martes, 16 de abril de 2013

A luz das palabras (22) María García Esperón



María García Esperón

Con María García Esperón me puso en contacto mi amiga Rosa Serdio, a través de varios correos electrónicos. Tenía mucho interés en que coincidiéramos, porque María era una persona con la que colaboraba en sendos blogs muy interesantes.
Rosa Serdio es la maestra  más entusiasta que conocí. Sus poemas, su trato con los niños, sus actividades son ejemplares.
María García Esperón es una persona con una actividad literaria frenética.
La conocí en internet y he de decir que siempre fue muy agradable conmigo y muy entusiasta con mis poemas, tanto fuesen en gallego como en castellano. De ellos realizó unas composiciones audiovisuales muy atractivas.
María García Esperón, nacida en Ciudad de México en 1964, es una escritora dedicada a la LIJ.
Estudió  Letras clásicas y es una excelente periodista. Apasionada de las lenguas modernas, no dudó ni un minuto en acercarse a mi poesía en gallego y decirla en voz alta con mucho sentimiento. La hizo suya, a su modo. María es una amante de la historia, de la arqueología y de las técnicas modernas. Algunos hechos y personajes de la historia de su país se reflejan en libros tan interesantes como Mi abuelo Moctezuma, publicado en España por la Editorial Edelvives, col. Alandar, en 2009. A María le gusta recitar y lo hace con mucho cariño, dramatizando el poema. Las imágenes y la música son preciosas. Tiene, además, diversos blogs poblados de noticias y literatura de calidad incuestionable. Escribe para los pequeños con un respeto y un cariño muy honestos. Su éxito es indudable.
Tengo en mis manos el libro Tigres de la otra noche, Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2005. Es un texto original,  acompañado por unas ilustraciones atrevidas y rompedoras de Alejandro Magallanes.
 
El poemario empieza así:
                                  
                                Hay un tigre
                              bajo mi almohada
                                todas las noches
                                    estrena rayas.



A María García Esperón la conocí personalmente en León (España), con motivo del Festival Verso en nubes, organizado con tanto acierto, por Asun Carracedo. En dicho Festival coincidimos en recitales, conferencias y suelta de globos.
Viva, dinámica, nerviosa, le encanta hablar con unos y con otros. Su carácter, abierto, rezuma felicidad. Yo le regalé algunos libros de poemas y ella me obsequió con los interesantes Copo de algodón y el ya aludido Tigres de la otra noche.
Por eso está hoy en Versos e aloumiños. María nos regala un texto muy sabroso sobre la lectura y dos poemas sonoros y brillantes para los chavales.




 Se queredes escoitala recitar en galego e ver as montaxes que fixo cuns poemas meus, podedes facelo nestes dous vídeos que atoparedes a continuación:


     


Viaje al centro de la felicidad
La lectura como eudaimonía



Para el sabio Aristóteles, toda vida es una eudaimonía: una tendencia hacia la felicidad. En este sentido, todo volver las páginas y repasar con el dedo los renglones, evocar alguna palabra, un verso o una historia leída es una voluntad de felicidad. Leer, así, sería una ética que persigue la felicidad como su fin último, pero una ética y una persecución que va encontrando su fin en su mismo hacerse, en su mismo leer y leerse.

Quien practica un arte o un deporte ha sentido ese estado especial que parece crear una burbuja protectora a su alrededor: al bailar el estrés se suspende, al pintar los colores del mundo cambian de velocidad y de tesitura y se hacen amables, al entonar la piel y los músculos en el juego en equipo y acelerar la sangre y el entusiasmo queda un remanente de buen humor y de apetencia de más juego, de más oxígeno, de más colores. Los artistas y los jugadores repiensan el mundo y lo re-sienten, lo resignifican y lo dignifican.



Así el lector distendido en su libro, a pegaso de letras y alado de párrafos vuela en pos de espacios felices que son el vuelo mismo. Un libro y un filme –La historia interminable de Michael Ende-  han tipificado admirablemente esos momentos mágicos en que nos urdimos de letras al introducirnos valerosos y confiados, guerreros y amantes en lo que dicen los libros, en lo que nos dicen los libros.
Porque al leer dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en nosotros mismos pero plurales, polidimensionales, potencialmente infinitos. Cuando la infancia descubre la lectura en este sentido no apetece juego más alado, magia más absoluta. Los niños lectores encuentran en el libro el espejo de su condición sagrada. Porque la infancia es ese estadio de la edad humana en que la realidad se percibe en su misterio completo, en sus colores prístinos, en su sol absoluto, en sus cuevas llenas de tesoros y en el amor inmortal y dulce y misterioso y puro.

