martes, 15 de enero de 2013

A luz das palabras (5): Enrique Cordero Seva


Enrique Cordero Seva es un tipo excepcional. Tan excepcional como para decir que si uno rebusca en la basura puede encontrar de todo: desde una muñeca rota, los calzoncillos de un grillo o el bigote de un señor muy despistado, hasta un manojo de versos envueltos en una toalla. Y no creáis que quien arrojó al contenedor esos versos fue un poeta cualquiera. En absoluto. El autor de esas rimas era un pato minúsculo. Él dice que se llevó una sorpresa mayúscula. Yo, la verdad, no me lo creo. Porque a Enrique le pueden suceder las cosas más inverosímiles. Esas que solo les suceden las personas que escriben versos para niños.No olvidéis que Enrique es un poeta. Un magnífico poeta. De los mejores, sí. Que en esta actividad no hay clasificaciones ni estrellas.Pero su poesía brilla y alegra. Es muy juguetona y hace pensar. Y no presume de nada porque sabe que cada uno de nosotros aporta nuestras hojitas, versos, sueños y deseos para que las personas disfruten con las palabras.

Licenciado en Filología Hispánica, bibliotecario en Alcalá de Henares, con algunos másters y múltiples actividades a sus espaldas, yo creo que lo que más le gusta es que le llamen POETA. ¡Qué palabra tan bonita! Ganó en 2008 el Premio Luna de aire de poesía infantil convocado por el CEPLI, con el poemario Lo que Noé no se llevó. Y no me extraña, porque su poesía posee una frescura y una originalidad palpables. Y se ve en títulos como Coplas del dragón desdentado (Hiperión. Ajonjolí), Un chal de seda escarlata (Brosquil) o el cuento La lágrima del dragón. Parte, como casi todos, de lo tradicional para alcanzar su propio estilo, variado técnicamente, domador y manipulador de palabras, estructuras inteligentes llenas de humor e ingenio. Leer a Enrique resulta un placer, y puedo afirmar rotundamente que abre caminos y consigue  exprimir nuestra mente desde su afilada propuesta poética.
Es un placer que esté en Versos e aloumiños. Leamos su reflexión y disfrutemos con sus poemas.





                                      Con Antonio Machado, un día de lluvia en Baeza


 ¿Qué es para mí la poesía infantil?


Creo que a la poesía infantil, de sobrarle algo, le sobra el adjetivo. Esto es más honesto que pretender lo contrario: centrarse en lo accidental y eliminar lo sustantivo, pues el resultado entonces es una cosa escrita para niños que quiere pasar por poesía sin esencia ni sustancia poética algunas.
Lamentablemente, no deja de ser habitual en ciertas publicaciones para los más pequeños la presencia de un texto más o menos pedagógico a la vez que ripiosamente rimado, fruto quizás del desconocimiento del auténtico valor y la función de la poesía en la historia de la humanidad. E igual de contraproducentes son esos contextos donde la poesía, que viene del espíritu, se transfigura en mero material, hecho que se agrava cuando el mediador ya no es el que media, sino el que se pone en medio, y sin querer pone barreras incluso cuando quiere, de buena fe, poner puentes.
¿Cómo ofrecer y enseñar poesía a los niños sin entender y amar la poesía, toda ella, sin adjetivos? Hacerlo así es tarea inútil, que además conduce al desprecio, el menosprecio o la triste banalización de una forma de expresión artística ancestral. La poesía de verdad —popular o culta; clásica o vanguardista; sujeta a rima o libre de ella; ajustada a moldes y revisitadora de temas o rompedora y fundadora de otros moldes y otros mundos— debería llegar al niño de manera natural, intuitiva, conectada con el alma, vinculada siempre al juego y las emociones. El mediador no pinta nada en medio, entre el verso y el niño; mejor está junto a este último, transitando ambos —o el grupo entero, la comunidad— por el verdadero puente, que es el de la propia palabra poética, intemporal e imperecedera, siempre repetida y siempre nueva.



 Dos poemas  elegidos por el propio Enrique Cordero.



EL PEZ-ENAGUA
                       
En agua mansa                     
            (líquida celda)
            de una pecera
            el pez-enagua
            suspira y nada,
            solloza y sueña.

            El pez-enagua
            (vaya rareza)
            es pez de tela:
            tiene bordadas                                      
            miles de escamas
            de fina seda.

            Y una mañana
            de primavera
            en la pecera
            del pez-enagua
            tan solo el agua
            es lo que queda...

            El pez-enagua
            ya no da pena,
            porque hoy enseña
            su blonda blanca
            bajo la falda
            de una sirena.

(De La mar chalada, de próxima publicación en Edelvives)

                                                                                              

CUÉNTAME, MI ESTRELLA

Cuéntame, mi estrella
un cuento al oído
que traiga rumores
de risas y trinos.

Cuéntame despacio,
cerquita, bajito,
el cuento del beso
que erraba perdido,
que encontró posada
en la piel de un niño.
                                                                                                   
No me cuentes cuentos
de baba y colmillo,
de peste y veneno,
de garra y cuchillo.

Cuéntame los sueños
del cielo dormido.

Cuéntame el misterio
de la flor y el ritmo.

(De Balada del niño herido, poemario inédito)