Andar. Andar. Andar con
un libro de poesía en la mano.
Pasear entre árboles de
los que, algunas veces, cuelgan versos que parecen serpentinas doradas que nos
dicen, por ejemplo, que antes de que sucedan ya se han ido las cosas que se
hacían de esperar. Que sólo el sueño es quien consigue anticiparlas y que en ti
permanezcan.
Suéñalas. Estos versos
me los va diciendo, recitando para que dejen huella en mi mente, el gran poeta
murciano Eloy Sánchez Rosillo.
Vamos pensando juntos
por la Avenida Antes del nombre.
Sabe el Poeta de mis
dolores, de mis alegrías, de las noches oscuras que cegaban el dulce trinar de
los ruiseñores que me acompañaban muy a menudo.
Sabe el Poeta de mi
escepticismo ante las burdas promesas. Sabe que soy una persona reflexiva, pero
capaz de hacer que la rabia acumulada estalle en cualquier momento. En
cualquier lugar.A cualquier hora.
Seguimos andando bajo
el cielo azul y casi cegados por el sol que acaricia nuestros pasos.
El Poeta intenta
convencerme de la necesidad de la
hermosura.
No hace falta. Me gusta
lo bello si es bello. Y lo que refulge, si da luz.
Y los árboles que dan
sombra cuando el calor aprieta. Esos árboles que uno echa de menos al cruzar
sin avisar a nadie, sin saber por qué, los desiertos infinitos del alma.
Conoce el Poeta mis
subidas y bajadas emocionales y me cuenta que un hombre como él sabe y valora
la alegría, pues durante muchos años hubo en su pecho una profunda herida.
Nos sentamos en un
banco y admiramos jardines alegres con formas caprichosas y llenas de vida.
Pero, ¿cómo empezó
nuestro paseo?
¿Qué poema me empujó a
compartir con él un tiempo indefinible? Pues lo tengo muy claro. Un poema en el
que me vi reflejado. En un poema que es un estado de ánimo conocido por mí y,
tal vez, común a los dos.
El Poeta lo sabe.
Yo le pido que me lo
lea.
Con calma busca la página.
Y él, mirando al libro
y al paisaje, comienza a decirlo con un cariño que contagia.
Éste es:
PERDICIÓN
ALZO los ojos en la noche oscura,
y ésa es mi perdición. Desde una estrella
Eloy Sánchez Rosillo |
que refulge esta noche para mí
más que ninguna otra,
me va llegando sin piedad al pecho
un cataclismo de diamante puro.
Y me abre ahí una herida tanta luz,
y la herida no sangra, porque se cauteriza
con su propio dolor, que es alegría,
que es muerte y nacimiento,
un volver a vivir desde el principio,
y esta vez para siempre.
Después, nos despedimos
con afecto.
Seguro que nos
volveremos a encontrar.
O POETA PASEANTE