Todos los años, hacia mediados del mes de enero, se celebra en Estados Unidos el Día de Martin Luther King, un icono de la lucha por la igualdad y los derechos civiles cuyas ideas, expresadas en sus excelentes discursos, no han perdido ni un ápice de su valor y de su actualidad. Por fortuna y por desgracia. Por fortuna, pues los contenidos de los discursos pronunciados por el Dr. King están dotados de una universalidad incomparable y deben ser leídos y estudiados como modelos de una filosofía que ayudó inequívocamente a cambiar la realidad de todo un grupo étnico durante tanto tiempo segregado, oprimido y discriminado. Y por desgracia, ya que tantos y tantos sucesos nefastos que continúan ocurriendo hoy en día nos hacen constatar que las cosas todavía no han cambiado hasta el punto en que deberían, que hay aún mucho camino por recorrer y que la luz de las palabras del Dr. King puede y debe servir para iluminar el camino en la oscuridad.
Pues bien, entre los muchos discursos de King, se encuentra uno mucho menos conocido que aquél célebre acerca del sueño y de la cima de la montaña. Un discurso que estuvo sumido en el mayor misterio durante muchos años y que, al parecer, King escribió pero nunca llegó a pronunciar. Es, además, el único texto que tenemos en el que el activista objetivó sus ideas acerca del jazz. Fue escrito en 1964 para ser publicado como prefacio al programa del Festival de Jazz de Berlín de ese año, coincidiendo con una visita de King a Alemania. En este discurso, King concibe el jazz como catalizador de las transformaciones sociales que por entonces se estaban empezando a llevar a cabo, y hace hincapié en su valor social y espiritual, presentándolo como una música universal que refleja las necesidades y los deseos de todo ser humano con independencia de raza, geografía o ideología. Se trata, a la vez, de un valioso documento histórico y de una evidente muestra de la capacidad crítica de King sobre la música y el arte en general. Lo presento a continuación en mi propia traducción al español. El original en inglés puede leerse aquí.
Dios ha creado muchas cosas a partir de la opresión. Ha dotado a sus criaturas de la capacidad de crear, y de esta capacidad han fluido las dulces canciones de tristeza y alegría que han permitido al hombre enfrentarse al medio ambiente y a muchas situaciones diferentes.
El jazz habla en nombre de la vida. El blues cuenta la historia de las dificultades de la vida, y si lo pensáis un momento, os daréis cuenta de que el blues pone música a las realidades más duras de la vida, alcanzando así una nueva esperanza y un sentido del triunfo.
Es una música triunfadora.
El jazz moderno ha continuado esta tradición, cantando las canciones de una existencia urbana más compleja. Cuando la vida misma no ofrece orden ni sentido, el músico crea un orden y un sentido a partir de los sonidos de la tierra que fluyen a través de su instrumento.
No es extraño que una gran parte de la búsqueda de la identidad de los negros americanos haya sido defendida por músicos de jazz. Mucho antes que los ensayistas y estudiosos modernos escribiesen sobre la identidad racial como problema en un mundo multirracial, los músicos estaban volviendo a sus raíces para afirmar aquello que se estaba despertando en el interior de sus almas.
Gran parte del poder de nuestro Movimiento por la Libertad en los Estados Unidos procede de esta música. Nos ha dado fuerzas con sus ritmos dulces cuando el valor empezaba a faltarnos. Nos ha calmado con sus ricas armonías cuando nuestros ánimos estaban bajos.
Y ahora el jazz se exporta al mundo entero. Porque en la lucha particular de los negros en América existe algo semejante a la lucha universal del hombre moderno. Todos sentimos el blues. Todos anhelamos encontrar un sentido. Todos necesitamos amar y ser amados. Todos necesitamos aplaudir y ser felices. Todos anhelamos la fe.
La música, especialmente esta amplia categoría llamada jazz, es un trampolín hacia todo ello.
Y, para concluir, como intento de poner una banda sonora a las palabras del Dr. King, conviene escuchar "Alabama", un tema compuesto e interpretado por John Coltrane pocos meses antes de la escritura de este discurso. La pieza está contenida en el disco Live at Birdland y está inspirada en el ritmo y en la cadencia de una intervención pública de King condenando un atentado del Ku Klux Klan contra una iglesia en Birmingham (Alabama) en el que fallecieron cuatro niños afroamericanos. El cuarteto lo completan McCoy Tyner al piano, Jimmy Garrison al contrabajo y Elvin Jones a la batería. Una auténtica joya que, como el discurso de King, está tan de actualidad hoy como cuando se grabó, hace ya más de medio siglo.
ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ
M.L. King con Harry Belafonte (izquierda) |
Sobre la importancia del jazz
Dios ha creado muchas cosas a partir de la opresión. Ha dotado a sus criaturas de la capacidad de crear, y de esta capacidad han fluido las dulces canciones de tristeza y alegría que han permitido al hombre enfrentarse al medio ambiente y a muchas situaciones diferentes.
El jazz habla en nombre de la vida. El blues cuenta la historia de las dificultades de la vida, y si lo pensáis un momento, os daréis cuenta de que el blues pone música a las realidades más duras de la vida, alcanzando así una nueva esperanza y un sentido del triunfo.
Es una música triunfadora.
El jazz moderno ha continuado esta tradición, cantando las canciones de una existencia urbana más compleja. Cuando la vida misma no ofrece orden ni sentido, el músico crea un orden y un sentido a partir de los sonidos de la tierra que fluyen a través de su instrumento.
No es extraño que una gran parte de la búsqueda de la identidad de los negros americanos haya sido defendida por músicos de jazz. Mucho antes que los ensayistas y estudiosos modernos escribiesen sobre la identidad racial como problema en un mundo multirracial, los músicos estaban volviendo a sus raíces para afirmar aquello que se estaba despertando en el interior de sus almas.
Gran parte del poder de nuestro Movimiento por la Libertad en los Estados Unidos procede de esta música. Nos ha dado fuerzas con sus ritmos dulces cuando el valor empezaba a faltarnos. Nos ha calmado con sus ricas armonías cuando nuestros ánimos estaban bajos.
Y ahora el jazz se exporta al mundo entero. Porque en la lucha particular de los negros en América existe algo semejante a la lucha universal del hombre moderno. Todos sentimos el blues. Todos anhelamos encontrar un sentido. Todos necesitamos amar y ser amados. Todos necesitamos aplaudir y ser felices. Todos anhelamos la fe.
La música, especialmente esta amplia categoría llamada jazz, es un trampolín hacia todo ello.
Martin Luther King, 1964.
John Coltrane |
ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