lunes, 17 de junio de 2013

A LUZ DAS PALABRAS (25) Rafael Cruz-Contarini



Rafael Cruz-Contarini

Compartimos mesa redonda en unas Jornadas dedicadas a la Creación Literaria en Compostela. Hablamos, y mucho, de LIJ en general. Cada uno de los componentes de esa mesa expuso su visión personal del acto creativo, además de otras opiniones sobre la literatura y los pequeños.
Fue muy rica su exposición.  Se llama Rafael Cruz-Contarini, escritor pero, especialmente poeta.
En la cafetería donde estuvimos tomando un chocolate yo, un café él, puedo afirmar que nos conocimos, con todo lo que significa el verbo conocer. Que creamos un vínculo invisible, aunque profundo entre nosotros. Fue como un flechazo literario. Él, nacido en Montilla (Córdoba), residente en Sevilla. Yo, gallego, nacido en Vigo.Los dos, poetas, con un cariño especial hacia los niños y niñas (y a los no tan pequeños).
Los dos, docentes, decididos a seducir a nuestros alumnos con la palabra poética. Y en esto, apareció la figura de Bob Dylan. Ambos éramos (y seguimos siendo) devotos del genio de Minnesota. Parecía increíble. Y la generosidad de Rafael cobró forma en un regalo que conservo con un cariño enorme: la película de Scorsese, No direction home, todo un monumento a cierta trayectoria del poeta del rock. Dylan, siempre Dylan uniendo corazones. Permitiéndonos compartir sus letras y su música. Haciéndonos sentir lo conmovedor de unas huellas que va dejando un artista sin par.
Hablamos y hablamos mucho en esa cafetería. Y, cuando nos despedimos, decidimos que esa relación no podía evaporarse. Había que mantenerla. Valía la pena.  Los dos estábamos convencidos. Así fue. A través de correos electrónicos en ambas direcciones mantuvimos vivo el contacto con lo que fue creciendo una complicidad fuerte. Con llamadas telefónicas, seguimos compartiendo penas y alegrías. La amistad llamaba a nuestras puertas. La dejamos entrar. Un gran acierto.
Un día tuvimos una idea hermosa, que nos bullía internamente, aunque en silencio. Teníamos que hacer algo juntos. Por la distancia que nos separaba, podía parecer que no sería factible. Vigo y Sevilla estaban ( y siguen) a muchos kilómetros de separación.  Pero, ¿para qué existía internet? Podíamos sacarle jugo a los correos electrónicos.  Y nos lanzamos a la aventura.  El reto fue un poemario, a medias, escrito a dos manos. ¿Un riesgo? Desde luego.  ¿Podría convertirse el proyecto en un fracaso? Por supuesto. Supongo que ambos lo pensábamos pero no lo manifestamos en ningún momento. Lo que yo escribiese podía no gustarle a él y viceversa. ¿Nos embarcamos? Rafael dijo sí. A mí también me apetecía hacerlo pese a esas reticencias. 
Y ahora, he aquí, un poema que me dedicó en medio de nuestra labor tan llena de emociones.
Impresionante.
¡Qué persona!
Nunca olvidaré este poema.

 Querido amigo-poeta:

Estas palabras que a continuación te dedico no son para que las sigas con una estela sino para que las lleves siempre en tu corazón como señal de mi amistad.
                        

Para mi amigo y hermano de palabra, 
                        Antonio G. Teijeiro            


Antonio, te estoy leyendo
y en tus versos estoy yendo
a soles, nubes y lunas
con las estelas del viento.
Tus palabras son brillantes,
dulces, saladas, vibrantes,
hermosas y coloridas.
Luminosas y elegantes.
 
Arquitecto de texturas,
dices palabras-dulzura,
limpias, como paseniño,
que son palabras-ternura.
Escribes una canción
sobre el rosal y el limón,
y en ellos dejas a fuego
la tinta del corazón.
Antonio, amigo-poeta,
en el cielo las cometas
y en tus papeles escribes
el aire por donde vuelan.
                    
                                       Rafael Cruz-Contarini



¿Cómo enfocaríamos el poemario?
Lo tuvimos claro desde el principio. Yo le enviaría unos versos y él terminaba el poema dándole coherencia. Rafael haría lo mismo. Me enviaría cuatro o cinco versos y yo, ¡hala!  a acabarlo de la mejor manera posible. Fue un trabajo ilusionante. Fue una tarea enriquecedora. Un proyecto, basado en el afecto, en el cariño y en una visión compartida de la poesía. ¡Qué época tan bonita! Yo estaba deseando recibir su correo. Él también esperaba el mío. Avanzamos de una manera increíble y a medida que lo hacíamos nos entusiasmábamos. Hubo momentos de un ritmo frenético compensados por otros más reflexivos.  Cuando decidimos poner punto final, ambos estábamos seguros de que nos había salido un buen libro. Era algo que sentimos los dos.  Así nació Estelas de versos, un poemario, sinceramente, muy original.
Una vez hecha realidad la propuesta, había que mover el original. Rafael se entregó en cuerpo y alma a este trabajo. Una editorial le dijo que no les servía porque no se podía utilizar en la escuela, ya que no tocaba los temas transversales. Rafael se desilusionó. Yo, en cambio, me reí mucho ante tamaña majadería. Alguna editorial dio largas y otra no contestó. Yo le decía telefónicamente a Rafael que no se preocupase. Que el libro se publicaría. Ya sabemos lo que es editar poesía.
Estando yo dando unas sesiones sobre poesía infantil y escuela en Cuenca, en unas Jornadas importantes auspiciadas por la Universidad de Castilla-La Mancha, me encontré sobre un atril con unos papeles. En uno de ellos estaban las bases del certamen de Poesía Infantil “Luna de aire” (UCLM-CEPLI). Lo metí en el maletín y me lo traje. Al llegar a Vigo, llamé a Rafael por teléfono. Lo hablamos, le pareció buena la idea y le mandé las bases. Él se encargó de todo.  Lo enviamos a Cuenca y un día del mes de diciembre de 2007 sonó el teléfono. Nuestra  Estela de versos, había ganado el premio por unanimidad entre un montón de originales enviados desde diversos puntos de España, Europa y América. El barco había llegado a buen puerto.
Cuando recibimos el galardón, en 2008, sentimos una emoción muy profunda. El desarrollo del libro había sido increíble. El jurado quedó estupefacto, al ver dos nombres en la plica. La magia poética, otra vez, haciendo de las suyas. El elemento afectivo, que envolvió el proyecto por medio de los versos, demostró, de nuevo, que puede derribar muros y barreras si es auténtico.
Y, sobre todo, Rafael Cruz-Contarini, con una obra sólida, y yo seguimos siendo muy buenos amigos.
¡Cuánto une la poesía!
Leamos algún poema de este libro, que ilustró con gran acierto Fran Collado.




