajera, aventurera, y a la vez es fuerte, valerosa,
comprometida. La cometa de la poesía es una superviviente. Su aparente
fragilidad es el secreto de su fortaleza para volar entre las nubes, para
enfrentarse a los vientos más feroces y despiadados.
La cometa de la poesía sabe volar sola si es necesario. Pero
tenemos la suerte de que, en este caso, “Hilo de cometa” vuela atada a los
sueños de Teresa Zataraín, su creadora y editora, intrépida capitana de Creotz
Ediciones. Y estoy seguro de que ni Teresa ni nadie que se acerque a esta
colección de poesía va a permitir que el hilo de esta cometa se escape de sus
manos.
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Paz Raña, lendo uns poemas do libro |
Y ya que he terminado por el principio, voy a poner punto final
a mi intervención con una advertencia previa.
Cuando abráis el libro de Antonio, cuando abráis el libro de
Antonio, de Xosé y de Teresa, ¡atención!, escucharéis el mar, veréis el mar,
leeréis el mar. Cada lector, cada lectora, será el mascarón de proa de un barco
que navegará por el mar inmenso, abierto y libre de la poesía.