lunes, 31 de julio de 2017

REMUÍÑO DE LIBROS (30) "22 segundos", de Eva Mejuto






TÍTULO: 22 segundos.


AUTORA: Eva Mejuto.



EDITORIAL: Edicións Xerais. Colección: Fóra de xogo.




Edicións Xerais achégalles aos lectores adolescentes esta novela, pioneira no tratamento da temática da transexualidade dentro da nosa LIX.

     A súa autora, a xornalista e escritora, Eva Mejuto, pon de manifesto, a través dela, a importancia de sentirse a gusto coa propia identidade sexual, independentemente do sexo co que se naza, e de  asumila coma parte do ser que un é, coma camiño cara á realización persoal e á felicidade.

     O diferente nunca coma sinónimo de marxinación e , xa que logo, sufrimento e a literatura coma canle de denuncia e reivindicación social, ademais de coñecemento da realidade na que vive este colectivo estigmatizado demasiadas veces coma enfermos.
 
Eva Mejuto
     
     22 segundos conta en primeira persoa e ao longo de vinte e dous capítulos curtos e escritos cunha prosa fluída e directa, non exenta de tenrura e humor, a historia de Álex, un mozo transexual que decide tomar as rendas da súa vida e trousar diante dunha cámara todo o que leva dentro agardando dende hai moito tempo. 

     Deste xeito descubrimos como xa de pequeno amosaba gustos e intereses ben diferentes, tanto na estética coma nas afeccións e xogos, do resto das nenas da súa idade, por moito que a súa nai, as monxas do colexio e a xente que o rodeaba se empeñasen en non decatarse do obvio e de ignorar a realidade. Cada confidencia por parte de Álex vai espertando dun xeito natural a empatía e o respecto do lector cara a el. E así é quen de comprender a súa impotencia, frustración, rabia e rancor diante duns sentimentos e sensacións, que dende cativo recoñece coma propios pero aos que non lles sabe poñer nome porque o descoñece. 

     Será grazas ao agarimo e ao apoio da súa familia, avó (personaxe entrañable) e nai, xunto coa súa amiga Ana e a axuda dunha psicóloga especializada e comprometida, como logrará reunir todas as forzas necesarias para dar o paso cara á felicidade e asumir o seu tránsito de Ánxela a Álex.

      Novela recomendable para todo aquel lector que busca vivir nunha sociedade máis xusta, plural e equitativa sen prexuízos retrógrados que o único que fan é provocar dor e illamento.





                                                                                                                                       ALBA PIÑEIRO

miércoles, 26 de julio de 2017

CHARLIE SHAVERS O LA ELEGANCIA HECHA TROMPETA DE JAZZ

Muchos y muy notables son los trompetistas que han ido construyendo la historia del jazz a lo largo del siglo XX. Entre ellos, tal vez uno de los más olvidados hoy en día es Charlie Shavers, pese a su enorme calidad, en gran parte debido a que muchas de las sesiones que registró como líder no son siempre fáciles de conseguir en formato digital. Neoyorkino de nacimiento, Shavers vino al mundo en 1917, según las enciclopedias del jazz, o tal vez en 1920, según él mismo solía decir, añadiendo que había tenido que falsificar su edad en cierto momento de su carrera con objeto de que le permitiesen trabajar legalmente. Sea como fuere, Shavers aprendió a tocar el piano y el banjo antes de decidirse por la trompeta, y hacia la mitad de los años 30 ya formaba parte de importantes orquestas de rhythm and blues de la época, como las de Tiny Bradshaw o Lucky Millinder, antes de pasar a integrar el legendario sexteto de John Kirby, una de las formaciones de jazz de mayor éxito del momento.


Charlie Shavers en plena acción.
Shavers era un hombre procedente del swing, pero con suficiente amplitud de miras como para adaptarse a los cambios que a mediados de la década de los 40 se introducirían en el jazz de la mano del bebop. Además de grabar con músicos de Nueva Orleáns como Jimmie Noone o Sidney Bechet, Shavers formó parte de la famosa orquesta de Tommy Dorsey, en la cual tocó durante largos períodos de tiempo hasta la muerte de Dorsey en 1956. Como compositor nos legó la inolvidable "Undecided", pieza que escribió en la época en que tocaba con el sexteto de Kirby y que se ha convertido, con el paso de los años, en un standard del jazz. Pero sin duda, Shavers será recordado siempre por su participación en las giras de conciertos organizadas por el productor Norman Granz bajo el nombre de Jazz at the Philharmonic. En ese contexto, Shavers brilló sobre todo en las épicas batallas musicales que libró, trompeta en mano, con el gran Roy Eldridge. Muchas de ellas, afortunadamente, quedaron preservadas en cinta magnetofónica para la posteridad, algo que todo aficionado al jazz deberá agradecer siempre a Granz, cuyos oídos estaban siempre abiertos a todo aquello que rezumase calidad y pudiese comercializarse. Por desgracia, un cáncer de garganta se llevó a Shavers en 1971, cuando no contaba más que 53 años, pero para entonces se había cansado de la escena musical y vivía prácticamente retirado.





Para admirar la grandeza de Shavers a la trompeta es preciso escuchar, primeramente, discos en los que participó como acompañante. Como ejemplo podemos citar álbumes clásicos como The Hawk in Hi Fi, de Coleman Hawkins; Lady Sings the Blues, de Billie Holiday; Blues a la Mode, de Budd Johnson; o esa verdadera orgía de tambores que es The Drum Battle, un combate con baquetas entre los baterías Buddy Rich y Gene Krupa. Pero si uno quiere disfrutar del sonido de Shavers como líder, lo recomendable es la antología The Everest Years, un CD editado en 2005 que recoge veinte temas grabados entre 1959 y 1961 para el sello Everest. En estas sesiones toda la atención se centra en su trompeta, y además lo encontramos en una compañía inmejorable, con músicos excelentes como Ray Bryant al piano, Aaron Bell al contrabajo o Grady Tate a la batería, y en algunos de los cortes incluso aparece el siempre interesante Wild Bill Davis (que por entonces había firmado también un contrato con Everest) al órgano. Además de una versión de "Undecided", el repertorio está compuesto por una serie de standards que nos ofrecen la posibilidad de escuchar a Shavers en plena forma, interpretando con la elegancia que siempre lo caracterizó las melodías, para entregarse después a imaginativas y atractivas improvisaciones que dan buena cuenta de su inigualable talento. El resultado, obviamente, no defrauda: es un disco que, siempre que lo pongo, no puedo escucharlo solamente un vez, sino que acabo oprimiendo el botón del play de nuevo... y luego al menos otra vez más. Como coda final, y con objeto de mostrar cómo sonaba Charlie Shavers sobre un escenario, dejo aquí un vídeo grabado en Copenhague en el que aparece junto a Ben Webster, uno de mis saxofonistas favoritos.




                                                 ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ

sábado, 22 de julio de 2017

ESCAPARATE POÉTICO (CVI) Mário de Sá-Carneiro










                      MÁRIO DE SÁ-CARNEIRO  ( Lisboa, 1880 – París, 1916)






O RECREIO

Na minh´Alma um balouço
que está sempre a balouçar-
balouço á beira dum poço,
bem difícil de montar…
Mário de Sá-Carneiro

-E um menino de bibe
sobre ele sempre a brincar…

Se a corda se parte um dia,
(e já vai estando esgarçada),
era uma vez a folia:
more a criança afogada…

-Cá por mim não mudo a corda
seria grande estopada…

se o indez more, deixá-lo…
mais vale morrer de bibe
que de casaca…Deixá-lo
balouçar-se enquanto vive…

-Mudar a corda era fácil…
tal ideia nunca tive…




VISLUMBRE
 
A horas flébeis, outonais-
por magoados fins de dia-
a mina Alma é agua fría
em âmforas d´Ouro…entre cristais…





SUGESTÃO


As companheiras que não tive,
sinto-as chorar por mim, veladas,
ao pôr do sol, pelos jardins…
Na sua mágoa azul revive
a mina dor de mãos finadas
sobre cetins…

Co seu amigo Pessoa





COMO EU NÃO POSSOU


Olho em volta de mim. Todos possuem-
um afecto, um sorriso ou um abraço.
Só para min as ânsias se diluem
e não possuo
mesmo quando enlaço.

Roça por mim, em longe, a teoría
dos espasmos golfados ruivamente;
são êxtases da cor que eu fremiria,
mas a minh´alma pára e não os sente!

Quero sentir. Não sei…perco-me todo…
Não posso afeiçoar-me nem ser eu:
falta-me egoísmo para ascender ao céu,
falta-me unção para me afundar no lodo.

Não sou amigo de ninguém. Para o ser
forçoso me era antes possuir
quem eu estimase- ou homem ou mulher,
e eu não logro nunca possuir!...

Castrado d´alma e sem saber fixar-me,
tarde a tarde na minha dor me afundo…
-Serei um emigrado doutro mundo
que nem na minha dor posso encontrar-me?...




(Do libro Poesía completa, editado por Renacimiento, 2016)

miércoles, 19 de julio de 2017

ESBOZOS FÍLMICOS: EL LADRÓN DE CUERPOS, DE ROBERT WISE (1945)

Hace poco he tenido la oportunidad de volver a ver El ladrón de cuerpos (The Body Snatcher), una de las películas más destacadas aunque a veces más olvidadas del gran director estadounidense Robert Wise y me ha impresionado mucho más que la primera vez que la vi, hace ya casi dos décadas. Basada en un relato de Robert Louis Stevenson, no debe confundirse con el clásico de la ciencia-ficción de 1956 La invasión de los ladrones de cuerpos. La cinta que nos ocupa nos presenta al siempre excelente Boris Karloff en el papel de un individuo cínico y sin escrúpulos que se dedica a exhumar ilegalmente cadáveres para venderlos a un médico que los utiliza para sus experimentos. Aunque ilícita, ésta era una práctica bastante común en la Inglaterra victoriana (que es el momento histórico en el que se ambienta la trama), como queda reflejado en novelas como, por ejemplo, Middlemarch, de George Eliot.


Boris Karloff en Ladrones de cuerpos
Al ver a Karloff en cualquier película resulta difícil disociarlo de su interpretación del monstruo de Frankenstein, pero a mí siempre me ha parecido un actor de mucha más profundidad y versatilidad de lo que pueda parecer a primera vista, y El ladrón de cuerpos es un buen ejemplo de ello. El filme es un magnífico estudio de la relación que se establece entre el exhumador de cadáveres y el médico, interpretado por Henry Daniell. En la película nos topamos también con Bela Lugosi, otro actor también encasillado perennemente en el género de terror, en su caso debido a su exitoso papel como el Conde Drácula. Su personaje es aquí menos importante que el de Karloff (interpreta a uno de los asistentes del médico), pero el choque de titanes que tiene lugar en la única escena que comparten ambos es uno de los momentos más inolvidables de la película. Pese a ello, y a que los dos actores colaboraron en más de una ocasión en la gran pantalla a lo largo de los años, cuenta la leyenda hollywoodiense que fuera de cámara no se llevaban demasiado bien.


Boris Karloff y Bela Lugosi



El director Robert Wise
El blanco y negro de esta cinta es verdaderamente glorioso, y Wise, con su buen hacer cinematográfico, se centra en jugar de una manera muy imaginativa con las luces y las sombras, utilizando este claroscuro para poner énfasis en los aspectos más despreciables y terroríficos de la trama. Es un horror sutil, sin demasiados aspavientos pero muy efectivo, y la presencia imponente de Karloff en la pantalla tiene mucho que ver con la sensación de inquietud y desasosiego que en varios momentos se apodera del espectador. La interpretación de Karloff es, sin duda, una de las mejores de su larga carrera. Que nadie espere encontrarse aquí con una película de serie B de dudosa calidad como las varias que pueblan las filmografías de Karloff y Lugosi. La mano de Wise, director que ya llevaba unos cuantos títulos a cuestas por entonces, la convierte en uno de los clásicos del género, una de esas películas que merece la pena ver más de una vez.




                                                 ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ

sábado, 15 de julio de 2017

REMUÍÑO DE LIBROS (29) "Kumamoto e os Doce Robóticos", de Xoán Babarro






TÍTULO: Kumamoto e os Doce Robóticos.



AUTOR: Xoán Babarro.


ILUSTRACIÓNS: Pedro Díaz Lorenzo.


EDITORIAL: Tambre. COLECCIÓN:  Ala Delta.





A editorial Tambre achégalles aos lectores a partir de oito anos esta fantástica historia onde o seu autor, un dos referentes dentro da LIX, Xoán Babarro é quen de axuntar tradición e innovación.

