martes, 7 de junio de 2016

MUNRO LEAF Y EL TORO FERDINANDO


Cuando, pasados varios años, le lees a tus hijos (como yo hago con mi hija Libby, que cuenta ahora con casi tres años) un libro que te leían a ti tus padres y que recuerdas que te gustaba, y a tus hijos también les gusta, ello indica que nos encontramos ante un libro especial, lo que podríamos llamar un clásico de la literatura infantil. Generalmente, se trata de libros que pueden ser leídos con placer tanto por adultos como por los más pequeños, pues su contenido es universal e interesa a diversas generaciones, sin importar la edad ni la geografía. Tal es el caso de Ferdinando el toro (The Story of Ferdinand), la obra más conocida y celebrada entre las muchas que escribió el estadounidense Munro Leaf.


Munroe Wilbur Leaf, que era el nombre completo de nuestro autor, nació en el estado de Maryland en 1905, y tras graduarse con un máster en literatura inglesa nada menos que por la universidad de Harvard, decidió dedicarse enteramente a la creación literaria, y no tardó en imaginar la historia de Ferdinando, un toro que prefiere la calma y tranquilidad de la campiña española, donde puede llevar una vida de contemplación rodeado de la fragancia de las flores, a la violencia intrínseca a la tauromaquia. Cuando es escogido, debido a la apariencia furibunda que le provoca la picadura de una avispa, para participar en un evento taurino en Madrid, Ferdinando responde sentándose en medio del ruedo, sin moverse, disfrutando del olor de las flores que adornan los sombreros de las señoras que asisten a la corrida. Esta decisión pacífica de no actuar y no atacar le vale el indulto, con lo que puede regresar a su vida reposada en el campo.


El libro, ilustrado magistralmente por Robert Lawson (amigo íntimo de Leaf y una de las pocas personas que han ganado tanto la medalla Newbery como la Caldecott), fue publicado por Viking Press en 1936 y se convirtió en un best seller inmediato, llegando a vender más ejemplares que Lo que el viento se llevó, título superventas por excelencia de la época. La historia de Ferdinando no pudo llegar en un momento más idóneo, si tenemos en cuenta que vio la luz en los inicios de la Guerra Civil Española (la obra sería prohibida en España durante varios años) y en la antesala de la II Guerra Mundial. Así pues, Leaf creó un relato que, más allá de la posible crítica al mundo taurino, constituye un alegato pacifista y antibelicista de importantes dimensiones, escrito en unos momentos de inestabilidad global pero que trasciende su momento histórico y es, por desgracia, tan actual hoy como lo fue en su momento. Ferdinando el toro, además, es parangón de lo que podríamos llamar literatura programática o imperativa, esto es, un tipo de literatura que conlleva un mensaje político o social muy definido. No sorprende, por tanto, que los nazis quemasen el libro al considerarlo propaganda contraria a su ideología totalitarista. Lo era, sin duda, pero ojalá toda la propaganda escrita en forma de literatura tuviese la calidad del texto de Leaf.


La popularidad de Ferdinando el toro no se extinguió tras la II Guerra Mundial, ni mucho menos; sus ventas siempre se han mantenido a niveles respetables, y por lo que parece, se dispararon cuando el personaje de Sandra Bullock en la película The Blind Side les lee el libro a sus hijos. Incluso la Disney sacó una breve versión animada dos años después de la publicación original, y hay una canción titulada "Ferdinand the Bull" grabada por las ya olvidadas Lennon Sisters. La obra ha sido traducida a docenas de lenguas, y ahora que el toro más pacífico de la literatura cumple ochenta años, la editorial Kalandraka la ha publicado en gallego, en un atractivo volumen con ilustraciones diferentes a las de la primera edición en inglés y traducción a cargo de Xesús Fraga. A historia do touro Ferdinando es un libro esencial en la biblioteca de cualquier persona sensible, una obra cuyo contenido, desafortunadamente, nunca quedará obsoleto, cuyo mensaje deben interiorizar los niños cuanto antes mejor. Mis padres me leyeron esta historia cuando era pequeño, mi esposa y yo se la leemos ahora a nuestra hija, y esperamos que, con el paso del tiempo, ella se la lea, a su vez, a sus hijos, si algún día los tiene.

                                                     ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