SURCOS DE LUNA Y
MAR
Juan Carlos Martín
Ramos
Siempre he sabido que algún día tendría en mis manos un disco de Antonio García Teijeiro. Era
inevitable. Igual que era inevitable que por los surcos de ese primer disco
fluyesen juntos el manantial de la poesía y el de la música. Porque el Antonio
que todos conocemos sería otra persona, sería para nosotros un perfecto
desconocido si la poesía, si la música, si la música y la poesía, o viceversa,
no le hubieran dado sentido a su vida.
Antonio descubrió pronto el
mundo de la poesía y el mundo de la música. O tal vez sea más exacto decir que
Antonio descubrió el mundo cuando aprendió a mirarlo y a entenderlo a través de
la música y de la poesía.
No tengo muy claro
si una cosa le llevó a la otra o si la poesía y la música se lo llevaron en
volandas al mismo tiempo. Tengo la sensación de que todo sucedió gracias a un
mismo golpe de viento, a un mismo golpe de mar interior, a un mismo golpe de
necesidad y deseo de libertad, de expresión, de rebeldía.
Es un lugar común, de quienes
hablan o escriben sobre la poesía de Antonio García Teijeiro, decir que sus
poemas son pura música, que cuando dices en voz alta cualquiera de sus versos,
a poco que lo paladees, se te deshace en la boca convertido en una melodía.
En una ocasión, un astuto comentarista de su obra se atrevió a decir
que en su poesía las palabras más que leerse se tararean, más que agruparse en
versos y estrofas, se juntan para bailar sobre el papel ajustándose al
entramado de una alegre coreografía. Es más, llegó a decir que Antonio escribe
palabra por palabra, silencio por silencio, al dictado de su música interior.
En fin, no hay que descartar que algo se hubiera tomado el citado comentarista antes de decir estas cosas, pero
hay que reconocer que dio en el clavo.
No se puede entender la poesía de Antonio García Teijeiro sin su propia
música, de la misma forma que tampoco su poesía, ni su vida, podría entenderse
sin la música de los demás. La que suena en su casa cuando escribe, la que
resuena en su memoria cuando busca palabras para poner en claro lo que piensa y
lo que siente.
“Surcos de luna y mar” es una selección de trece poemas de Antonio. Trece poemas musicados.
Once de ellos por Javier Ruiz y los
dos restantes por Isaac Vega.
Es una selección que, según
he creído entender a su autor, no es fruto de una rigurosa y exhaustiva
búsqueda de sus poemas más significativos o emblemáticos sino el resultado de
una elección aleatoria que Antonio hizo mientras hojeaba al desgaire su
antología de poesía en castellano, “Desde mi voz”.
Es posible que no le haya
entendido bien o que el autor, si lo dijo, o yo, que lo
recuerdo así, estemos exagerando un poco.
Sin duda, los poemas podrían ser otros, pero todos los que aquí
aparecen, ya sea elegidos por el azar o señalados por el dedo divino de su
autor, son sin duda alguna representativos de la manera que Antonio tiene de
concebir la poesía y de echar a volar las palabras hacia el posible lector o
hacia el posible oyente.
En estos poemas se mezclan temas, autores, personas y referencias
fundamentales en su poesía y en su vida.
En ellos están Antonio Machado
y García Lorca, entre otros poetas,
están Bob Dylan y Paco Ibáñez, está Susi, su sirena, y Libby, su
andoriña, está el mar, siempre el mar, está la música en forma de canciones y está
la poesía encarnada en un poeta vendedor de ilusiones, o en la figura de un
viejo poeta, cansado pero que sigue adelante en su intento de transformar el
mundo...
Javier Ruiz en plena acción |
Anteriormente he dicho que
son poemas musicados, porque así se anuncia en la carpeta del disco. Pero,
llegados a este punto, quiero hacer una aclaración.
La música de Javier Ruiz, y en su caso también la de Isaac Vega, no
está encadenada al pie de la letra de los poemas de Antonio.
No es música para cantar sus versos, es música para que la poesía de
Antonio suene con voz propia.
No quita protagonismo a la propia música de los poemas. No la
transforma, no la traiciona, no la disfraza, no la amordaza.
La música de Javier y la de Isaac recrea la atmósfera del poema, lo
envuelve para nutrirlo de referencias y sugerencias, lo acompaña en su camino,
lo sitúa en el centro del escenario, lo deja suelto en el aire para que suene
fresco y auténtico, sin perder su propia entidad ni su verdadera identidad.
Aunque son dos los músicos,
y por supuesto sin desmerecer el gran trabajo de Isaac, creo que es de justicia
destacar especialmente la labor y la implicación de Javier Ruiz en este
proyecto. No sólo porque se le podría considerar coautor o corresponsable de la
existencia de este disco, también porque a lo largo de los once poemas que ha
musicado se revela como un auténtico hombre-orquesta que mezcla instrumentos,
estilos, sones, sonidos y grabaciones varias, construyendo la trama del tapiz
poético del disco con los hilos de una música de gran sensibilidad y capacidad
evocadora.
Bueno, pues ya lo sabéis.
Aquí está, por fin, a nuestro alcance, “Surcos de luna y mar”.
Antonio le puso voz a sus poemas y Javier e Isaac compusieron e
interpretaron la música. Misión cumplida.
De acuerdo, también fue necesario grabarlo, mezclarlo y, perdón por la
palabreja, “masterizarlo”. Dicho queda.
Pero aún hay más.
¿Cómo habríamos entrado en la intimidad de este histórico encuentro
poético-musical entre Antonio García Teijeiro y Javier Ruiz sin esa foto que
aparece en la contraportada del disco, sin esa imagen capturada por la
intrépida Susi Fernández en primera línea de fuego, a tiro del salivazo
desbocado del poeta y de las cuerdas a punto de romperse del músico?
Y no sólo eso.
Los poemas del disco están llenos de imágenes, es verdad, pero ¿cuál es
la imagen del disco, cómo lo identificaríamos en las estanterías entre los
éxitos de “Los 40 principales” de hoy y los saldos de “Los 40 principales” de
ayer sin una imagen potente, sugerente, inequívoca, que lo singularice, que le ponga
cara al disco y nos ayude a encontrarlo?
Ahí llegó una gran artista, Yuya,
la autora de la hermosa portada del disco.
Hay que decir, para ser justos, que en realidad no estamos asistiendo
al lanzamiento del “primer disco” de Antonio García Teijeiro.
Muchos de vosotros ya sabéis que anda por ahí, circulando por el mundo
de la poesía en gallego, un disco grabado a medias con Paco Ibáñez que se
incluye en su antología “Un rato díxolle á lúa”, publicada por Xerais.
Por no hablar de otras grabaciones secretas, que sólo conoce su círculo
más íntimo y noctámbulo, donde Antonio, con absoluto desparpajo y
apasionamiento, se desmelena entonando y desentonando canciones y poemas
propios y ajenos.
Pero este capítulo de la historia musical de Antonio es diferente.
“Surcos de luna y mar” no va a ser el único en su especie.
El poeta ya ha anunciado que va a ampliar su discografía sacando a la
luz una segunda grabación con poemas en gallego.
El mundo del disco es así.
Te atrapa y, cuando te atrapa, el mundo del disco, como dice Enrique Santos Discépolo en su famoso
tango, “yira... yira...”, y ya no se para jamás.