lunes, 14 de julio de 2008

"La maestra"

Antonio García Teijeiro escribe en el semanario A Nosa Terra una columna quincenal en la que aborda temas relacionados con la literatura, la escuela y la animación a la lectura. A continuación incluimos una de ellas, escrita y publicada originalmente en gallego, y presentada aquí en una versión traducida al castellano.


La maestra llegaba a clase todos los días con una bolsa de tela llena de libros. Metía la mano en ella y cogía uno al azar. Se sentaba en la mesa, lo abría y leía para sí. Los niños la miraban en silencio. Entonces, la maestra se levantaba y comenzaba a leerles en voz alta historias de animales, de encantamientos, de magia o de brujas. Los niños quedaban absortos escuchando sus palabras maravillosas. Sonreían tímidamente. Estaban fascinados. La maestra, con el libro en las manos, les señalaba las ilustraciones. Los niños no perdían detalle de lo que la mujer les contaba con verdadero entusiasmo. La maestra también les leía poemas. Le gustaba leer poemas en voz alta. La maestra cultivaba una complicidad literaria con sus alumnos poco habitual. Abría el libro y decía los poemas perdiéndose entre las filas de niños y niñas, mientras les miraba a los ojos con ternura. La maestra recitaba, con una entonación seductora, a Rosalía, Lorca, Manuel María, Juan Ramón y tantos otros. Los pequeños gozaban con los cuentos y los versos en la voz de la maestra. La maestra siempre llevaba libros consigo. Era una necesidad. No concebía una vida al margen de la literatura, ni un aula sin la palabra literaria flotando en el ambiente. A la maestra le emocionaban esos rostros infantiles que dibujaban sonrisas ante sus gestos y sus inflexiones de voz. La maestra hacía suya la afirmación de Alberto Manguel: “El amor por la lectura es algo que se aprende pero no se enseña”. Y en esas andaba ella.

Antonio García Teijeiro.