Beatriz Berrocal |
Conocí a Beatriz
Berrocal en León. Allí se presentaba la Editorial Amigos de Papel,
que salía con dos sugestivos títulos: Oto y Oli de Asunción Carracedo y La
princesa que quería escribir de Beatriz. Hoy, la editorial ya tiene dos libros más en el mercado y vienen
otros a lo largo de 2013. Compartí con ella mesa de presentación durante el
acto. Yo, como padrino y Beatriz, como autora. Tengo que decir que me dejó
impresionado su discurso. Corto, directo, firme, claro y crítico. Sentí, en
aquel momento, la acción de un cuchillo necesario. Me encantaron sus palabras.Durante la comida posterior al
acto, hablamos bastante y enseguida me di cuenta de que estaba al lado de una
persona inteligente, crítica ante lo injusto, defensora de causas en las que
cree, sean los derechos de la mujer, el acoso en sus más variadas formas o en
cualquier actividad reivindicativa en la que pueda sentirse útil. Pero, como de
literatura se trataba, ésta estaba muy dentro y sentía la pasión por escribir.
Resultó un encuentro feliz. Beatriz Berrocal es una buena conversadora y no
alardea de ello. Una buena señal en estos tiempos que corren. Es discreta,
sensible y tiene convicciones fuertes. Es
una mujer auténtica que me caló muy hondo. Es una luchadora que tiene
sueños. Su libro, La princesa que quería
escribir, es un cuento rimado con mucha miga. Pone en solfa las costumbres
machistas (en este caso un rey, el padre, que podría ser cualquier padre)
frente a las reivindicaciones actuales de las mujeres y los/las jóvenes ( aquí,
una princesa , que podría ser cualquier
alumna mía) dispuestos a romper las convenciones sociales y familiares. Con
unas preciosas ilustraciones de Daniel
Montero, Beatriz Berrocal escribió
un cuento divertido, de humor, sí, mas de un humor muy crítico. Siendo para
pequeños, deben leerlo los adultos. Porque es un cuento que te hace pensar y
tomar parte activa en el conflicto que, muy inteligentemente, se plantea. Así debe ser la LIJ. Nunca panfletaria, pero
mojando el argumento de elementos que sirvan para la reflexión ya desde las
primeras edades. Hermosa la dedicatoria
que me puso en el libro y que le agradezco enormemente: “Para Antonio : Como esta princesa, está
claro que hay que luchar por los sueños porque, a veces, se cumplen.” Desde luego, Beatriz, así se debe enfocar una
vida, dura en sí misma, que tenemos que vivir/gozar/ sufrir y qué sería de nosotros sin la lucha y sin la
conjugación del verbo soñar.
Diré que Beatriz Berrocal nació en Benavente (Zamora) y que reside en León,
en donde compagina su trabajo como enfermera con la escritura. Y no es este el
primer libro que publica ni mucho menos. Además de hacerlo para adultos, de su
mano han salido títulos como Memorias de Tristán Saldaña, Marioneta o Muna, todos en
la Editorial Everest, para niños/as y jóvenes. Si sabes de sus libros, aprendes
a conocerla. Por ejemplo, Marioneta es una novela en la que
trata el acoso escolar cuando apenas se hablaba de ello.
Beatriz es una mujer solidaria con
las causas que valen la pena. Como escritora y como ser humano. Literariamente
ha tocado varios géneros y se encuentra, según sus propias palabras, muy a
gusto escribiendo para el público infantil.
Me encanta esta afirmación leída en
una entrevista: Hoy día hay libros tan
bien presentados que si los niños no se interesan por ellos es culpa de los
adultos que no sabemos ( o no le damos valor al libro en general, esto es
cosa mía) hacérselos llegar.
Por todo ello, visita Beatriz Berrocal Versos
e aloumiños. De esta forma la conoceremos un poco más y seremos cómplices
de su compromiso con las desigualdades de todo tipo y con la literatura con la
que nos deleita.
Con Antonio G. Teijeiro |
LA ESCRITURA Y YO
Dice D.
Antonio Gamoneda, que él escribe porque es como cuando respira, que no lo puede
evitar, y, salvando las enormes distancias que, desafortunadamente para mí, nos
separan, me permito identificarme con ese razonamiento, porque también en mi
caso se da ese motivo, escribo porque no puedo dejar de hacerlo, y sé lo que
digo, porque lo he intentado varias veces, pero no hay manera.
Las ideas
surgen a su libre albedrío, no son amigas de obedecer órdenes o de someterse a
estados de ánimo que, como una montaña rusa, suban y bajen según el momento;
son tozudas y se abren un hueco, sin pedir permiso, como “okupas” de la
imaginación a las que no hay forma de echar. Cuando una historia surge, es
mejor no pelear en su contra, la mayoría de las veces, tarde o temprano se
convertirá en escrito, aunque, eso sí, aguardará el momento oportuno (a veces,
el más inoportuno) para hacerlo, no vale forzar la situación, saldrá cuando y
donde quiera y tomará forma en los lugares más peregrinos: la servilleta de una cafetería, el reverso de un billete de tren, la lista de
la compra, justo al lado de “pan, leche,
yogures, queso”, como si se tratase de uno más de los elementos de primera
necesidad (al fin y al cabo, lo que es), y ya, mucho más modernizado, aunque
menos entrañable, en el aparato electrónico
que tengamos al alcance.
Pero tengo
que decir que, aunque he tirado la toalla muchas veces, siempre he vuelto a
recogerla, porque pasados momentos de desánimo, de frustración, de desilusiones
o de inseguridades, lo que de verdad pesa es la ilusión, que empuja desde el
fondo del pozo y explota con una fuerza imparable, brotando como si estuviese
sin estrenar, desmemoriada, alegre, positiva y tenaz como ella sola.
La escritura
me ha dado tan buenos momentos y me ha enseñado tanto que me he acostumbrado a
no dejar de aprender, pero a aprender cosas que no vienen en los libros, que no
se estudian en los cursos de creación literaria, ni en las mejores
universidades del mundo.
He aprendido
de superación diaria, de caminos en los que se conocen personas, no “gente”,
no, personas que tienden manos que parecen puentes a sus vidas, a sus mundos, a
sus conocimientos; he aprendido de miradas llenas de ilusión (¡otra vez la
ilusión!), de participación, de sueños de esos que se sueñan despierto y que
unos se cumplen y otros quedan dormidos en el desván de la memoria, junto a los
besos que no dimos o las palabras que no pronunciamos. Con la escritura también
aprendo cada día de mis propios errores, lo que desemboca en un afán de
superación que es necesario para todas las vidas que vivimos: la vida laboral,
la social, la familiar…
Además, sin
quererlo, la escritura es una especie de chequeo interno: si me encuentro
fuerte escribo con firmeza, si estoy más sensible se me arrima la poesía por
más que yo la rehúya para no exponerme demasiado; si estoy enfadada me calma y
cuanto más triste me siento, más necesito escribir relatos de humor. A veces
creo que debería de estar cubierta por la Seguridad Social como una terapia más : “ escriba usted tres líneas cada ocho horas,
durante una semana, y no lo deje aunque le parezca que ya se encuentra
mejor, es una terapia que crea hábito y dependencia, pero tranquilo, son hábitos
saludables”.
¡Malos tiempos para incluir nuevas coberturas en la Seguridad
Social!
Entre los sueños que ya se han hecho realidad hay títulos tan
diferentes como los momentos en los que los escribí. Hay textos infantiles, de
esos que se leen con mimos, entre beso y beso, con el pequeño oyente sentado en
el regazo (no hay lugar más confortable en la niñez), con sus ojitos muy
abiertos y metido en la historia como si la estuviese viviendo. Hay también
textos para esas edades que se catalogan como “difíciles”, pero que en
realidad, son maravillosas e imprescindibles para ser personas, esa
adolescencia que se nos olvida tan pronto, pero que todos vivimos.