     Trátase da experiencia vivida e contada por Roi, o neno protagonista, a partir da chegada do robot Kumamoto, galano do seu tío mariñeiro, Salvador, e traído do Xapón.

     O que, nun primeiro momento, era só unha diversión para Roi, axiña se vai converter no eixo de atención por parte de toda a súa contorna inmediata, de tal xeito que tanto os membros da súa familia (pais, irmá, avó e tío) coma os seus amigos, alcumados os Doce Robóticos, amosan interese polo androide e a súa capacidade para resolver calquera tipo de proba, manual ou intelectual, chegando mesmo a ser o campión do concurso das adiviñas. Só Laúdo, o gato e compañeiro de xogos de Roi, parece reticente co protagonismo do novo membro familiar ata que é incluído para tamén participar nas súas aventuras infantís. Pero a presenza dun misterioso detective será o detonante da ruptura desa harmonía na vida de Roi, quen comprederá que o único que se pode apreixar e gardar son os recordos dos fermosos momentos vividos.

 
Xoán Babarro
     O feito de que a súa estrutura sexa de dez capítulos curtos e estean escritos cunha prosa clara, fluída e tecida con doses de humor e tenrura, á vez que inzada de referencias á literatura de tradición oral, atrae a atención do lector, que decontado se identifica co seu protagonista.

     As ilustracións, en branco e negro, expresivas e detallistas de Pedro Díaz Lorenzo dotan de vida os personaxes e están en sintonía co ton textual.
                                                                                                

   
                                                                                                                                       ALBA  PIÑEIRO



jueves, 13 de julio de 2017

DARDO POÉTICO (XLVIII) A marabillosa sobriedade da poesía de Julio Rodríguez



Hai poetas que crean poemas cunha técnica tan depurada coma fría. Non me interesan demasiado.
     Hai poetas que buscan na artificiosidade chamar a atención dos lectores. Aparentemente demostran un dominio que agocha numerosas eivas. Son excesivos e os deixo fóra dos meus intereses.

     Hai outros que intentan chegar ás vísceras dos seus lectores polo camino máis fácil Empregan unha linguaxe pouco coidada, tocan temas que xa son universais (aínda que non o parezan) e procuran a venda inmediata cun público normalmente adolescente coma obxectivo. Para min non fan poesía e rexéitoos.

     Podería seguir dividindo en grupos a poesía e os poetas pero non vou seguir. Prefiro centrarme naqueles e naquelas que presentan un gusto exquisito á hora de utilizar a palabra poética. Que coidan temas e linguaxe con ideas, con transparencia. Que son conscientes que a poesía é un reflexo da vida. Que a poesía é celebración e unha maneira de coñecernos e ver as cousas dende o enriquecemento persoal que a palabra empregada con autenticidade e coherencia emociona, fai reflexionar, permite que medres internamente. Que rabuñe dentro dunha cierta sobriedade. Que un a sinta preto.

     Isto é, precisamente, o que eu sentín diante da poesía do poeta asturiano Julio Rodríguez. Unha poesía que me permitiu seguir amando a palabra e o que conleva. Amor, dor, morte e outros temas conviven no seu discurso dun xeito próximo e fascínate. En Julio Rodríguez, nos seus versos non falta nin sobra nada. Poemas sinxelos, sen foguetes que a nada conducen. Poemas que fulminan, que entran coma un dardo para removerte.
     

      Así me pasou no primeiro dos seus poemarios que lin, Naranjas cada vez que te levantas (Premio de Poesía Alarcos, 2007) e neste marabilloso e envolvente Doméstica, co que acadou o XVI Premio de Poesía Ciudad de Mérida e que publicou no seu momento DVD Ediciones.
     Por iso, quérovos convidar a que entredes neste universo poético tan chamativo. No universo dun poeta que sabe conter os poemas porque rexeita calquera artificiosidade. Porque quere penetrar no máis fondo das persoas. Atentos, ademais a Tierra batida (Visor) premiado coma estes dous dos que falo.

     


     Déixovos aquí un poema de Doméstica. Oxalá vos emocione como a min. Con poetas coma Julio Rodríguez, a poesía nunca perderá a esencia que lles reclamamos os que non podemos vivir sen ela.




