lunes, 10 de agosto de 2015

POSTAIS DE MARTIN (10) : NASHVILLE Y DISCOS DE JAZZ


Como puntualmente saben los lectores de este blog, mis padres se encuentran en nuestra casa de Martin, Tennessee, pasando unos días con nosotros y con la anduriña (Libby, no la de Juan y Junior, claro está), y hace unos días nos encaminamos hacia Nashville para pasar allí un fin de semana en casa de Sarah, la tía de Erin. Hoy escribo yo la postal, no porque los lectores estén cansados de leer lo que mi padre ha escrito en estos últimos días, ni porque a él le entre la pereza, sino porque él me lo ha pedido expresamente y no me puedo negar, pues si me niego o me hago de rogar, él me lo recordará por los siglos de los siglos...

¿De qué hablaba, pues? Ah, sí: de Nashville, de Nashville.

Nashville posee un significado verdaderamente especial para mí, no solamente en un sentido estrictamente musical, sino también en el terreno personal y emocional, pues allí nos conocimos Erin y yo, allí cursamos nuestros doctorados, allí hicimos durante varios años nuestro programa de radio, y allí también nos casamos. Pero en los últimos años, siempre que hemos visitado la Ciudad de la Música, hemos ido constatando que ha ido cambiando. Y, por desgracia, para peor.

Esto puede verse, sobre todo, en el Lower Broadway, ese distrito histórico del centro de la ciudad en el que se encuentran los bares donde uno puede escuchar buena música (generalmente country) en directo. El lugar por el que antaño pulularon grandes de la música del siglo XX como Hank Williams, Johnny Cash, Loretta Lynn, Kris Kristofferson, Patsy Cline, Ray Price, Ernest Tubb o Marty Robbins, por citar sólo a algunos, se ha convertido hoy en una turbamulta de despedidas de solteros/as, en los que lo que importa es el desmadre y la bebida, y en los que lo de menos es la música, cuya calidad, por otro lado, es muchas veces discutible.

Se aprecia este cambio también en la Ernest Tubb Record Shop, legendaria tienda de discos fundada por el gran trovador tejano en 1947, otrora la más importante del país dentro de las que se especializaban en la música country, y lugar desde el que se emitía los sábados a medianoche el Midnite Jamboree, programa de radio en el que dieron sus primeros pasos muchos de los jóvenes valores del country, apadrinados siempre por el bonachón de Tubb, quien una vez expulsó a un músico de su banda por negarse a firmarle un autógrafo a un fan. Dice la voz popular que se le acercó por detrás al tal músico (que tocaba la steel guitar, para más información) y le anunció, con calma y sin pestañear, "Tienes dos semanas para encontrar otra banda". Y así fue.

Pues bien, hoy en día la tienda de Tubb (que falleció en 1984) se encuentra en un estado lamentable, con muy pocos discos en sus estanterías de madera, y con un aspecto muy triste y próximo al cierre, lo cual supondría una gran pérdida para un acervo histórico de Nashville que se halla de capa caída. Una de las dependientas, una señora de unos cincuenta y tantos, con una expresión de melancólica resignación en el rostro, me dijo: "Es que la gente ya no compra discos; los baja de internet o los compra en Amazon". Una verdadera pena, la verdad!




Lo que sí se mantiene en Nashville son las tiendas de discos de segunda mano, aquéllas en las que uno puede encontrar de todo (excepto las novedades, como me recuerda mi padre) y que para mí son siempre una verdadera gozada. No puedo entrar en una de ellas sin salir con el brazo cargado de discos. Y eso fue lo que pasó en The Great Escape, mi favorita entre este tipo de establecimientos discográficos nashvillianos. Y por ello, terminaré esta postal haciendo cinco recomendaciones sacadas de los títulos (todos ellos de jazz) que adquirí allí hace unos días. Vamos allá, pues.

Entre los cinco o diez mejores trompetistas de la historia del jazz siempre ha de encontrarse por fuerza el gran Harry James, un hombre que mezcla el swing y lo melódico a partes iguales para crear un sonido a veces potente y a veces evocador, pero siempre reconocible. Que haya sido quien descubrió (y después dejó ir amistosamente) a Frank Sinatra es sólo una anécdota entre las muchas que pueblan su carrera. The V-Disc Recordings es un CD triple que incluye todas las grabaciones que realizó para la Fuerzas Armadas estadounidenses durante la II Guerra Mundial, discos de material irrompible que se enviaban al frente para hacer la barbarie más soportable a los soldados, si es que ello es realmente posible.

Sin duda, el instrumento favorito del arreglista Pete Rugolo, como el de Duke Ellington, era la orquesta. Y era un instrumento colectivo que dominaba como pocos, algo que se puede escuchar en los arreglos que creó para acompañar a vocalistas como, por ejemplo, June Christy, sobre todo en el disco Something Cool, que grabaron juntos. Este CD incluye dos LPs de Rugolo dirigiendo a su propia orquesta, Rugolomania y New Sounds, y creando sonidos muy personales y siempre sorprendentes y atractivos, que van desde el swing a las baladas e incluso a los ritmos latinos.

Y si hablamos de ritmos procedentes de Latinoamérica no podemos olvidarnos de la bossa nova, que tantos jazzmen mezclaron con el jazz a partir de finales de los años cincuenta, dando lugar a sonidos generalmente muy interesantes. El saxofonista Julian "Cannonball" Adderley también se sintió atraído por lo brasileño, y el resultado podemos escucharlo en Cannonball's Bossa Nova, un magnífico elepé de 1962 en el que está acompañado por un sexteto de excelentes músicos procedentes de Brasil.

Otro saxofonista (éste, mucho menos conocido que Adderley) que me gusta mucho es Charlie Ventura, un hombre siempre adelantado a su tiempo cuya obra, tanto en big band como en grupos pequeños, merece ser redescubierta. Y un buen lugar para empezar es A Charlie Ventura Concert, un disco grabado en directo en 1949 en el transcurso de un concierto que Ventura ofreció en Pasadena en formación de septeto. En este directo confluyen todos los elementos propios del sonido de Ventura ante una audiencia que, sin duda, apreciaba la buena música y las innovaciones a ritmo de bop que Ventura siempre imprimió a su estilo. Un moderno avant la lettre.

Y, finalmente, quiero mencionar a Billy Eckstine, uno de mis vocalistas favoritos, un hombre que siempre supo reconocer el buen talento (no en vano, fichó, por ejemplo, a Dizzy Gillespie para su banda en los años cuarenta) y que influyó en incontables cantantes posteriores, como el gran Johnny Hartman. Prácticamente cualquier disco que uno compre de este crooner jazzístico con potente voz aterciopelada es recomendable, pero una buena elección para empezar a conocer su obra es el CD doble Everything I Have Is Yours, que contiene todo lo mejor de su producción para el sello MGM, 42 temas grabados en las décadas de los cuarenta y cincuenta y cuya hermosura me parece casi imposible describir con palabras. Lo mejor, como siempre, es escucharlo.






ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