lunes, 1 de septiembre de 2014

A OBRA DE MESSIAEN VISTA POR JAVIER GOLVANO.




      
Javier Golvano
Volve Javier Golvano.  Con iso xa está todo dito.
       E coa súa palabra e a sensibilidade musical que leva dentro, descóbrenos un compositor de vital importancia dentro da música: Olivier Messiaen.

       Hei recoñecer que o seu “Cuarteto para a fin dos tempos” asombroume sempre. É unha obra máxica, con forza, que me fai sentir, en varios momentos, arrepíos de emoción intensa.

       As escollas de Javier Golvano teñen un punto esencial: foxen do mallado e céntranse en personaxes de indubidable interese que, para a maioría das persoas, pasan desapercibidos por falta de curiosidade ou de coñecemento.

        Daquela, aparece Javier Golvano e permite que abramos ventás novas maneiras de entender a música. O enriquecemento e mais a cultura musical aniña en cada un de nós, gozando coas súas propostas.




Olivier Messiaen





                               OLIVIER MESSIAEN. ¿UN COMPOSITOR PARA EL FIN DE ESTOS TIEMPOS?.

“La música se ha considerado siempre una vía de comunicación con el mundo espiritual. Pero el mundo moderno lo ha olvidado, dijo”

                                                                                Gabriel Josipovici.     “Infinito”


       Hay gente de la que después de conocer su trayectoria vital y sus logros en algún campo de la actividad humana, solemos decir que estaba predestinada para ello. Otros, menos humildes, se nos suelen anunciar ellos mismos como los llamados, no sabemos muchas veces por quién, pero nuestra ignorancia no les disuade de nada, para llevar a cabo una labor o una “misión” que se convierte en el objetivo de su vida, con independencia de que nosotros pensemos que ni  tienen condiciones para ello ni, en la mayoría de los casos, el mundo necesite perentoriamente lograr el objetivo que se proponen.
Cecile Sauvage


       Bien, pues todavía hay un tercer tipo de individuos predestinados que ni nosotros, ni ellos mismos, sino un tercero o tercera así lo proclaman. Este es el caso del protagonista de la  “entrada” de hoy: el compositor galo Olivier Messiaen (Avignon 1909- Clichy (Île de France) 1992) a quien su madre Cecile Sauvage, que era poeta, estando embarazada de él le dedicó un libro de poemas “L´âme en bourgeon” (“El alma brotando”) donde ella: “Enfant, pâle embryon, toi qui dors dans les eaux” (Niño, pálido embrión, tú que duermes en las aguas),  presentía que iba a tener un niño, en aquellos tiempos en que, como Messiaen le comentaba a José Luis Pérez de Arteaga en una conversación mantenida en 1989 en Madrid, no había medio alguno para conocer el sexo de los venideros bebés, y le hablaba también a su hijo del Oriente, de cuya tradición musical sería éste buen conocedor andando el tiempo, y no sólo éso, sino que además le hablaba de pájaros- Messiaen con el tiempo se dedicaría a la Ornitología y transcribiría el canto de los pájaros y lo utilizaría en sus composiciones- y, por si faltaba algo, y ésto le confiesa Messiaen a Pérez de Arteaga es lo más sorprendente, ella le escribe: “Je souffre de lointain musical que j´ignore” (“Me duele mucho mi ignorancia musical”), pues, efectivamente, él sería músico pero, reconoce Messiaen, esa referencia, esa intuición materna, es extraña pues en su familia el ambiente era intelectual, universitario, y se habían dado ingenieros, escultores, médicos, pero ningún músico. Y termina nuestro compositor de hoy: “Yo siempre he creído ver en ese libro algo extraordinario y pienso que ha determinado toda mi vida, que me ha predestinado. Yo he sido el primer músico de mi familia, en donde no había tradición alguna”.


       El presentimiento de su madre se confirmó pronto y a los seis años, con la familia ya instalada en Grenoble, Messiaen con el piano y de manera autodidacta, mostró que lo suyo era la música y comenzó su instrucción musical en serio.


