jueves, 28 de agosto de 2014

UNS DÍAS CON FILMES DE INTERESE.



    
   
           Nestes últimos días vin unha serie de películas, algunhas das cales petaron moi forte en min ata sacudir intensamente o máis íntimo.
     Chámolle ao feito de ver cine na casa, a Sala Ernst Lubitsch pola admiración que sinto por este director dende hai xa ben anos.
     Falemos dalgunhas delas.
      
     Non me gustou, por exemplo, Nostalxia de Andrei Tarkovsky. Confusa, pretensiosa, pesada ata a extenuación, recoñezo que non puiden con ela. Moitos dirán que é unha eiva cinéfila. Pois si,será iso. Non o discuto. Pero a min aburriume en exceso. Que lle vou facer! Sei que está moi valorada, que recibiu unha chea de premios. Sei que posúe un gran talento visual, entre algunha outra virtude, pero a min “Nostalxia” pareceume fría, excesivamente lenta, redundante, escura e carecente de emoción. E así quero expresalo.
      

     Gocei, unha vez máis, co mellor cine do xenial Woody Allen. Desta volta, unha nova revisión de Maridos e mulleres. Intelixente sátira sobre a sociedade americana (e de calquera país), na que o drama, a ironía e mais a comedia van da man para alegría do espectador. As boas películas de Allen non perden vixencia.
    

     Entusiasmoume o papel dun Leo di Caprio mozo, un dos meus actores favoritos, na tenra ¿A quen ama  Gilbert Grape?, un drama familiar no que Lasse Hallström nos amosa o tema da discapacidade e da vida rural en Norteamérica. Moi ben, ademais, un  Johnny Depp con vinte anos menos. Estamos falando de 1993.
      

     De novo Leonardo di Caprio, da man do gran Scorsese, asómbranos no despregue visual que é  O lobo de Wall Sreet , unha película  que trata a vida e o ambiente dos corredores de bolsa de Nova York, con todos os seus excesos (sexo e drogas). Un filme que nos introduce no caos financeiro e no culto ao diñeiro nos anos 80.
     

      
       Pero quero determe en dúas cintas que bateron en min polo bo cine que conteñen, aínda que unha delas, Só o vento , non acada a unanimidade de gran película.
     Para uns, esta coprodución húngaro-alemá-francesa resúltalles pesada e confusa na súa narración (Carlos Boyero, por exemplo) ou “unha pataca na retina” (Luis Martínez), para outros, entre os que me inclúo, é unha narración desgarradora sobre a vida dunha familia xitana, que debe sobrevivir na miseria cotiá entre o medo a ser atacada por pistoleiros racistas e  a triste realidade que os envolve.
     Con primeiros planos moi dinámicos, unha estética que absorbe, con pouco diálogo, este filme reflicte a barbarie humana a través dos xestos, das accións dos personaxes e unha linguaxe de cámara realmente magnífica.
      

     

      E a outra, a alfaia desta semana foi, sen dúbida, a marabillosa Cando pasan as cegoñas, obra mestra  realizada na Unión Soviética no ano 1957 polo director Mijaíl Kalatozov, sobre un guión de Viktor Rozov.
     Verónica e Boris son dous mozos moscovitas que están namorados, que se ven forzados a separarse cando estala a Segunda Guerra Mundial. Boris alístase no exército para ir á fronte.
       
      

     Un drama romántico e de guerra, que afonda nos sentimentos íntimos das persoas. A crueldade da guerra vai cambiar os comportamentos dos personaxes e a soidade e mais os soños veranse truncados polo ruído das armas. Os caracteres deses personaxes están perfectamente marcados na película. Os primeiros planos permiten expresar neles todo o sufrimento que os envolve e a actuación de Tatyana Samoylova, no papel de Verónica, resulta verdadeiramente sublime.


     O director intenta, e consegue, tratar o tema emocional por riba dos acontecementos militares. Dinámica, rica e moderna visualmente, “Cando pasan as cegoñas” está ateigada de escenas memorables.
     Unha xoia que recibiu a Palma de Ouro no Festival de Cannes en 1958 e foi nominada a varios premios BAFTA.
     Un pracer gozar con este cinema de auténtica calidade. Descubrilo foi un luxo.         Altamente recomendada para os amantes do bo cine.


                                                                                                                   ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO

lunes, 25 de agosto de 2014

ANTONIORROBLES MERECE MÁS RESPETO.



    
Así se honra a un gran escritor.
Alucinante, sencillamente alucinante. En este país puedes encontrar las barbaridades más grandes en muchos campos, pero en los de la cultura…
      
     Llegué por casualidad un día a Robledo de Chavela, un pueblo de la sierra madrileña que me sonaba mucho por algo.
     Le pregunté a mi amigo qué había por esos lares que me pudiera sonar. No era capaz de recordar. Desde luego, era algo que me había llamado la atención en el pasado. En el franquismo. 
     Y él, mi buen amigo, me sacó de dudas:
      
     -En las afueras de Robledo – me explicó-, está la base de seguimiento de satélites de la NASA y el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial).
      
     - Efectivamente – le contesté. Ya me acuerdo.  En esta estación se recibió la primera fotografía de la tierra vista desde las cercanías de la luna.
     
Antoniorrobles

      Todo esto viene a cuento porque mi amigo me contó que en este pueblo había una placa dedicada a Antoniorrobles que estaba en un estado lamentable. Me dolió y mucho. Entonces le insté a que me la mostrase, pues quería hacerle una fotografía. Así fue.
       
     El día anterior me contó mi amigo que el gran escritor había nacido en Robledo de Chavela. Más tarde, el exilio, en México y, por fin, en El Escorial.
      
    



     Cuando llegamos al lugar indicado, me cayó el alma a los pies. ¿Cómo se podía ser tan insensible? ¿Así valoramos a alguien que fue pionero, antes de la guerra, de un enfoque abierto de la  LIJ? Y si le pusieron una placa ¿por qué no la han mantenido en buenas condiciones? Asco y rabia sentí delante de lo que estaba viendo.




      
    
¿Dónde está la casa?
Leí avergonzado:  “En esta casa nació…” . Busqué la casa. No existía. Un solar con maleza aparecía detrás de la placa, oxidada, sucia, de difícil lectura. Allí sí, debió de estar la casa donde vio la luz el genial Antonio Robles Soler (1895), autor de cuentos llenos de humor, quien a instancias de un amigo comenzó a escribir para los pequeños. Un encargo sirvió para dar a conocer a alguien que tuvo que marchar a México tras el fin de la guerra civil y que fue publicando sus escritos en las páginas de las revistas y los periódicos infantiles más importantes entre 1925 y 1936.
      
Jaime García Padrino
     Como dice Jaime García Padrino: “Antoniorrobles quería terminar con las guerras entre los hombres, aunque para ello fuese necesario cortar los cables del teléfono y patear las palabras de una desgraciada decisión de guerra… O hacer que unas jirafas creciesen, no para luchar mejor contra la aviación enemiga, sino para pilotar él mismo una avioneta desde la que dar unos toreros capotazos a esos crecidos animales…”  Y añade el gran investigador:  “Tampoco le hubiese gustado a Antonio vencer al enemigo cuando éste estaba a su merced para no aprovecharse de unas condiciones desiguales. Fue un hombre que  siempre creyó en la llegada de un día  en el que todos ´aprendamos  a perdonar para que ya no haya  que perdonar a nadie ´ ”.
     

      De él, Ramón Pérez de Ayala dijo en su momento: “Es el primer escritor infantil: incluso en el sentido del único. Pero por muchos que vengan detrás es difícil que le oscurezcan”.
      

      Cristóbal de Castro, escritor y político cordobés de la época, comentó: “Recoge la ternura sencilla y clásica de Andersen y la nueva y compleja de Tagore”.
       

     Esteban Salazar y Chapela escribió: “Porque Antoniorrobles no se acerca a los niños con tono pedagógico, sino simplemente jugando”.
      
     Y el gran Cansinos Assens dijo de él: “Manejando imágenes de poeta, un joven escritor de entre nosotros – Antoniorrobles- ha escrito un libro que le ha granjeado un amplio círculo de pequeños lectores”.
      
     Antoniorrobles  dejó en sus libros personajes tan atractivos como la bruja Doña Paz, Don Zas Tinoco, el cabo Pipa, Felipote Redondo “Gordinflas”, la Princesita Plata y el Príncipe Rosquilla entre muchos otros.
      
     Regresó en 1972 a El Escorial donde, como dice García Padrino “le gustaba recibir a sus amigos en la salita de la casa familiar, lugar en el que evocaba, con sus ojos ya sin luz, anécdotas curiosas, en las que el humor y el alma siempre infantil de Antonio se enredaban juguetonas entre las personas y los objetos de la habitación”.
      
     Allí murió en enero de 1983 sin hacer ruido.
     En 1932 le fue concedido el Premio Nacional de Literatura, por una obra capaz de arrancar crueldades y acercarla hacia la bondad y el buen humor. Alguien, capaz de cambiar la literatura para los pequeños (y los no tan pequeños) enfocándola hacia los parámetros de la ternura, la crítica y la inteligencia.
      

     Bien, pues a un hombre de esta altura no se le puede hacer mayor desprecio que el que viví en persona en Robledo de Chavela. Aún no salgo de mi asombro. Es, entonces, cuando uno comprende el nivel cultural de gobernantes y el desconocimiento de las personas lisas y llanas de los autores/as que aportan sentido a la vida. Todo ello se traduce en el vergonzoso índice de lectura de un país que se dice avanzado. Para reír y llorar. Un escándalo, que pasa desapercibido para la mayoría, pero no para aquellos que creemos que la lectura es un bien cultural, humano y sus escritores y escritoras, son seres que merecen el mayor de los respetos.
      

      Vaya desde aquí, desde Versos e aloumiños, nuestro más profundo homenaje a uno de los escritores de esa literatura tan ignorada, pero de tan alto nivel literario, que es la Literatura Infantil y Juvenil. Gracias a personas como Antoniorrobles, aunque a muchos les duela o sean unos ignorantes supinos, la literatura para los pequeños tiene un valor infinito.

     Unas líneas de este gran escritor cierran este artículo, recuerdo entrañable para todos nosotros.
    


      Estaba enamoradísimo de la Princesita Plata el Príncipe Rosquilla, alegre también y simpático; pero que a veces se ponía de muy mal genio, cuando lo contrariaban.
   Rosquilla gobernaba una nación vecina, cuyo nombre era Caracolcoles de la Mancha, donde el Príncipe y unos cuantos amigos cazaban cebras con red y elefantes con cañas de pescar desde las copas de los árboles(…)
                         (De La princesita sin par y las hojas sin afeitar. Ed. Miñón)

            
                                                                                                             ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO