lunes, 3 de diciembre de 2018

HENRY DAVID INGLIS, EL ESCOCÉS QUE SIGUIÓ LOS PASOS DE DON QUIJOTE

Uno de los libros menos conocidos de la literatura británica decimonónica es Rambles in the Footsteps of Don Quixote, publicado en 1837 en Londres, dos años después del fallecimiento de su autor. Lo firmaba Henry David Inglis, escritor escocés cuya reputación en vida se cimentó gracias a los muchos libros de viajes de los que fue autor, volúmenes siempre interesantes y bien escritos en los que Inglis, a veces bajo el seudónimo de Derwent Conway, relataba sus periplos por diversas partes de Europa. Nacido en Edimburgo en 1795, el intrépido caledonio visitó, a lo largo de su breve vida (murió a los cuarenta años), regiones como Dinamarca, el Tirol, los Pirineos, Baviera o los países escandinavos, y sus descripciones de todas estas geografías son siempre vivaces y denotan una enorme capacidad de observación.

Inglis llegó a viajar también a España hacia el final de su vida, y fruto de su visita tenemos su libro Spain in 1830, que demuestra a las claras su interés por la cultura española, si bien, como tantos otros escritores británicos de la época, el escocés no puede evitar un cierto sesgo ideológico que lo lleva a criticar, a veces con poco fundamento, algunas de las prácticas culturales que observa. De lo que no cabe la menor duda es de la atracción que Inglis sentía por el Quijote de Miguel de Cervantes, libro que guardaba en la más alta consideración y que, como podemos comprobar en la obra que en estas líneas nos ocupa, conocía a la perfección y había estudiado profusamente.


Su Rambles in the Footsteps of Don Quixote es tanto un homenaje a la literatura cervantina como un admirable e ingenioso ejercicio de crítica literaria. La premisa es sencilla: un británico cuyo nombre desconocemos pero que podemos identificar fácilmente con el propio Inglis, se encuentra en Toledo en el primer tercio del siglo XIX, y decide aventurarse por territorio manchego en busca de los lugares por los que el Caballero de la Triste Figura y su escudero Sancho Panza transitaron en las páginas del Quijote. Llega así al pueblo de Martín Esteban, que identifica con la localidad en la vivía Don Quijote, y allí se encuentra con un barbero que asegura ser descendiente de Maese Nicolás, el barbero cervantino. Este barbero y el narrador trabarán amistad y saldrán a recorrer La Mancha juntos, al modo de Don Quijote y Sancho, tratando de seguir los pasos exactos del ingenioso hidalgo.

A lo largo del viaje no faltan, como en la novela de Cervantes, interesantes conversaciones entre el narrador y el barbero o alguna que otra narración intercalada que demuestra que Inglis estaba perfectamente familiarizado con la tradición picaresca española del Lazarillo, el Guzmán, el Buscón y compañía. Su itinerario manchego los lleva, por ejemplo, a la venta que Don Quijote confundió con un castillo, a la Sierra Morena o al lugar en el que el caballero andante luchó contra los molinos de viento que creyó ser gigantes. En la narración de esta novela, completamente ficticia, claro, se incluyen descripciones de la geografía manchega que Inglis sin duda visitó durante su estancia en España, pero puestas siempre al servicio de los comentarios sobre la obra de Cervantes, cuyo contenido el autor critica con total conocimiento de causa.


En uno de los capítulos, el undécimo, Inglis incluso nos habla con admiración de la enorme popularidad de la que disfrutaba Cervantes en la España de la época, señalando que "de los ocho o diez arrieros con los que compartí un cocido en esta posada, ninguno de ellos desconocía a Don Quijote y sus hechos ni las razones por las que Cervantes disfruta de la veneración de sus compatriotas". A través de la figura del narrador, el autor da buena cuenta de su admiración por la novela cervantina e introduce interesantísimos pasajes de verdadera crítica literaria en los que Inglis se revela como un auténtico cervantista, de esos que la mayor parte de los cervantistas de hoy desconocen por completo. Por fortuna, esta rareza de Henry David Inglis ha sido traducida al español bajo el título de Andanzas tras los pasos de Don Quijote (Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2012), en una cuidada edición de Beatriz y Fernando González Moreno que mantiene las ilustraciones originales del gran George Cruikshank y viene precedida de una excelente introducción que esperemos que dé una mayor visibilidad a una obra que todo lector interesado en el Quijote debería conocer.




                                                  ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