      
Paul Dukas
Con posterioridad, la familia se trasladó a París pues su padre, profesor de Liceo, obtiene plaza en un liceo parisino y él se matriculó en el Conservatorio donde estudiaría de 1919 a 1930, entre otros, con Jean Gallon (Armonía), Paul Dukas (Composición) y Marcel Dupré (Órgano), el  mayor virtuoso del órgano en aquella época, y del que, efectivamente, debió de aprender mucho pues en 1931 sería Messiaen nombrado organista de la iglesia de La Trinidad de París, puesto que conservaría hasta su muerte.


       Sería, además, desde 1936 a 1939 profesor en la Ecole Normal de Musique y en la Schola Cantorum y, con posterioridad, en el Conservatorio de París profesor de Armonía desde 1942 y de Composición a partir de 1966.
Conservatorio de París


       En 1936, junto con Jolivet, Lesur y Baudrier, formaría el grupo “La Jeune France” cuyo objetivo era contribuir a regenerar espiritualmente y estéticamente la música francesa que oscilaba a menudo, según ellos y para mal, entre una facilidad inane, un clasicismo exangüe y un exagerado cerebralismo.


       Para entonces, él ya conocía en profundidad la música hindú, los modos griegos y el canto llano, así como la música popular. Todas ellas influirían notablemente en su modo de composición a lo largo de lo que sería una precoz carrera de compositor iniciada siendo aún estudiante del conservatorio de París.

Sinfonia Turangalila   introducción.



        A la hora de entender la trayectoria musical y la personalidad de Messiaen hay algunas circunstancias y peculiaridades que no hay que olvidar. Messiaen, que no provenía de una familia religiosa ni de un entorno creyente, fue él si, una persona muy religiosa, con esa religiosidad del cristianismo inicial y ese amor por todas las criaturas. Cuando en la década de los setenta del siglo pasado la Ópera de París le proponga la creación de una ópera, después de una profunda reflexión se decidirá por abordar el tema de San Francisco, y explicará su decisión: “porque es el Santo más cercano, el más parecido a Nuestro Señor”.


       En su catálogo abundan las obras inspiradas por ese sentimiento religioso, algunas hasta lo explicitan en su título, como las obras para órgano: “La Ascensión”, “La Natividad del Señor”, “La Misa de Pentecostés”, etc. o las dedicadas al piano: “Visiones del Amén”, “Veinte miradas sobre el niño Jesús”, o a la formación orquestal: “Tres pequeñas liturgias de la presencia divina”, “La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo”, “Meditaciones sobre el misterio de la Santísima Trinidad”. Otras obras no lo revelan en el título pero están impregnadas de él.


      
Caderno manuscrito de anotacións   dos cantos dos paxaros. O. Messiaen.
Fue un gran amante de los pájaros. En la entrevista citada con José Luis Pérez de Arteaga, ante la pregunta formulada por éste último de en que momento de su vida aparecen los pájaros como elemento inspirador de la composición, le contesta el músico que fue a partir de los dieciocho años cuando los empieza a escuchar como músico en el campo, cómo empieza a anotar su canto, mal y con una notación muy pobre, que sólo mejoraría cuando trabajó con ornitólogos especializados que dirigieron sus estudios.

       A partir de entonces fue a estudiar inicialmente el canto de los pájaros de muchas regiones de Francia, como los Pirineos, Bretaña, el Languedoc, La Camarga, etc., que serían la base de su “Catálogo de Pájaros” y luego, ya fuera de Francia, los pájaros de Amèrica del Norte, de Japón, de Israel- son la base compositiva de su ”Libro del Santo Sacramento” para órgano, que trata de la presencia de Cristo en el Santo Sacramento-, e incluso los de Nueva Caledonia, donde se dan algunas especies únicas, buena parte de cuyos cantos los utilizaría con posterioridad en su ópera sobre San Francisco.


      
Scriabin
Olivier Messiaen tenía otra peculiaridad, que también han tenido algunos otros compositores como por ejemplo Scriabin: era sinestésico. La sinestesia, que fue entendida como un desarreglo hasta no hace mucho tiempo, no es sino la capacidad de algunas personas de reaccionar ante algunos estímulos con una respuesta multisensorial. En concreto Messiaen al oír notas o acordes musicales percibía además, unidos a ellos, sensaciones visuales, colores.


       No sabemos que ideas musicales vendrían a la cabeza de Messiaen al ver en las catedrales góticas francesas sus hermosos vitrales y vidrieras pero dan ganas de desear para uno, si es que lo de la metempsicosis es cierto, una reencarnación en los ojos y oídos de Messiaen al modo en que el libertino mental Woody Allen pedía reencarnarse en las yemas de los dedos de ese otro libertino, éste sí de verdad, que era Warren Beatty.


        Como compositor, Messiaen, según Francisco Ramos,: “Rompe con el neoclasicismo en el que había sido educado y, en la época de entreguerras renueva las técnicas del lenguaje musical con la elaboración de los llamados “modos de transposición limitada”. Ese modo de componer sería sistematizado en su libro de 1944 “Técnica de mi lenguaje musical”.


       Por esos mismos años, finales de los 40, escribe sus “Estudios de ritmo” parte de los cuales son sus “Modos de valores e intensidades”, que serían dados a conocer en Darmstad tras la Segunda Guerra Mundial y que en palabras de Luis de Pablo es una obra esencial y, al mismo tiempo, resultaría una puerta abierta y un callejón sin salida para muchos de sus seguidores.

Luis de Pablo

        Lo chocante es que Messiaen, que jamás sintió la menor simpatía o afinidad por la Escuela de Viena, pues según él “mataba la resonancia natural”, es uno de los desencadenantes con sus “Modos de valores e intensidades” del desarrollo del “serialismo integral” al extender el concepto de “serie” y su empleo con las notas, en la altura del sonido, al resto de componentes del mismo: ritmo, dinámica, timbres, etc..


        Al oír sus composiciones si hay algo que queda meridianamente claro es su autoría. Inmediatamente reconocemos  al  autor desde los primeros compases por sus timbres, por sus ritmos y por sus modos de composición.


       Hablar de él como profesor es hablar, utilizando una expresión de Luis de Pablo, “de un maestro incomparable de los que, respetando al alumno, le orientan en el despertar de su personalidad musical sin imponerle la propia y con una inexcusable llamada a la autoexigencia”.
Arnold Schoenberg


       Al parecer compartía con Schoenberg una gran capacidad para el análisis musical profundo de las partituras, y en cuanto a compositores que en un momento u otro fueron alumnos suyos, si de Schoenberg lo fueron Alban Berg y Anton Webern, que conformaron con el propio maestro la conocida con posterioridad como Segunda Escuela de Viena, de Messiaen, entre muchos otros, lo fueron Pierre Boulez, Karl Heinz Stockhaussen y Iannis Xenakis.
Pierre Boulez

       Nuestro compositor empezó a componer relativamente joven, su obra para órgano “La Ascensión” data de 1933. De esta primera etapa su obra más conocida es el “Cuarteto para el fin del tiempo” que ha resultado ser una de sus obras más representativas y de las más interpretadas. Messiaen con posterioridad no escribiría prácticamente música de cámara.

Cuarteto para el final de los tiempos :





        Este cuarteto es para una formación inusual de piano, violín, chelo y clarinete, lo que le dota de una tímbrica especial y muy característica, y tiene detrás una historia muy peculiar. Al comienzo de la II Guerra Mundial, durante la invasión alemana de Francia Messiaen, que había sido desechado para el servicio militar activo y prestaba servicios auxiliares, fue hecho prisionero por los alemanes y deportado al campo para prisioneros de guerra de Görlitz en Silesia. 

Sería allí donde durante los años 1940-41 compondría este cuarteto inspirado en “El Apocalipsis” y pensado para una formación de cuarteto  atípica y predeterminada por los músicos compañeros en cautividad de los que podía disponer para su interpretación. La obra fue estrenada en el propio campo a mediados de Enero del 41, un año antes de que en 1942 fuese de nuevo repatriado a París.


       De los años 1943-44 datan dos de sus obras más significativas para piano: “Visiones del Amén” y “Veinte miradas sobre el niño Jesús”. La primera de ellas para dos pianos sería interpretada en el estreno por él mismo y por su alumna Ivonne Loriod, que también sería una excelente intérprete de la segunda y que andando el tiempo se convertiría en 1962 en la segunda esposa del compositor tras el fallecimiento de su primera mujer.

                  Vingt regards:

                                    X regard de lésprit de joie:





        Creada entre 1946 y 1948, a petición de Serge Koussevitzky para ser estrenada con la Sinfónica de Boston, la sinfonía “Turangalila” puede que sea su obra más conocida y difundida. Compuesta para piano, ondas Martenot y orquesta su  nombre proviene  de la conjunción de dos palabras procedentes del sánscrito y con ella termina su primera época de madurez compositiva.
Yvonne Loriod


       Aunque los pájaros le acompañaron siempre, en los cincuenta compone varias de sus obras más significativas tomando como referencia esos cantos y las transcripciones correspondiente; entre ellas podemos encontrar para  piano y orquesta su “Reveil des oisseaux” y “Pájaros exóticos” y para piano solo la vasta suite “Catalogue d’oisseaux” de la que también sería una excelente intérprete su esposa Yvonne Loriod.

                        Catálogo de pájaros: le traquet stapazin:





       En los primero años 70 compuso, a petición de la Sociedad de Música de Cámara de Nueva York para conmemorar el bicentenario de la fundación de los Estados Unidos, otra de sus obras para orquesta más significativas y escuchadas: “Des canyons aux étoiles”. El compositor realizó en 1972 un viaje al estado de Utah, principal lugar de inspiración de esta obra por sus cañones de extraordinaria belleza y con rocas de todas las posibles variedades del rojo- no olvidemos la sinestesia del compositor-, que sirvieron “de punto de partida a este monumental fresco descriptivo en el que la música se eleva hacia las estrellas, en una composición geológica, astronómica y religiosa con una escritura altamente elaborada” en palabras de Mercedes Albaina.


        Cuando mediados los años 70 del siglo pasado el director de la Ópera de París Rolf Liebermann  sugirió a Messiaen la escritura de una ópera éste en un primer momento pensó que no estaba preparado para ello y que además el “Wozzeck” de Alban Berg no dejaba opciones para continuar en ese campo. La insistencia de Liebermann le haría cambiar de idea y como ya hemos dicho optó por la figura de San Francisco de Asís, siendo él mismo el autor del guión.  Sobre ella el autor comentaría haber excluido todo lo que no contuviera colores, milagros, pájaros, piedad y fe.

Montaxe ópera "San Francisco de Asís".

        Es una ópera de larga duración y de un desarrollo inusitadamente lento y uno de sus grandes valedores fue el recientemente fallecido director del Teatro Real de Madrid Gerard Mortier: la programó en el festival de Salzburgo cuando pasó a dirigirlo tras la etapa Karajan, en una producción de Peter Sellars con dirección musical de Kent Nagano y con José Van Damm – el cantante que la estrenó en París- en el rol de San Francisco, de la que hay grabación disponible, y la programaría con posterioridad por todos los teatros y festivales de los que fue responsable: la trienal del Ruhr, la Opera de París y el propio Teatro Real.
Zubin Mehta


       La última gran obra para orquesta, que compondría entre 1987 y 1991, sería “Eclairs sur l´au delà”. Fue un encargo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York para su 150 aniversario y acabaría siendo estrenada allí, bajo la dirección de Zubin Metha, unos meses después del fallecimiento del compositor.


 En palabras de Yvonne Loriod: “Es un conjunto de meditaciones sobre el más allá y la Jerusalén celeste en las que es constante la presencia en ellas de Cristo, pero también las de los astros, las estrellas, los colores de las piedras preciosas de la Jerusalén celestial y los pájaros”.


        Messiaen, probablemente el compositor francés más notable desde la desaparición de Ravel, en su despedida, una vez más nos habla de los temas que le ocuparon durante toda su vida y toda ella confirma esa premonición materna de la que hablábamos al principio.

                              Eclairs sur l’au delà: (I)