Y ahora, podéis leer un texto y unos poemas de Rafael.

Vale la pena fijarse en sus contenidos.


 LA POESÍA


La poesía para mí es el arte puro de la palabra. Es un don que la lengua nos ofrece en su más alto sentido. Igual que el escultor que elimina del mármol aquello que no sirve para ofrecernos su obra, el poeta intenta eliminar, más que añadir para quedarse con la esencia de aquello que no puede ser expresado de otra forma. De tal manera, que si intentáramos expresar un poema con otras palabras, no solo estaríamos traicionándolo, sino que no estaríamos comunicando lo mismo. Es decir, un poema es la sustancia única, genuina y exacta de aquello que resulta de sus palabras, y no de otras. Un regalo, pues que nos ofrecen o que nos ofrecemos cuando escribimos sobre algo. La intención de la poesía no es tanto conocer ese objeto (ya que todos experimentamos similares sentimientos y emociones) como la perspectiva en que yo soy capaz de vislumbrarlo y descubrirlo. Esa atalaya, ese abismo desde el que nunca nos hemos atrevido, o tal vez nunca nos hemos inclinado o elevado, es el que produce el vértigo de la emoción. Las imágenes que se nos revelan, las que somos capaces de contemplar, hacen de esa visión la maravilla. Por lo tanto, el objeto de la poesía no sería tanto el referente sobre el que escribimos (una caracola, un recuerdo, un insecto, un visión, o lo que sea) como las "tripas" de ese referente. Lo que no se ve y el poeta revela y descubre por primera vez. Y hay tantas visiones de un mismo objeto como poemas existen sobre el mismo. Yo disfruto descubriendo nuevas formas de ver las cosas. Sobre todo cuando desembocan en las emociones más álgidas y vibrantes.

Según el testimonio del poeta J. A. Valente sobre su proceso de creación poética (en Cómo se escribe un poema), y de cómo éste entendía que la poesía era sustancia que se conoce en el mismo momento de ser creada, estuve pensando en la palabra poética como objeto escurridizo, como materia descubierta gozosa y sorprendentemente, y como un regalo que, tal vez, nosotros mismos nos concedemos. A partir de ahí escribí este soneto:





SUSTANCIA ESCURRIDIZA


Quiero saber por qué de mi cabeza

puede surgir, sin más, la poesía.

Una voz, quizás, una fantasía,

o una luz que me alumbra con certeza.



Puede que en mis palabras, la belleza

dure lo que perdure un solo día,

pero habrá merecido la alegría

de haber sentido en mí esa grandeza.


Quiero encontrar aquello que no existe,

aquello que se va porque se escurre

cuando estando muy cerca no lo atrapas.



Puede que al encontrarlo entre tus mapas,



no sean las palabras que quisiste.

Un poema no es más que lo que ocurre.




Y a continuación, dos poemas más de su autoría.



 ARCO IRIS



El orden de la Tierra
pasa por el cordal de tu memoria.

Nadie puede alcanzar,
en vano sacrificio,
el diámetro invisible de tu esfera.

Ni una flecha lanzada,
ni una honda celeste,

ni la aurora encendida…        
Tan solo el latir profundo del gran Rey.

Lunar rocío.
Unas gotas minúsculas
dibujan en su espectro
los nombres conocidos de la luz:
Cromática armonía.

En cada aliento boreal
exhalamos la esencia de tu rosa,
flor partida en minúsculos fragmentos
que se disuelven en el lagrimal.
Es por eso que te vemos, colmado,
en el líquido espacio de los vientos.

Puente infinito.
El sueño inasequible de los sueños.
Quien logre asirte,
corone el firmamento,
verá la refracción de la verdad.
Mosaico de colores,
¿qué señales se esconden tras tu estela?





ROJO VIOLÁCEO
                                   a Nines

La sangre se ha vertido
en dos manos atadas
con la flor de la malva.
La noche es infinito
acierto si en tus labios
el púrpura se agota
con el sorbo de un beso.
La transparencia en bruma
de la luz que nos cubre
en plena primavera.
Aflicción de los astros
que al conjugarse infunden
las sombras de la nieve,
el brillo de la sal,
el fulgor de tus lágrimas,
perseidas del amor,
en tu universo, y allá
nos guarde la alegría
del viaje inoportuno.


© Rafael Cruz-Contarini  




En Baeza, con Agustín Fdez. Paz, Gonzalo Moure, Antonio y Rosa Serdio.