Javier Golvano |
Volve Javier Golvano. E faino para poñer o
dedo sobre un compositor que merece recoñecemento máis alá do xénero que
cultivou: a zarzuela, aínda que non unicamente. Referímonos a Pablo Sorozábal (Donosti, 1897- Madrid,
1988).
Pablo Sorozábal |
Non é doado convencer a Javier Golvano de
que escriba para Versos e aloumiños os seus magníficos, divulgativos artigos
musicais. Temos que andarlle enriba, atacalo por varias frontes e, como persoa
xenerosa que é, remata aceptando. Afirma que só escribe daqueles que controla
dabondo. Non quere copias de aquí, de alá, cortar, pegar e facer un escrito sen
alma.
Loable este espírito, pero os que o
coñecemos sabemos da súa sabedoría musical e da prosa próxima, irónica e limpa
coa que artella os seus escritos.
Así que, unha vez máis e con moito esforzo
pola nosa banda, Javier Golvano asoma a súa cabeza no nosa blog-revista.
Só nos queda comezar, deseguido, a
convencelo para que vaia pensando na súa seguinte colaboración.
Grazas, Javier.
PABLO
SOROZABAL O EL ADIÓS A LA ZARZUELA
Pablo Sorozábal
comentó más de un vez que él había vivido toda su vida a costa de tres mujeres,
así que si yo les preguntara a qué piensan ustedes que se dedicaba, después de
pensarlo tal vez un poco, su respuesta sería ésa que justamente les ha venido
inmediatamente a la cabeza, y ciertamente no sería en ningún sentido una
respuesta correcta. Tirando algo del hilo tal vez a ustedes les diera por
pensar en lo que la dama de la alta sociedad le comentó con muy mala idea a
otra de su misma clase: “Señora, su hijo con la excusa de dedicarse al
lenocinio, practica el contrabando”. Pero no, tampoco habría que considerar en
el caso de Sorozábal la dedicación al contrabando a pesar de ser oriundo de una
zona muy cercana a la frontera hispano-francesa.
Él se dedicó a una profesión todavía más
rara entre la gente común: fue compositor de zarzuelas, el último gran
compositor de este género que tuvo su época de esplendor de mediados del siglo
XIX, cuando Barbieri, Gaztambide y otros más, como reacción al desarrollo de la
ópera seria, especialmente la italiana, un desarrollo alentado por la
aristocracia y las clases más altas y minoritarias de la sociedad, dieron en
componer otra música teatral diferente inspirada en lo que muchos de ellos
conocían se estaba haciendo en otras grandes ciudades europeas: las operetas
vienesas, las óperas cómicas francesas, etc., pues muchos de ellos, en contra
de ese casticismo que supuestamente
envolvería al género y su ambiente, eran gente cosmopolita y conocedora de lo
que se hacía en otras partes, además de ser algunos excelentes compositores con
una seria formación musical.
Estos compositores estaban convencidos, y
la realidad superó sus expectativas, de que esa nueva música, ese nuevo género,
encontraría eco entre la población y, de hecho, se convertiría andando el
tiempo en el divertimento mayor de toda la sociedad durante casi un siglo,
hasta pasada la guerra civil cuando, en una sociedad muy distinta, la competencia
con el cine y las novedades del siglo XX acabaron con él.
Del mismo modo que no hacía falta ser
vienés para descubrir el encanto del vals, ni francés para deleitarse con la
opereta francesa o italiano para apreciar las óperas bufas, también los extranjeros
disfrutaron de la zarzuela cuando se dejaron caer por aquí. Ese fue el caso de
Offenbach- cosa no muy rara pues componía también en registro similar- o el de
Richard Strauss que, cultivador de la ópera seria, nos podría extrañar algo
más.
Jerónimo
Giménez:
La
boda de Luis Alonso:
Pero no solo en los viajes de foráneos
por España, también en el extranjero
encontraba la zarzuela ecos que sorprenderían a nuestros prejuicios. Lean si no
-y perdonen la extensión de la cita- lo que un espectador de “La Gran Vía” en
Turín le indicaba por carta a un amigo el 16 de Diciembre de 1888:
“Una importante
ampliación del concepto opereta, la opereta española. He oído dos veces “La
Gran Vía” una calle principal de Madrid. Algo que no es en absoluto susceptible
de importación. Para ello hay que ser un granuja y un terrible individuo de
instinto, y además “solemne”. Un terceto de tres solemnes gigantescos canallas,
es lo más fuerte que he oído y visto, incluso como música: genial, imposible de
clasificar. Como ahora estoy muy enterado de Rossini, de quien conozco ya ocho
óperas, he tomado para compararla “La Cenerentola”: es mil veces demasiado
bondadosa en relación con esos españoles. El argumento mismo sólo puede
concebirlo un granuja redomado, mil cosas que causan el efecto de juegos de
manos, tan repentinamente aparece “la canaille”. Cuatro o cinco números de
música que hay que oír…”.
Este espectador que se expresaba de tal
modo por carta a su amigo no era otro que Friedrich Nietzsche, teutón,
intelectual y lo que ustedes quieran, pero
está claro en su carta que le ha pillado “ el punto” a “La Gran Vía” y
que además le ha gustado.
CHUECA
Y VALVERDE:
GRAN
VÍA:
Jota
de los Ratas:
(Zorí, Santos, Codeso)-Rafael Frühbeck de Burgos
Bueno, pues de este género popular, cuyas
mejores obras fueron apreciadas y disfrutadas por todo tipo de paladares, sería
Pablo Sorozábal uno de sus últimos representantes y hasta por edad podríamos
darlo por el último de los mejores y de más éxito antes de la Guerra Civil.
Pablo Sorozábal, este “euskaldun” bronco y
tierno a la vez, en palabras de Andrés Ruiz Tarazona, nació el 18 de Septiembre
de 1897 en San Sebastián - aunque a él siempre le gustaron más para su ciudad,
y le parecían más bellos y mejores, los nombre de Easo y Donosti – en el seno
de una familia humilde, de antepasados campesinos y baserritarras en un
ambiente que en principio no parece que fuera muy propicio para el cultivo de
la música. De hecho su acercamiento a ella fue peculiar y el mismo nos cuenta
en “Mi vida y obra” como un día en que con su hermano y algunos amigos hacían
“chikarra”, novillos en vez de ir a la escuela, vieron frente a la Academia de
Bellas Artes un compacto grupo de “tirillas” – lo que hoy traduciríamos por
“niños bien” o “pijos”- que a su pregunta de qué hacían allí contestaron que
matricularse de solfeo. La siguiente pregunta de los golfos de clase humilde
fue que cuánto costaba eso, y como la respuesta fue que era “de balde”, allá
que se fueron todos a matricularse pensando que era algo así como una vacuna
hasta que alguien les aclaró que el solfeo era para aprender música.
El único de la pandilla que acabaría yendo
a las clases sería nuestro protagonista y eso le llevaría a dedicarse a la
música y a vivir de ella en lugar de haber sido toda su vida un obrero como
hubiera sido lo previsible.
El estudio del solfeo lo llevó a ingresar en el Orfeón Donostiarra y con
posterioridad al estudio del violín que no se le debía de dar mal y le permitió
empezar a ganarse la vida tocándolo en cines, teatros, etc. hasta que consiguió
entrar en la Orquesta del Casino de San Sebastián lo que le permitió codearse
durante los veranos, en los que la ciudad se convertía en la residencia Real, con los mejores músicos de
Madrid formando parte de una orquesta sinfónica que dirigía el Maestro Arbós.
De ese modo conoció gran parte del
repertorio clásico y bastante música más moderna.
Estuvo en la orquesta cinco años, de 1914 a 1919 cuando al final
del verano se trasladó a Madrid para incorporarse a la Orquesta Filarmónica y
también con idea de darse a conocer como compositor. Andaba por entonces en la composición de un
cuarteto y de un “Capricho Español”
entre otras cosas.
La vida en Madrid no era fácil pues con lo
que cobraba en la Filarmónica no le daba para vivir por lo que tuvo que tocar
de nuevo en cafés y lugares similares. De todos modos le permitió conocer una
vida musical mejor y acceder a cosas impensables en San Sebastián. Conocería
por entonces los escritos musicales de Schumann recién publicados en castellano
y fantasearía con la vida musical de
Leipzig que en ellos se describía, con Mendelssohn dirigiendo la Orq. de la
Gewandhaus y Schumann ejerciendo la
crítica musical en la ciudad sajona.
Con el paso del tiempo las no muy buenas perspectivas
de trabajo en Madrid le obligaron a volver en 1920 a San Sebastián donde al año
siguiente optaría a una beca del Ayuntamiento de 1500 pesetas para estudiar en
el extranjero. Conseguida dicha beca su agrado por lo que se comentaba en los escritos de Schumann así como la inflación en
Alemania le acabaron por convencer y decidió irse a Leipzig.
La situación en Alemania le permitió vivir
los primeros tiempos en Leipzig como un potentado. Recibiría clases
particulares del director del conservatorio de la ciudad y profesor de
composición y contrapunto del mismo y seguiría con el estudio del violín.
Cuenta el propio Sorozábal, y el hecho nos da una idea bastante clara de la
situación en Alemania y de la suya como “potentado” en esa época, cómo pudo
pagarse un concierto para dirigir a una orquesta sinfónica de la ciudad. Vamos
que se la alquiló como aquel que dice para él solo, y con no malos resultados.