Quienes leen mucho han soñado mucho. Y quienes mucho han soñado y leído también han amado incansables, han amado por toda la eternidad y gracias a que han leído ese amor que se vive en todas las letras del mundo se conservan eternamente jóvenes. Porque han labrado su interioridad con el cincel purísimo de la conciencia de quien ha escrito esas letras que filtran su sonido como una caracola por el oído todo ojo del lector, sobre todo cuando este es un niño, cuando esta es una niña.
Neno lendo na Feira do Libro d´A Habana

El arduo Gilgamesh de la voz cuneiforme pidió a Utnapishtim le revelara el secreto de la inmortalidad. Con gusto lo haré, dijo el Noé babilónico, te lo diré en el curso de mis historias, que has de escuchar sin dormir, aunque te parezcan largas o con vocablos y expresiones sin aparente pertinencia. Entreverados en mis sentencias, mis descripciones, mis memorias encontrarás la inmortalidad, la juventud, el amor, la eternidad. ¡Pero no te duermas, Gilgamesh! Y Gilgamesh cansado por el viaje emprendido y por sus muchas aventuras, se duerme y no se entera. Del mismo modo el dormido Odiseo no se enteró que estaban a su alcance los perfiles de su Ítaca cuando sus compañeros abrieron la bolsa de los vientos que los llevaron otra vez al exilio y a la incertidumbre que obtienen quienes no están despiertos del espíritu, quienes no escuchan con la mente, quienes no leen con la piel y el amor y la esperanza y los ojos bien abiertos.

Porque no basta leer por prescripción y convertirte en estadística o en índice de lectura. Hay que leer despierto, hay que despertarse en los textos. Hay que despertar al texto. Besarlo con el amor del alma, beberlo con toda la sed de los desiertos, romper los cardos y las ortigas de los cien años de olvido, atravesar con la espada del entusiasmo al dragón de la indiferencia, a la hidra de la ignorancia conforme, al leviatán de la moda que uniforma y tipifica y anestesia la conciencia anhelante.

Porque nos reconocemos felices cuando leemos. Felices y satisfechos. Porque en nuestro leer tenemos la llave para hacernos felices, para alcanzar el ser pleno, otra vez: eudaimonía eufónica y sinfónica, donde escuchamos resonar nuestras potencias intelectuales y afectivas como si de un concierto se tratara, donde escuchamos con los ojos las voces de nuestro pasado y percibimos el murmullo esperanzado de nuestro futuro. Leer es la experiencia completa, la máquina del tiempo, la alfombra mágica, el viaje efectivo y poderoso al centro presente y perfecto de nuestra propia felicidad.
                                                            
                                                                                   María García Esperón



Y ahora, podéis leer los dos poemas para los pequeños que nos ha enviado.


Mi bosque encantaba

Mi bosque cantaba
canciones de bruma
a la luz tan clara
de la luna luna.

Mi bosque encantaba
con menta y romero
y con manzanilla
cumplía mis deseos.

Me contaba historias,
me subía hasta el cielo.
Me daba monedas
de amor y de sueño.

Cuando despertaba,
mi bosque encantado
se iba a la escuela
conmigo a mi lado.

Y en la noche noche
contigo soñaba
porque desde entonces…
mi bosque encantaba.


Recitando en el Festival "Verso en Nubes"


Era un dragón blanco


Era un dragón blanco
con alas de plata
con uñas de cobre
y lengua escarlata.

Vivía en una cueva,
guardaba un tesoro:
era un solitario
rodeado de oro.

Un día un caballero
al bosque llegó.
Buscaba el tesoro
del blanco dragón.

Al verlo en la cueva
la espada sacó
y quiso clavarla
en su corazón.

Mas el dragón blanco
levantando el vuelo
le dejó el tesoro
a aquel caballero.



Yo ya estoy cansado
de cuidar el oro,
de ser solitario
¡es tuyo el tesoro!

Y aquel dragón blanco
de alas de plata
de uñas de cobre
y lengua escarlata

se marchó volando
en busca de amor,
por cielos azules
y el cuento acabó.

 
Con Antonio en León