El títere Antonio |
Hay detalles que no se olvidan.
Hay personas que regalan nubes en silencio.
Hay estrellas que inventan escaleras para bajar a
las habitaciones de los niños y darles su luz.
Conocer a Juan Carlos y a Lurdes fue algo de difícil
definición. Mejor dicho, no es posible definir su cariño, su amabilidad, su
respirar sensible.
Juan Carlos, ya lo conocéis, sí, sí, Martín Ramos. Ese
mismo. Un enorme poeta. A mí me parece un maestro del verso. Sus poemas son joyas auténticas.
Y Lurdes López. ¡Ay, Lurdes! Una mujer increíble. Una
titiritera, una creadora, alguien que conoce a los muñecos mejor que cualquier
persona. Su texto sobre los títeres tuvo una gran aceptación en el blog. Es un ser maravilloso.Y su mundo es el mundo de los teatrillos. Lo conoce al dedillo.
Pues este caballerete y esta caballereta, permitidme
estos vocablos, me dieron una sorpresa hace ya unos días que puedo considerar
mayúscula y emocionante.
Me enviaron un títere desde Ugena (Toledo) que me
dejó conmovido. Me enviaron un “alter ego” mío. Con la pajarita porque a Juan y
a mí nos gusta Lorca, con chaqueta negra y camisa verde pistacho como las mías.
Y el bueno del otro Antonio lleva en la solapa una chapa de Bob Dylan. (Qué
raro, ¿no? Increíble. Maravilloso. Un verdadero lujo.
Venía acompañado de la estaca de Gorgorito (¡anda
ya!), de una cariñosísima carta y de un poema dedicado, manuscrito con esa
letra hermosa que Juan tiene. El poema, como no podía ser de otra manera,
precioso y lleno de un cariño que no sé si merezco.
Lo que sentí no lo puedo explicar, aunque me sentí
muchas cosas.
Me sentí
nube, me sentí estrella, me sentí niño al que le alumbraban sus sueños, me
sentí árbol, me sentí ola, me sentí…¡Qué sé yo!
Dicen en la carta:
Teníamos
la sospecha (sólo la sospecha) de que a Antonio podía hacerle ilusión que se
colara en la intimidad compartida y entrañable de vuestra casa un títere.
Así
que no hemos podido aplazarlo más. Un día de Julio, Lurdes y yo nos miramos y
nos pusimos manos a la obra (…)
Y más adelante escriben:
Ya
os habréis dado cuenta que el parecido con el original no está muy logrado.
Pero no importa. Con los títeres pasa como con los perros, que a medida que
pasa el tiempo el perro y el amo se van pareciendo cada vez más.
Aunque
es verdad que los títeres no entienden de amos, que son ellos los que dan las
órdenes al titiritero. En fin, Antonio, ya os entenderéis vosotros (…)
El poema, la carta y la estaca de Gorgorito. |
Y me río cuando me hablan de la cabeza y las manos
hechas de pasta de papel, fabricada haciendo pedazos hasta su más mínima
expresión las páginas de economía de un periódico donde un experto explicaba
las razones “inevitables” de la crisis mundial. E irónicamente me cuentan que
en este momento no tenían a mano un artículo de Vargas Llosa, porque a mí me
habría hecho mucha ilusión.
¡Qué zánganos! Saben bien de mi nula simpatía por el
escritor peruano.
No dejo de reír cuando me hacen saber que la chapa
de la solapa ha sido elegida al azar. ¡Ay, cómo son estos artistas!
¡Cuánto me gustan los títeres! Me apasiona ese mundo
que refleja los sentimientos de los seres que vivimos en este planeta. ¡Qué bien
lo reflejan! Con sorna, con ironía, con humor, en movimiento constante,
utilizando palabras punzantes y sonriendo, ponen en solfa la hipocresía, la
injusticia de esta sociedad que formamos todos. Y a todos se dirigen pues, con
su vida propia, ruborizan, incluso, a los que los manejan. Manejar, por cierto,
es un decir. Ellos son los que mueven los hilos.
Y sigue diciendo su carta:
El
títere traía un poema en el bolsillo secreto. Os lo hacemos llegar, porque
parece ser que está dedicado a un tal Antonio, maestro de la estaca y de la
poesía, y como además de la coincidencia del nombre se habla de un pulpo en uno
de los versos, hemos pensado que, siendo tú (el Antonio real) gallegoy
mariñeiro, no te importaría darte por aludido y hacerte cargo de las cosas que
dice (…)
Pues nada, vamos a leer el poema:
Y acaban la carta de la siguiente manera:
Como
el títere ha estado en casa con nosotros más de un mes, le hemos tomado mucho
cariño y le vamos a echar de menos. Pero ya sabíamos que esto iba a pasar y,
por otro lado, no creemos que pueda ser más feliz en otro sitio que armando
gresca a vuestro lado. Confiemos en que llegue sano y salvo. Un abrazo muy…
Y yo les digo:
Llegó. Llegó. Siento mucho que os hayáis desprendido
de él, pero os aseguro que está muy tranquilo y contento. Escucha mucha música.
Ve fotos. Se pierde dentro de los cuadros. Ríe a menudo y nos contagia. Y yo
creo que, en bajito, hasta tararea alguna canción. Además ya está dando sus primeros pasos en gallego. Es muy inteligente.
Se porta de maravilla. De gresca, nada.
Eso sí, no para de hablar de vosotros. Siempre bien,
¿eh? Nosotros, felices de que todo se haya desarrollado así.
Lo queremos tanto como vosotros y como a vosotros.
Gracias, amigos. Da gusto que el elemento afectivo
esté presente en nuestras vidas.
¿Qué sería de todos nosotros si no fuese así?
ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO