Tengo en mis manos el último
poemario de Clara Janés. Viven en él poemas exquisitos atravesados por el
recuerdo y la razón. Se llama “Orbes del sueño” y está editado por Vaso Roto
Ediciones, en septiembre de 2013.
Poemas que, según sus
propias palabras, “nacieron de unas imágenes proporcionadas por el azar de una
nevada”. Un libro que es un homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz, y a Octavio
Paz, gran estudioso de la poeta, y a todos los pensadores y científicos que
movieron su mente y los que les sucedieron desde Heráclito, Anaxágoras,
Pitágoras, Euclides y tantos otros, hasta los más recientes, Einstein,
Boltzmann ou Michio Kaku…, siempre en palabras de Clara Janés.
He aquí el último poema
que he leído, tras la relectura de este libro
luminoso, aunque ella piense lo contrario.
No es el último del poemario,
es el penúltimo; hermosos versos que he leído unas cuantas veces porque me
emocionan.
ecuaciones en las células
y en el aire respirado
en la nieve y en el agua
perduran
en el mismo consumirse
del fuego
se posan
en los copos de la atmósfera
o en las hojas
tal rocío caricioso
para una mano
que de pronto las escribe
y lanza el anzuelo
a la entraña secreta
de los giros siderales
intacto amor
del nombrado como
Aquello
“Luego llega el momento del alba y
previamente la voz de aquellos que la convocan cuando aún es oscuro. Nace la
luz y va llenando de colores esa inmensa pizarra que es el cielo, pronto, de
nuevo, llena de señales, de incógnitas que en sí mismas hallarán solución y
desarrollo.”
Son palabras de Clara Janés en el prólogo de su obra “El libro de los pájaros”. Y ella aparece aquí, en Versos e aloumiños, para que nazca la luz y su voz llene de
colores nuestro cielo, para que las señales
y las incógnitas, a través de su palabra, hallen soluciones demasiadas
veces incomprensibles.
Clara Janés nació en Barcelona, se licenció en Filosofía y Letras en
Pamplona y es Maître ès Lettres por la
Universidad de París IV Sorbona en Literatura comparada.
Clara Janés cultiva la poesía, la novela, la biografía y el ensayo,
además de dedicarse a la traducción , en especial a la lengua checa, desde la
que ha vertido al español a Jaroslav Seifert (Premio Nobel de Literatura) y a
su amado y admirado Vladimír Holan, a quien siempre ha considerado un auténtico
maestro. Hace algún tiempo, Galaxia/Gutenberg
publicó “La gruta de las palabras”
(Obra selecta de Holan) con la traducción y el prólogo de nuestra autora. En
colaboración con especialistas de sus respectivas lenguas ha traducido a poetas
turcos y persas, tanto modernos como místicos antiguos, y son bastantes sus incursiones en el chino,
alemán, portugués o francés. Por todo ello ha recibido el Premio Nacional de
Traducción en 1997 por el conjunto de su obra.
Permitidme que no haga incidencia en
los múltiples premios y reconocimientos que esta mujer ha recibido a lo largo
de su trayectoria, tan intensa como rica desde el
punto de vista literario, intelectual y vivencial. Porque Clara Janés es mucho más que los
premios. Clara Janés es, para mí, por encima de todo poeta (o poetisa, como
ella dice). Y desde el yo femenino, la poesía se manifiesta en todo lo que
hace. Incluso cuando calla, habla o escucha desprende una poesía callada y
elocuente a la vez. La lírica vive en cada línea que escribe, sea cual sea el
género que acomete. Clara Janés es una mujer que arriesga en su escritura.
Posee un núcleo de expansión vital e intelectual y lo va desgranando en cada
faceta artística para conseguir que su discurso sea fiel a sus principios y a
la necesidad que siente para penetrar en el lector.
