¡Qué
bien vivís los maestros!
Antiguamente se oía decir con
frecuencia aquello de "pasas más hambre que un maestro de escuela".
Habrán cambiado mucho los tiempos porque hoy día no resulta raro escuchar (sobre
todo en vacaciones de verano) otra bonita y manida frase: "¡Qué bien vivís
los maestros!". Entre una y otra frase ha pasado mucho tiempo y se han
producido notables cambios.
Es obvio que los maestros hace
muchos años que no pasamos hambre, pero no es menos cierto que no ocupamos -en
lo referente a sueldos- los primeros lugares en el escalafón de los
funcionarios públicos y que nuestra labor no tiene hoy día el reconocimiento
social que tuvo y que, sin duda, merece.
A los que sólo se acuerdan de
los maestros y maestras, en tiempo de vacaciones, convendría recordarles
algunas facetas de nuestro trabajo: tratamos de ayudar a los chicos y chicas
que acuden a la escuela a leer y escribir, a que caminen con seguridad por el
mundo de los números, a que aprendan algo de la historia y reconozcan la
geografía, a que conozcan el cuerpo y el entorno, a pensar y razonar, a
relacionarse, a respetar y a compartir, a mantener la curiosidad... Además,
mientras dura el curso escolar, nos vemos en la necesidad de hacer los más
diversos papeles: de "padres" o de "madres"; de
orientadores; de consejeros familiares, en ocasiones; de animadores culturales
de la comunidad; de transmisores de valores que casi nadie fomenta pero que
todo el mundo echa en falta; de críticos de televisión; de dinamizadores de la
lectura; de animadores medioambientales; de defensores y estimuladores de la
solidaridad; de modeladores de conductas; de pacificadores de conflictos; de
impulsores de la responsabilidad y el trabajo personal; de asistentes; de
monitores deportivos, ... Y lo hacemos con todas las dudas y las imperfecciones
propias de los seres humanos. Por si fuera poco, si se ve necesario educar a
las criaturas en temas como la alimentación equilibrada, los principios
constitucionales, la recuperación de los buenos modales, la circulación vial,
el respeto a la naturaleza, la prevención de algunas enfermedades o de algunas
lacras sociales, etc. el político de turno remitirá a la escuela la necesidad
de que en ella se aborden tales temas para garantizar que en el futuro la
sociedad y sus ciudadanos sean mejores. Una lista de tareas bastante más amplia
de lo que cabría suponer.
Yo, particularmente, "sí
vivo bien como maestro", pero no por lo que algunos piensan: salario,
vacaciones, jornada laboral más corta; sino porque me gusta mi trabajo y lo
vivo con esa extensión y esas infinitas ramificaciones que lo convierten en
apasionante; porque comparto el tiempo diario con la población más joven, con
los ciudadanos y ciudadanas a los que más les brillan los ojos cuando descubren
cada día cosas nuevas que no sabían, con las personas que más avidez y deseos
de aprender muestran. Con estas matizaciones, estoy dispuesto a escucharme lo
de "¡Qué bien vivís los maestros!" varias veces cada día, agradeciendo
de paso que la ciudadanía se acuerde tanto de sus maestros y maestras.
(El País, 2 de
septiembre de 1999)