Ricardo Gómez |
Coincidimos en unas Jornadas
literarias organizadas por la Editorial
Luis Vives en Santander. Estaba con su amigo Gonzalo Moure y no me
acerqué a ellos, a pesar de que me encantaba la literatura de ambos.
Lo conocí personalmente, cuando
vino al centro en el que doy clase para tener un encuentro
con los alumnos.
Me sorprendió, sí. Me sorprendió
por su cercanía, por su amabilidad, por la conexión con los chavales, por su
manera de concebir la literatura, por su punto de vista alrededor de la función
del escritor. Todos de acuerdo: Ricardo
Gómez es un encanto.
Ahora, casi siempre que viene a
Vigo con tiempo, aunque no sea mucho, nos llama y cenamos juntos. Un auténtico
placer compartir el tiempo con él.
Mas, por encima de todo lo dicho, Ricardo Gómez es un gran escritor. Sus
libros, vayan a quien vayan dirigidos, están muy trabajados, no rehúyen ningún
tema por muy espinoso que sea, poseen sentido del humor si así lo requiere la
historia o pueden llegar a ser muy duros. Ricardo
Gómez tampoco esconde el sentido
poético que se percibe en la mayoría de sus historias.
El secreto de una obra tan brillante y valiosa
está en su compromiso literario. Sí,
la literatura por encima de todo. Sin concesiones. Nada debe empañarla. Es
exigente con el lector. Procura, y lo consigue, no rebajar en ningún momento la calidad de lo que
escribe.
Mesa redonda en León. Ricardo, a la derecha en la mesa |
Compartimos muchas cosas, desde el
punto de vista del escritor. Por ejemplo, ambos llevamos muchos años afirmando
que el escritor es fruto, principalmente, de su experiencia lectora. De ahí, la
importancia de poner en las manos de los niños y niñas, de los jóvenes, libros
interesantes. Y aquí insisto, para quien
lo quiera asumir, que no se puede escribir bien si no se lee. Imposible. Y
añado, además, que un buen escritor o escritora de narrativa ha de ser un buen
lector de poesía. Ricardo Gómez es
un claro ejemplo de ello.
Queremos mucho a Ricardo, porque se hace querer con su
actitud tan entrañable. Tan exquisito en el trato como con sus novelas.
Ha ganado premios muy importantes
(el último, el Alandar de Edelvives)
y yo me alegro mucho porque Ricardo
es, además de todo lo dicho, un hombre valiente que asumió un reto: dejó la
cooperativa en donde era profesor de matemáticas para dedicarse únicamente a
escribir. Comprendió claramente que esa era su gran pasión. Y se arriesgó. Le
salió muy bien.
Ha llegado a decir que “ matemáticas y literatura son parcelas de un
mismo paisaje, maneras complementarias de considerar la realidad”.
Con Antonio en Madrid |
Leí por primera vez a Ricardo en 2002, con un libro que me
mostró a un gran escritor: Diario en un
campo de barro. Luego, vinieron muchos más: El
cazador de estrellas (una maravilla), Gente
rara (para morirse de risa), Como la
piel del caimán, 3333, Ojo de nube (otra joya), 7 cuentos crudos (extraordinario), Mujer mirando al mar (poesía hecha
vida) etc. Ahora, Juegos inocentes juegos, Premio
Alandar, está en mis manos.
Estoy de acuerdo con él en que el
autor ha de intentar inquietar, emocionar, sorprender al lector. Para él
escribir ya se convirtió en un vicio. Un vicio, eso sí, que fascina. Resultado,
supongo, de romper con cierta insatisfacción que lo abrumaba cuando daba clases
y escribía.
Ahora vive de la literatura, es de
los escritores en alza en este país y cada vez que aparece un libro suyo, los que lo admiramos estamos de
enhorabuena.
Su compromiso literario, aunque suene a redundancia, la literatura.
Pero Ricardo Gómez no mezcla compromiso personal con compromiso
literario. Y hace bien. A un escritor debemos juzgarlo por lo que escribe. No
por su actitud ante la vida.
Comparto con él, además, el amor
por el libro de papel. Ricardo
afirma que el papel es una reivindicación desde lo humano en un mundo tan
tecnológico que llega a convertirse en pirata. Y añade que “le gusta la caricia del papel”. ¡Qué
bien expuesto! ¡Qué poético! Yo también
necesito esa caricia.
Y no olvidemos, pues es importante,
que Ricardo Gómez es un magnífico
poeta. Se le nota en lo que escribe.
¿Compromiso personal? Por supuesto.
Uno muy claro, con el Sahara, un asunto que considera vergonzoso pues, tras 34
años, ni la ONU ni los gobiernos han querido resolver un conflicto, en el que
hombres, mujeres y niños viven en un desierto terrible y en condiciones muy
difíciles.
Una gran persona. Un gran escritor
que toca, además, varios palos. Libros de LIJ, novelas para adultos, libros de
divulagación científica, matemática, literaria para todas las edades.
Y, por supuesto, poesía. Poesía
honda y de gran calado, como lo demuestran estos cuatro poemas que Ricardo,
siempre tan generoso, nos ha enviado a nuestro Versos e aloumiños.
Gracias, Ricardo. Sabes que estás
en tu casa.
*****************************************************************************
Hasta pronto
Se despidieron los trenes.
Nos dejaron en el aire
un rumor de vuelveprontos,
ecos de adioses prendidos
de las ramas de los sauces.
Se vaciaron los andenes.
Pañuelos de largos vuelos
dormitan en los bolsillos;
zapatos de suela gorda
caminan su desconsuelo.
Se nos fueron los amores.
Me tortura la querencia
de mis dedos por tu cuerpo.
¡Que nadie se entere, amor,
que lloro tanto tu ausencia!
Tiembla la
tierra
Dedicatoria |
Tiembla la tierra, como siempre,
por los lugares más flacos del planeta,
allá donde la miseria se extiende horizontal.
Tiembla la tierra y los valles se encrespan
sobre el suelo,
los cauces de los ríos se encaprichan de los
pueblos
y las montañas se empeñan en mudarse de lugar.
Tiembla la tierra, como es costumbre,
por las costuras más desvalidas.
Los teletipos del mundo se conmueven
y nos ofrecen en los periódicos la imagen del
horror:
la quiebra alborotada de edificios abatidos,
el niño compungido en su reciente orfandad,
los rebaños sin dueño, ancianos sin hogar
y las muecas del llanto en idioma universal.
Tiembla la tierra. Durante días se especula
con los balances de muertos.
Con suerte, se abren cuentas bancarias
donde depositar unas limosnas;
con suerte, la cruz o la media luna rojas
conseguirán llevar algunos alimentos caducados
y unas ropas que estorban en armarios.
Una semana, como mucho, durará
la campaña de solidaridad.
Tiembla la tierra y pronto los geólogos
pondrán el episodio en su lugar.
La tectónica de placas, inexorable,
explica que de vez en cuando a la tierra
se le ocurre mudarse de ademán.
Todos nos quedaremos tranquilos
incluso si se le va la mano en el acomodo:
"¡Qué remedio, es un desastre natural!
Con Susi en Madrid |
Nada tiene que ver con los muertos
que la miseria se extienda horizontal."
La tierra tiembla como siempre
por las heridas más abiertas.
La ciencia pronto dará su explicación.
Pero quedarse conformes, ya no basta,
compañeros.
Lo
comprendo, pero...
Comprendo
que no podáis aflojaros la corbata por las
noches.
Comprendo
que al amanecer de cada día
hayáis de pedir ayuda a vuestros criados
para peinaros el corazón.
que el aire cotidiano os sepa a frutas muertas,
que la luz os desmorone la mirada a cada tarde
o que os turbéis ante un amago de las olas en
la playa,
lo comprendo.
También entiendo
que no podáis vivir sin ajedrez, sin un
proyecto,
que prefiráis ver la espalda de la luna al
corazón del sol,
que no podáis disfrutar de una sonata o de una
flor.
Admito
que no entendáis, por mucho que os lo
expliquen,
que la lluvia no está pensada para vender
paraguas,
que el mundo no termina cuando acaba el asfalto
o que resulte divertido poner nombres a los
vientos.
Lo que ya no entiendo,
es por qué coño no podéis jugar con vuestras
armas
entre vosotros mismos, colocar en vuestras
casas
o arrojaros a la cabeza toneladas de napalm.
Y lo que ya no admito
es que me expliquéis de nuevo el libre mercado
o me digáis que es necesario sostener el orden
mundial.
Por eso os digo:
vestid vuestras gabardinas, calzáos vuestros
uniformes,
colocáos las gafas de sol y marchad con
vuestros tanques
y aviones de guerra hasta el confín del mundo.
Esperadnos a todos allí, que ya iremos a
buscaros
cuando hayamos conseguido hablar con el musgo
de los parques.
(O sea: iros
a tomar por saco para siempre)
V
(de Victoria)
Vinieron victoriosos, vertiginosos, verdugos.
Volvieron voluptuosas vísperas, vanas.
Vencieron villanos vampiros, viles, vengativos.
Violines volaron vulnerables.
Voraces volcanes vierten vapores.
Venenos vegetales vacían vinagre.
Voltean verticales venablos,
Verraquean vituperios virulentos.
Visten vanidosos velos.
Vigilan veredas vulgares.
Vocean vientos vocingleros.
Validan verrugosos vislumbres.
Visionan viveros viperinos.
Vuelan viscerales, vergonzosos.
Vendrán vindicativos vientos.
Volverán verdes valles,
veremos volar vencejos,
versos, violetas, veranos.
¡Volveremos venturosos!
RICARDO GÓMEZ