Bien para acercarse a esa
liberación que le permita recorrer y gozar
una aventura interior necesaria, bien para proclamar la función que la
mujer ha de desempeñar en una sociedad y una cultura que la han postergado a
través de los siglos, Clara Janés, con una sensibilidad diáfana, expresa lo
esencial de lo cotidiano y hace de la poesía, por todo lo que representa, el
eje de su vida. Muestra en sus versos una desnudez poética, sintetizadora,
intuitiva que cautiva al lector, se posa dentro de su ser y le exige, al mismo
tiempo, una actitud espiritual abierta a los conceptos que las palabras van
encadenando.
Leí por primera vez a Clara Janés en 1984 y ya no pude dejar de hacerlo
jamás. Cayó en mis manos su poemario “Vivir”, complejo pero lleno de amor por
la vida, por el descubrimiento de nuevos caminos, la fusión con el paisaje y un
cierto toque existencial. Este es el primer poema de Clara que leí. No es el
primero del libro. Abierto al azar entré en los siguientes versos:
Los muros violeta
emergen imperiosos
proclamando su ausencia
y el poder que transmiten
ofrece toda opción.
Voluntad de vivir afirmo
ciegamente
y la irrealidad se desvanece.
Desnuda
hasta mí misma
me
sumerjo en la arcilla
y
empiezo a caminar
palpando
la materia.
Con Clara Janés en Vigo |
Y quedé enamorado de lo que me
decían.
Porque Clara es Kampa y Holan, es
sutileza, desnudez ornamental. Clara es música y Mompou, es la poesía imaginal
de Cirlot, la agudeza de María Zambrano, las formas de Chillida. Clara es
mitos, espiritualismo, aforismos y resonancias. Es amor, es erotismo, es
adentrarse en bosques oscuros, es infancia, es ausencia, es recuerdo, es
compromiso, es conexión con lo espiritual, es puro goce, es sensualidad.
La poesía de Clara Janés , de
palabra cuidada, elegantes imágenes, nunca pierde de vista lo intelectual, sin
prescindir del ritmo, la música y la sensación del transcurrir del tiempo.
Seguiría hablando de su poesía,
porque me embruja su palabra poética. Pero he de decir que me embruja, todavía
más, su faceta humana. Conmigo ha sido y es realmente encantadora. Recuerdo el
paseo que dimos por la Alhambra, hace unos años, con ella Susi y yo.
Maravillosa mujer. De una cultura vastísima, da gusto oírla hablar. Y la obra de Lorca,
que compartimos con ella al pie de la Alhambra, quedará guardada en mi corazón
para siempre.
Le
escribí cuando apareció su último libro de poemas. Lo vi en mi librería
habitual, en Librouro, lo compré con los ojos cerrados. Le envié un correo para
comentárselo. Su respuesta fue de lo más cariñoso.
Querido
Antonio:
¡Qué alegría
tener noticias tuyas, significa que estás más animado! Con frecuencia te he
recordado…
Y continúa contándome cosas
personales en un año no muy benigno para ella, más bien tremendo, entre
enfermedades, neumonías y una pérdida muy importante.
Pero Clara Janés no se deja vencer.
Es una luchadora y recurre a Rosa Chacel para decirme que “hay que seguir,
agradecerme el correo “he tenido una hermosa compensación” y “seguiremos mientras estemos vivos”, siguiendo
el hilo de la escritora vallisoletana.
Y con su generosidad habitual para
conmigo, en esta ocasión para vosotros, lectores y lectoras de Versos e
aloumiños, me envía un poema inédito.
¡Vaya lujo! ¡Vaya honor!
Gracias, Clara, por ser tan
sensible.
INTENSIDAD
DEL SUEÑO
Tengo
frío bajo un arco que separa la existencia y la luz
Antonio Gamoneda
Luz y sombra,
humores del espacio,
lluvia y llanto
sobre nuestra inocencia
que acude al espejismo...
Venga la luz
y diga el árbol
que es falaz su no ser
y lo demuestre
con la función clorofílica,
y el cristal
transforme
su intangibilidad
en fuego,
y el agua suspendida
la divida en arco de colores
que se filtre
en la mente del que duerme
e intensifique el sueño.