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jueves, 2 de octubre de 2014

UNHA CONVERSA MOI ESPECIAL CO can CAN. Juan Carlos Martín Ramos.


Juan Carlos e Lurdes con Can, o can, en Vigo.



     Xa anda a bisbisear o can Can. Escóitoo, pero non lle fago moito caso. Sei que me quere facer algúns comentarios.Escoitareino axiña. Cando toque. Aínda falta un pedazo. Que agarde.
      
     Mentres, recítolle este poema de Antón Cortizas, magnífico poeta, para que se entreteña e poidamos rir xuntos:


Antón Cortizas


                          Un indio poeta, de maneiras mansas,
                          loce gran plumaxe de plumas de gansa;
                          ter ten moitas plumas, mais non ten tinteiro,
                          e mentres cociña, con fume lixeiro
                          escribe poemas no ceo de Arkansas.

      
       E mira por onde, ao tempo que leo estes versos tan cheos de humor, recibo do gran poeta Juan Carlos Martín Ramos, "correspondente na Meseta” deste blog-revista, un texto dunha conversa que mantivo co can Can un dos días que estivo en Vigo.
     Coido que ao principio as cousas non foron moi alá. Mais como ambos son seres ben sensibles, abondou con que Juan lle dixese en voz alta algúns versos para que a desconfianza de Can desaparecese.
     Eu non me decatei do momento da conversa. Os dous son algo reservados. Porén, tiña eu a sensación de que falarían nalgún intre, pois sei que teñen moitas cousas en común. Os dous, ademais, falan pouco pero con moito sentido común.
     Así que, amigos e amigas de Versos e aloumiños, é un pracer para nós sacar á luz este texto de Juan Carlos para gozo de todos vós, mentres agardades eses murmurios que non moi tarde publicaremos aquí.
     Grazas, Juan, por transcribirnos esta conversa.
     Todo un luxo.

 
Un momento da conversa. Se alguén pensa que o está a afogar, trabúcase.


ENCUENTRO CON EL CAN CAN


     He ido a visitar al can Can al lugar donde vive. Y no es un lugar cualquiera. Allí estaba, refugiado en un estante de la biblioteca de un poeta. Y no un poeta cualquiera. Un gran poeta, un gran lector, un gran amante de la música y, entre otras muchas más cosas que no cabría enumerar aquí, el más tenaz y valiente nadador de toda la ría de Vigo. Ustedes ya lo conocen. Mi amigo Antonio.

     Allí estaba Can, el can, en la sección de poesía.

   
Manoel Antonio
Me emocionó tanto conocerlo en persona (en este caso tal vez sería más exacto decir “en perro”) que ahora no estoy seguro de si cuando llegué olfateaba los versos de “O poema noiturno da choiva”, de Manuel Antonio, o acababa de darle un lametón a una antología de Wyslawa  Szymborska.

     Pero allí estaba y, hay que contar las cosas como fueron, al principio no me hizo mucho caso. Ni me miró, ni levantó una oreja ni, por supuesto, hizo el más mínimo movimiento con el rabo.

    Ante mi insistencia en el saludo, el can Can me respondió con un gruñido. Eso sí, un gruñido que llegó claramente a mis oídos con la rigurosa entonación de un perfecto endecasílabo de gaita gallega.

     Era mi oportunidad de vencer la indiferencia del can Can.

   Mi respuesta debía ser inmediata, así que correspondí a su gruñido endecasílabo recitando los primeros versos de once sílabas que me vinieron a la memoria, aquellos que dicen “Yo soy aquel que ayer no más decía/ el verso azul y la canción profana”.
 
Rubén Darío. Noméao o autor do texto?
     El efecto fue inmediato. El can Can me miró fijamente y no quiero exagerar, pero debo decir que en esos momentos la expresión tierna y solidaria de su cara me dio a entender que acababa de adoptarme como mascota.

     A partir de ahí todo fue mucho más fácil.

    Mantuvimos una larga conversación sobre los secretos e intríngulis de la poesía en la que sólo hablaba yo. El can Can no necesitaba decir nada. Y aproveché la ocasión para hacerle algunas preguntas.

     Naturalmente, el can Can no las contestó. Tampoco era mi intención. Ni falta que hacía. Las preguntas se contestaban solas en la intensidad de su mirada, en la profundidad de su silencio, en el misterio de un pasado perruno del que sólo sabemos que fue rescatado del mar por un poeta.


                                Nuevas preguntas al can Can


                               Dime, Can, ¿qué es poesía?

                               ¿Palabras que vuelan solas?
                               ¿Hojarasca a la deriva?
       
                               ¿Voz que clama en el desierto?
                               ¿Hondo silencio que grita?

                               ¿Lo que nunca ha sido dicho?
                               ¿Lo que, al saberse, se olvida?

                               ¿Una historia solitaria?
                               ¿Un secreto en compañía?

                               Di, can Can, ¿qué es poesía?

                               ¿O es tal vez morder al amo?
                               ¿Ladrar una sinfonía?