![]() |
Emilio Carrere |
![]() |
Con su inseparable pipa |
Pero Carrere nos interesa más como narrador, y en ese terreno destacó como creador de novelas cortas, un buen número de las cuales aparecieron en las ya clásicas colecciones semanales a precios populares como La Novela de Hoy, La Novela Corta o El Cuento Semanal. Con una prosa directa, de fácil lectura y párrafos breves—como también breves solían ser los capítulos de sus novelitas—llenos de ingeniosas metáforas, sus obras se adentran en todo tipo de géneros, desde el policíaco al sicalíptico, pasando por la novela de aventuras o de misterio. En algunos de sus títulos se escuchan ecos de Arthur Conan Doyle, Jules Verne o su siempre admirado Edgar Allan Poe, a quien llegó a verter al español en más de una ocasión a partir de la reputada traducción francesa de Baudelaire. Liberal y republicano antes de la Guerra Civil, pese a no escribir casi nunca obras abiertamente políticas, no sintió mayores reparos en arrimarse a los vencedores una vez concluido el conflicto con objeto de mantener su carnet de periodista y poder realizar gestiones para tratar de sacar de aprietos con el régimen franquista a amigos y familiares. Para entonces no vivía ya de la literatura merced a una herencia paterna, y si bien continuó escribiendo y llegó a ser nombrando cronista oficial de la Villa de Madrid, su producción literaria disminuyó notablemente durante la década de los 40 hasta el año de su fallecimiento en su ciudad natal en 1947.
Carrere fue, por otra parte, uno de los mayores maestros en el dudoso arte del refrito, publicando a menudo la misma novela con títulos diferentes y con escasos o nulos cambios. A veces modificaba el final o añadía algún que otro capítulo, o refundía relatos breves ya publicados con anterioridad, pero otras veces no se molestaba ni en eso. Solía también sacar a la luz volúmenes que recopilaban obras ya editadas previamente, en más de una ocasión con la desfachatez de presentarlas como "novelas inéditas". Si alguien le reprochaba tales prácticas, Carrere respondía que se encontraba en su derecho, ya que, a diferencia de los novelistas, los compositores de canciones cobraban derechos de autor cada vez que se interpretaban sus composiciones, por lo cual sus refritos no le causaban el menor remordimiento. Esta particular lógica dificulta exponencialmente la catalogación y el estudio de la obra carreriana, que a simple vista parece ingente pero que no lo es tanto si tenemos en cuenta estas prácticas de autoplagio.
![]() |
Edición de Valdemar |
![]() |
Edgar Neville |
ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