LETRAS  PURAS


Metiéndote en mi lado de la cama,
mientras tientas mi nuca
con cinco dedos como cinco orugas,
me preguntas por qué
prefiero las palabras a los números.
No tardo en contestarte (es tan sencillo
seguirte el juego): “Escucha: prefiero las palabras
porque no son exactas; porque hacen malabares,
porque nadie conoce sus entrañas ni puede
despejar la ecuación de su significado;
porque mi herida es distinta de tu herida,
al igual que mi casa, mi vértigo, mi muerte;
porque dicen tu nombre y es a la vez el nombre
de otras muchas mujeres. Porque la vida, en fin,
es algo impredecible y asombroso
(la precisión es mala cosa).
Por otro lado (ya deberías saberlo
a estas alturas), nunca
se me dieron muy bien las matemáticas”.
Con esa ingravidez que te define
(los ojos entreabiertos del bostezo),
los dedos ya no orugas: mariposas),
das por buena la explicación, apagas
la luz y no hay palabras,
ni números ni falta que nos hace.


                                                              
                        

                                                                                                        ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO

domingo, 9 de julio de 2017

EMILIO CARRERE Y LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS

Emilio Carrere
Algo mitificada a veces por ciertos críticos y literatos como Juan Manuel de Prada en su, por otra parte, excelente libro Desgarrados y excéntricos, la bohemia madrileña de las primeras décadas del siglo XX constituyó, por lo general, un desfile de sablistas y personajes esperpénticos de escaso talento literario. Remito al mencionado estudio de Prada a quienes deseen leer por extenso acerca de algunos especímenes entre los muchos que cultivaron una literatura de ínfima calidad en estos años. Pero, por supuesto, como en todo, hubo también en la bohemia honrosas excepciones, entre las que se cuentan, sin ir más lejos, Alejandro Sawa o Ramón Gómez de la Serna. Y, por supuesto, el escritor que nos ocupa en las siguientes líneas: el madrileño Emilio Carrere, cuyo apellido aparece a veces escrito también como Carrère, con acento grave.


Con su inseparable pipa
Poeta, ensayista, traductor, periodista, colaborador en emisiones radiofónicas, letrista ocasional de zarzuelas y, sobre todo, narrador, Carrere fue uno de los escritores de mayor popularidad del primer cuarto del XX, pese a lo cual se halla hoy prácticamente olvidado. Influida por los simbolistas franceses como Baudelaire y Verlaine, su poesía puede encuadrarse dentro de la tendencia modernista del decadentismo. Carrere tuvo, además, el honor de ser uno de los primeros antólogos españoles de la poesía modernista, al publicar en 1906 La Corte de los Poetas. Florilegio de Rimas Modernas, volumen en el que, claro está, incluyó algunas de sus propias composiciones.


Pero Carrere nos interesa más como narrador, y en ese terreno destacó como creador de novelas cortas, un buen número de las cuales aparecieron en las ya clásicas colecciones semanales a precios populares como La Novela de Hoy, La Novela Corta o El Cuento Semanal. Con una prosa directa, de fácil lectura y párrafos breves—como también breves solían ser los capítulos de sus novelitas—llenos de ingeniosas metáforas, sus obras se adentran en todo tipo de géneros, desde el policíaco al sicalíptico, pasando por la novela de aventuras o de misterio. En algunos de sus títulos se escuchan ecos de Arthur Conan Doyle, Jules Verne o su siempre admirado Edgar Allan Poe, a quien llegó a verter al español en más de una ocasión a partir de la reputada traducción francesa de Baudelaire. Liberal y republicano antes de la Guerra Civil, pese a no escribir casi nunca obras abiertamente políticas, no sintió mayores reparos en arrimarse a los vencedores una vez concluido el conflicto con objeto de mantener su carnet de periodista y poder realizar gestiones para tratar de sacar de aprietos con el régimen franquista a amigos y familiares. Para entonces no vivía ya de la literatura merced a una herencia paterna, y si bien continuó escribiendo y llegó a ser nombrando cronista oficial de la Villa de Madrid, su producción literaria disminuyó notablemente durante la década de los 40 hasta el año de su fallecimiento en su ciudad natal en 1947.


Carrere fue, por otra parte, uno de los mayores maestros en el dudoso arte del refrito, publicando a menudo la misma novela con títulos diferentes y con escasos o nulos cambios. A veces modificaba el final o añadía algún que otro capítulo, o refundía relatos breves ya publicados con anterioridad, pero otras veces no se molestaba ni en eso. Solía también sacar a la luz volúmenes que recopilaban obras ya editadas previamente, en más de una ocasión con la desfachatez de presentarlas como "novelas inéditas". Si alguien le reprochaba tales prácticas, Carrere respondía que se encontraba en su derecho, ya que, a diferencia de los novelistas, los compositores de canciones cobraban derechos de autor cada vez que se interpretaban sus composiciones, por lo cual sus refritos no le causaban el menor remordimiento. Esta particular lógica dificulta exponencialmente la catalogación y el estudio de la obra carreriana, que a simple vista parece ingente pero que no lo es tanto si tenemos en cuenta estas prácticas de autoplagio.


Edición de Valdemar
Maestro como era de la novela breve, Carrere solamente escribió, que se sepa, una novela larga: La torre de los siete jorobados. Y para eso, ni siquiera es completamente de su autoría, como varios críticos se han ocupado de señalar. Publicada por vez primera en 1920, La torre de los siete jorobados está basada en un relato anterior de Carrere titulado "El señor Catafalco", al que el autor fue añadiendo capítulos con objeto de prolongarlo y publicarlo como una novela extensa. Pero incluso con los textos adicionales salidos de su pluma, la obra no alcanzaba la extensión requerida, y al hacer Carrere oídos sordos a las peticiones del editor Manuel Palomeque, éste hubo de procurarse a otro autor que escribiese más capítulos de relleno y retocase mínimamente otros ya escritos. Dicho escritor fue Jesús de Aragón, quien solía firmar sus obras con los seudónimos de "Capitán Sirius" y "J. de Nogara" y cuya carrera literaria todavía no había despegado por entonces. El resultado final fue el texto de La torre de los siete jorobados tal y como se conoce hoy y que pronto se convirtió en uno de los títulos de mayor éxito comercial de Carrere. Se trata de una obra heterogénea que aúna elementos del folletín, de la novela gótica—género no demasiado cultivado en España—, de aventuras, de misterio y policíaca, y que tiene un trasfondo teosófico y ocultista, seudociencias por las que Carrere sentía una gran pasión, como atestiguan decenas de artículos periodísticos y textos literarios suyos.


Edgar Neville
La popularidad de La torre de los siete jorobados llevaría a Edgar Neville a adaptar la novela a la gran pantalla en 1944, más de dos décadas después de su publicación original. La película, hoy bastante desconocida, tiene su interés y, por desgracia, sufrió imposiciones por parte de la censura franquista debido a los elementos fantásticos y ocultistas presentes en su trama que dificultaron el trabajo de adaptación de Neville. Afortunadamente, la novela ha sido reeditada por Valdemar con un estudio preliminar de Jesús Palacios, quien se ha ocupado de sacar a la luz en la misma editorial una serie de volúmenes como La calavera de Atahualpa, Los muertos huelen mal o La casa de la cruz que reúnen relatos y novelas cortas de Carrere, poniendo así de nuevo a disposición de los lectores interesados el imaginativo y siempre entretenido universo literario de este inenarrable bohemio madrileño.




                                                   ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ

jueves, 6 de julio de 2017

CATAVENTO DE POEMAS INFANTÍS (LX) Cecilia Pisos








                                        CECILIA PISOS ( Buenos Aires, 1965)





Me dejaste esperando…
Cecilia Pisos
En esa esquina.
Llovía.
Lágrimas secas de rabia.
Caían.
Ni un pañuelo
nube blanca.
Me dejaste esperando…
En esa esquina.
Lloraba.




A una nube
de tu pena
me siento
hasta que aclara.
Luego salimos.
Tú, el sol y yo.




La nube Caperucita
recorre el cielo
de un extremo al otro.
Siempre la acecha
alguna nubelobo.

Nube dragón
tú ves,
yo digo, pajarito:
las mismas gotas
pero con otros ojos.
Ilustración de Diego Bianki





Cuando es invierno
y en medio de la calle
abrimos la boca,
hablamos,
nos salen unas nubes
que envuelven las palabras
para que no nos tomen frío
las cosas que decimos.

Ilustración de Diego Bianki



“¡Siga a esa nube!”, ordené
y me subí al taxi.
En la esquina,
nos estrellamos.
La nube
se posó sobre el accidente
y se desternilló de risa.




(Del libro Nube con forma de nube, editado por Faktoría K de Libros, 2016)