miércoles, 19 de julio de 2017

ESBOZOS FÍLMICOS: EL LADRÓN DE CUERPOS, DE ROBERT WISE (1945)

Hace poco he tenido la oportunidad de volver a ver El ladrón de cuerpos (The Body Snatcher), una de las películas más destacadas aunque a veces más olvidadas del gran director estadounidense Robert Wise y me ha impresionado mucho más que la primera vez que la vi, hace ya casi dos décadas. Basada en un relato de Robert Louis Stevenson, no debe confundirse con el clásico de la ciencia-ficción de 1956 La invasión de los ladrones de cuerpos. La cinta que nos ocupa nos presenta al siempre excelente Boris Karloff en el papel de un individuo cínico y sin escrúpulos que se dedica a exhumar ilegalmente cadáveres para venderlos a un médico que los utiliza para sus experimentos. Aunque ilícita, ésta era una práctica bastante común en la Inglaterra victoriana (que es el momento histórico en el que se ambienta la trama), como queda reflejado en novelas como, por ejemplo, Middlemarch, de George Eliot.


Boris Karloff en Ladrones de cuerpos
Al ver a Karloff en cualquier película resulta difícil disociarlo de su interpretación del monstruo de Frankenstein, pero a mí siempre me ha parecido un actor de mucha más profundidad y versatilidad de lo que pueda parecer a primera vista, y El ladrón de cuerpos es un buen ejemplo de ello. El filme es un magnífico estudio de la relación que se establece entre el exhumador de cadáveres y el médico, interpretado por Henry Daniell. En la película nos topamos también con Bela Lugosi, otro actor también encasillado perennemente en el género de terror, en su caso debido a su exitoso papel como el Conde Drácula. Su personaje es aquí menos importante que el de Karloff (interpreta a uno de los asistentes del médico), pero el choque de titanes que tiene lugar en la única escena que comparten ambos es uno de los momentos más inolvidables de la película. Pese a ello, y a que los dos actores colaboraron en más de una ocasión en la gran pantalla a lo largo de los años, cuenta la leyenda hollywoodiense que fuera de cámara no se llevaban demasiado bien.


Boris Karloff y Bela Lugosi



El director Robert Wise
El blanco y negro de esta cinta es verdaderamente glorioso, y Wise, con su buen hacer cinematográfico, se centra en jugar de una manera muy imaginativa con las luces y las sombras, utilizando este claroscuro para poner énfasis en los aspectos más despreciables y terroríficos de la trama. Es un horror sutil, sin demasiados aspavientos pero muy efectivo, y la presencia imponente de Karloff en la pantalla tiene mucho que ver con la sensación de inquietud y desasosiego que en varios momentos se apodera del espectador. La interpretación de Karloff es, sin duda, una de las mejores de su larga carrera. Que nadie espere encontrarse aquí con una película de serie B de dudosa calidad como las varias que pueblan las filmografías de Karloff y Lugosi. La mano de Wise, director que ya llevaba unos cuantos títulos a cuestas por entonces, la convierte en uno de los clásicos del género, una de esas películas que merece la pena ver más de una vez.




                                                 ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