Cando estaba
escribindo esta introdución, chégame o novo número da revista El
Gurrión, que dirixe Mariano
Coronas Cabrero. Teño que recoñecer que a actualidade da comarca aragonesa de Sobrarbe e a
creatividade reflectidas nesta publicación me enchen de ledicia. Hai tanta
humanidade nas súas páxinas! Ole a autenticidade, a lama, a aldea, a muíños, a
natureza, a afectos. Como gozo dos seus contidos interesantes e variados.
Ademais, sinto a Mariano máis preto de
min. Teño a sensación de penetrar na súa “terriña”, extensión da forma de ser e
de actuar deste home íntegro, loitador e dunha sensibilidade que aloumiña.
Pois co número 139 (Maio,2015) á miña beira, dou paso en Versos
e aloumiños a outro dos artigos
prometidos de Mariano Coronas, publicados no seu momento en Cuadernos de pedagogía, e que o autor
recompilou nun libriño, CUADERNOS DE
MACOCA (2), co nome de La senda de las palabras.
O tema non pode ser máis suxestivo: a
lectura na casa. Un novo apuntamento de Mariano sobre algo que debería ser
hábito, pero que non o é.
Podería eu escribir bastante sobre o
asunto. Interésame, e moito. Porén, non paga a pena. Mariano Coronas, con quen coincido ao cen por cen, explícao cunha
claridade e unha lucidez impresionantes.
Así que vos convido a que o leades e
tomedes boa nota. Por aí debe comezar a iniciación na lectura literaria dos
nosos cativos e cativas.
Grazas unha vez máis, mestre!
LEER EN CASA
MARIANO CORONAS
CABRERO
Algunas personas
acabaron siendo lectoras, a pesar de crecer en hogares sin libros. Es posible
que las carencias estimulen de una manera extraordinaria y que uno desee de
manera especial aquello a lo que no tiene acceso. Hubo un tiempo en que en
muchas casas no había libros, y tampoco los había en las escuelas e
institutos... Hoy estamos en una situación bien diferente. Las bibliotecas
escolares son un hecho feliz en muchos centros y las bibliotecas públicas han
mejorado de manera definitiva; y ambas actúan como equipamientos compensadores
de posibles carencias familiares. Hoy, el acceso a los libros se ha facilitado
notablemente y, además, debemos contar con las posibilidades que han abierto el
ordenador e internet.
Pero no estará de más
releer una cita del libro de Matilda, del celebrado Roald Dahl, en la que la
protagonista le dice a su padre: -”Papá, ¿no podrías comprarme algún libro?” El
padre responde, sorprendido: -”¿Un libro?, ¿para qué quieres un maldito libro?”
Pues, “para leer”, replica su hija. Y el progenitor finaliza con un categórico:
-”¿Qué demonios tiene de malo la televisión?”
No hace falta que la tomemos al
pie de la letra, pero, no cabe duda, que nos hace reflexionar, pues es probable
que aún haya unos cuantos padres como el de Matilda
Mariano Coronas Cabrero |
Algunos hábitos nacen y
se contagian en el seno del hogar. Esa actitud indiferente o despectiva de
algunos progenitores hacia los libros y la lectura es real en muchos casos y,
seguramente, difícil de modificar, incluso aunque lleguen desde la escuela
latidos positivos y animadores de una práctica tan aconsejable y necesaria.
Sabemos que nada es definitivo en este asunto de la adquisición de hábitos,
pero parece razonable que la familia debería, desde que el niño o la niña
llegan al mundo, tener en cuenta que el ejemplo de sus actos puede ser buena
parte de la guía ética que esa criatura necesita para un crecimiento saludable
en todos los órdenes.
Cuando el padre o la madre le cuentan y le leen a su hijo
o a su hija, éstos no solo escuchan historias; no sólo oyen la música de las
palabras envolviéndolos; aprenden a leer la voz, la entonación, el afecto, la
proximidad, la protección y el cuidado, la expresión de la cara de quien lee...
Esas lecturas en voz alta, esos cuentos repetidos son un acto de amor que
emociona y las emociones calan hondo, nos moldean y de esa práctica casi
diaria, emocionada y significativa, es probable que sí salga un futuro lector o
una futura lectora.