En la mesa con Asun y Antonio |
También hay
novelas, algunas de humor que me hicieron reír mientras las escribía y solo por
eso merecieron la pena; otras serias, hasta muy serias, porque hay temas que no
admiten sonrisas. Últimamente, me ronda persuasiva la poesía, y aunque me hago
la remolona porque le tengo mucho miedo (o respeto), es insistente y yo… me
dejo querer, solo amparada en la esperanza de que el cariño que le pongo y la
ternura que me inspira, suplan todo lo que no sé, pero que confío en ir
aprendiendo. Me he dado cuenta de que mientras continúe aprendiendo, sigo viva,
el “plan B” (no seguir viva), como que no me atrae mucho, la verdad.
Y, además,
escribiendo se aprende hasta de informática, no queda otro remedio, así que
aprovecho y dejo aquí las direcciones de esos sitios “virtuales” que tienen las
puertas abiertas para todo el que quiera darse una vuelta por ellos:
La web: www.beatrizberrocal.es
Y el blog: www.comolavidamisma-beatriz.blogspot.com
Gracias por
leerme.
Y gracias,
Antonio. Los “grandes”, si también son grandes por dentro, que es lo que de
verdad cuenta, se vuelven cada vez más sencillos.
Es tu caso.
Gracias por contar conmigo y por la cercanía que desprendes.
DOS POEMAS
DOÑA PERFUMITOS
Doña "Perfumitos":
de nariz pequeña
pero muy sensible,
entra en la bañera
de
agua de jengibre
Perfuma la ropa,
Perfuma la ropa,
y ¡ojo!, porque si te pilla
hasta en la sopa
te pone unas gotas
de agua de vainilla.
Cremitas de oriente
que vienen y van
envueltas en seda
y aceite de argán.
Aromas de
coco
de
fresa o manzana
que llenan la casa
desde la mañana
Doña "Perfumitos"
huele a primavera
a
niño pequeño,
a
huella en la arena.
“MAMÁ: ¿QUÉ QUIERES SER
DE MAYOR?”
-Mamá,
y tú ¿qué quieres ser de mayor?-
pregunta el niño mirando
la tarta de cumpleaños
y abriendo el regalo mejor.
Detiene un momento la fiesta
la madre muy sorprendida
mientras el niño la mira
y ella piensa la repuesta.
-Anda,
di- dice el
pequeño-
Yo
quiero ser marinero
y
subido en un velero
veré
cumplido mi sueño.
También
puedo ser un piloto,
llevar
muy alto mi avión,
conducir
un gran camión,
o
ser policía con moto.
Dime,
mamá, por favor,
¿no
has pensado todavía
qué
vas a ser algún día
cuando
crezcas como yo?
-Claro
que sí, corazón-
dice ella apresurada
con la voz entrecortada
al sentir tanta emoción.
-Verás
lo que tengo pensado
para
cuando haya crecido,
es
lo que se me ha ocurrido
para
estar siempre a tu lado:
Seré
grumete obediente
cuando
vayas en tu barco,
el
mar me parecerá un charco
porque
seré muy valiente.
Seré
nube de algodón
si
llegas cerca del cielo
y
así protegeré el vuelo
cuando
pilotes tu avión.
También
puedo ser el camino,
la
autopista o el sendero,
para
guiarte ligero
con
tu camión al destino.
Y
si eres un buen policía
seré
sombra en tus talones,
deteniendo
a los ladrones
que
un castigo merecían.
El niño le da un abrazo
mientras la mira asombrado
y se queda acurrucado,
sentadito en su regazo.
-¿Y
si soy profesor?
-Yo,
libro-
contesta
rápida ella.
-¿Y
en caso de ser estrella?
-Entonces
sería el sol.
Te
daría mi calor,
la
luz de cada mañana,
mis
rayos a tu ventana
llenarían
de color.
-¿Sabes,
mamá, lo mejor?
Escúchame
bien atenta:
acabo
de darme cuenta
de
que tú ya eres mi sol.
Beatriz, Salva, Eugenio, Asun, Daniel, Antonio y Susi |