La crítica del concierto en la prensa le hizo pensar que tal vez pudiera
dedicarse a la dirección de orquesta, que acabaría siendo su otro oficio en la
vida, aparte del de compositor.
Pasó también en aquellos años por el
conservatorio de Berlín donde por entonces se encontraba dando clase Schoenberg
cuyas composiciones no le gustaron y su “pretendida atonalidad” le pareció un
experimento de laboratorio, un snobismo muy cerebral. Sorozábal estaba muy
lejos de esos modos de composición pues según él: “ si el arte no tiene calor
humano no es arte”.
Compone por entonces una Suite Vasca y
comienza, entre otras piezas, unas Variaciones Sinfónicas sobre un motivo
vasco. Dirige también algún concierto más pero ve cambiar radicalmente su
situación cuando en 1923 el gobierno alemán afronta la inflación implantando el
“marco renta” con una paridad que, en sus propias palabras, le hace pasar de la
opulencia a la miseria. Tiene que dejar sus lecciones y volverse a ganar la
vida. Durante esos años en los veranos vuelve a San Sebastián y hace allí
también su presentación como director dando además a conocer algunas de sus
obras para orquesta.
Así estaría hasta 1927 cuando se ve ya sin
beca, tiene que volver de Alemania y, cobrando poco por sus derechos de autor
–necesidad obliga-, dará un cambio radical en su vida de compositor aunque en
ese momento el no fuera consciente de lo que este cambio significaría.
Enterado por aquella época de que a Jesús
Guridi la zarzuela “El caserío” le producía muchos derechos de autor, Sorozábal
aprovecha una estancia en Madrid con motivo de un concierto para que Alfonso
Peña, hijo del presidente del Orfeón Donostiarra, y amigo suyo al que había
expuesto su proyecto de escribir algo para el teatro, le ponga en contacto con
Emilio González del Castillo y Manuel Marti Alonso, ambos autores de teatro – y
de oficio “serio” interventores del estado en ferrocarriles - , de cuyas
conversaciones con ellos sale la idea de
escribir la zarzuela “Katiuska”.
Esta zarzuela estrenada en Barcelona en
1931 sería su primer gran éxito. Por cierto que algún “enterado” se adelantó a
registrar este nombre y la obra tuvo que anunciarse “Katiuska, la mujer
rusa”, además en Barcelona, en su
estreno en El Paralelo y pensando en atraer a más gente de ese barrio popular
en una situación política como aquella, acabaría estrenándose con el título de
“Katiuska o la Rusia roja”.
Cuando esta obra se estrenó en Madrid el
autor conoció a la que sería su mujer, la cantante Enriqueta Serrano que
encarnaría en ella el papel de Olga. Se casarían al año siguiente en Barcelona.
Por aquellas fechas cae en sus manos
casualmente una pequeña comedia de Pío Baroja “Adiós a la bohemia” y convencido
de que podría sacarse de ella una obra musical se dirigió a D. Pío para que le
autorizase a poner música a su obra, permiso que este último le concedería. P.
Sorozábal pretendía lograr algo distinto con esa obra, algo que rompiese
moldes, una auténtica revolución pero con raíces en el mejor teatro lírico, el
género chico. De vuelta a Leipzig trabajaría en ella así como en una nueva
opereta “La isla de las perlas”, obra esta última que no acabaría de cuajar.
“Adiós a la bohemia”, su mejor obra según
el autor, se estrenaría en Madrid en las Navidades de 1933 y pasó sin pena ni
gloria, lo que le llevó a corregir parte de la obra y a añadir alguna otra
escena para lo que solicitó a D. Pío Baroja su colaboración en la reelaboración
del libreto. En cualquier caso sería una obra que no marcharía nunca bien en
taquilla. Cuando por alguna circunstancia se reponía o acompañaba en temporada
a alguna otra zarzuela, la propia Enriqueta Serrano, su mujer, solía referirse
a ella cómo “adiós a la taquilla”.
Las cosas cambiarían en 1934 con su
siguiente obra. Un ofrecimiento del barítono Emilio Sagi Barba, en labores de
empresario por esas fechas, le permitió poner música a un libreto de Carreño y
Ramos de Castro con anterioridad ofrecido a Moreno Torroba y rechazado por
éste. Tras modificarlo notablemente y convertirlo en un sainete para cantar no
al Madrid clásico – adiós al Madrid de “Adiós a la bohemia”- sino al Madrid de
ese momento, al más actual, acometió la composición de la música.
fox-trot “si sales a Rosales”: (Enriqueta Serrano)
En sus propias palabras: “ Me propuse hacer una música sencilla,
espontánea, garbosa, que tuviera salero y sentimiento, con sabor popular pero
no folklórico ni populachero y que dentro de su sencillez los entendidos en
música encontrasen huellas de modernidad en ella hasta pensar incluso en
Stravinsky”.
romanza
de ascensión(lorengar): no corté más que una rosa
“La del manojo de rosas”, pues ese fue su
título, sería estrenada en Noviembre de 1934 y a pesar de hacerlo en un martes
y 13 se convertiría en un gran éxito. En su vejez el autor recordaría que no
había habido mes de su vida en que esta zarzuela no le rindiera derechos de
autor.
Tras
otras obras y proyectos en 1935, Federico Romero y Guillemo F. Shaw habían
preparado un libreto de ambiente marinero, que ofrecido primeramente a Guridi
fue rehusado por éste al estar ocupado en otras tareas. Esta negativa de
Guridi llevó a los libretistas a
proponérselo a Sorozábal y éste, tras
solicitar algunos cambios y supresiones, se comprometió a escribir la música.
Nacería así “La tabernera del puerto” que estrenada en Barcelona el sábado de
gloria de 1936 en el teatro Tívoli sería un gran éxito para todos. La Guerra
Civil impediría su estreno en Madrid en el Teatro de la Zarzuela hasta después
del fin de la misma.
despierta
negro – romanza de Simpson-victor de
narke:
La Guerra Civil le sorprendió a Pablo
Sorozábal en Madrid donde tras el fallecimiento del anterior director se había
hecho cargo de la Banda Municipal y era además en esos momentos, a propuesta
del maestro Arbós, cotitular de la Orquesta Sinfónica. Sorozábal siendo como
era republicano y de izquierdas y a pesar de no estar de acuerdo con “el
pandemónium organizativo” en el que en ciertos aspectos se convirtió la capital
según su punto de vista – era hombre sin pelos en la lengua incluso para sus
correligionarios -, colaboraría con el régimen republicano quedándose en
Madrid, a partir de 1937 incluso sin su familia que sería enviada a
Valencia, y haciendo giras por el
Levante, Cataluña y otras zonas en poder de la República colaborando en la
propaganda y recabando fondos para la misma.
En aquellos tiempos también tuvo de tiempo
de interceder, y tal vez de salvarle la vida, a favor de algún colega de
ideología opuesta que según nuestro autor no le pagaría con la misma moneda en
tiempos de Franco, tiempos éstos últimos difíciles para él por su fama de “rojo
republicano” y en los que fue depurado, por utilizar la palabra del régimen
franquista.
Terminada la guerra civil su situación
sería precaria en muchos sentidos y se le pusieron todo tipo de trabas a la
hora de trabajar y poner en marcha proyectos que aliviaran su situación
económica, de hecho se le prohibió el dirigir la orquesta en el estreno de “La
tabernera del puerto” en Madrid, estreno en la capital que como hemos comentado
con anterioridad, no había sido posible a causa de la Guerra Civil e incluso
tuvo que sufrir el escándalo que le montaron elementos fascistas del régimen
con objeto de boicotear la citada zarzuela, cosa que evidentemente no
consiguieron pues la tabernera se convertiría en un gran éxito popular, en el
último gran éxito de nuestro autor.
Su siguiente obra importante sería “Black,
el payaso”, una de sus mejores partituras según el autor y que sería estrenada
en Barcelona y Madrid a principios de los años cuarenta. Como curiosidad, en el
reparto madrileño de esta obra estaba Pepita Embil, la madre de Plácido Domingo
que ha sido siempre un magnífico embajador e intérprete de la zarzuela
española. Al año siguiente estrenaría Pablo Sorozábal “Don Manolito” que
también sería un éxito de público pero que como la anterior citada fue
boicoteada por el régimen en opinión de Solozábal.
Ya en 1945 estrenaría “La eterna canción”
y en palabras del propio autor sería más un éxito artístico que comercial.
A partir de ese mismo año Pablo Sorozábal
se haría también cargo de la Orquesta Filarmónica de Madrid y aún compondría
algunas cosas más pero para entonces la sociedad no era ya la misma y la
zarzuela iría poco a poco languideciendo y con ella la carrera del compositor.
Su última partitura teatral sería “Juan Jose” pero ya para entonces la
competencia con otros entretenimientos de cada vez más éxito como el cine y con
posterioridad la televisión sería ya muy desigual y en desventaja completa para
la zarzuela.
Volviendo de nuevo al principio para cerrar
el bucle, y seguro que ya ustedes lo habrán adivinado, las tres grandes mujeres
de las que vivió nuestro autor gran parte de su vida fueron: “Katiuska”, “La
del manojo de rosas” y “La tabernera del puerto” y en esta última está una de
sus más conocidas romanzas: “No puede ser, esa mujer es buena” que según
Fernández Shaw estuvo inspirada en ,esta si de verdad la mujer de su vida, su
esposa la cantante Enriqueta Serrano.