Sempre
sentín un grande afecto e unha tenra debilidade por Miguel Torga. O seus
primeiros libros que lin deixáronme pegada e un deles, concretamente Cuentos de la montaña (lino en castelán hai xa ben tempo), entusiasmoume.
A
miúdo teño pensado que Torga é un dos escritores portugueses que ninguén debe
deixar de ler. Tras ese libro marabilloso, busquei todo o que había de Adolfo
Correia da Rocha, que así se chamaba realmente, e fun lendo os seus libros: Piedras labradas, La creación del mundo e os seus extraordinarios Diarios, uns retallos da súa vida, da
súa maneira de ver o mundo e uns sentimentos que están presentes ao longo de
todas as súas liñas. Un gran legado. A súa poesía, xa a lin en portugués e
paréceme espléndida.
Hoxe
ando cun libro, Canto libre del Orfeo
rebelde (Edhasa, na edición de João
Terra. 1998), no que se recollen
aforismos tirados das súas obras e forman un conxunto fenomenal do seu espírito
como home, apegado á Madre Terra, que escribe cunha prosa algo áspera pero
dunha precisión léxica envexable.
Miguel Torga |
E
con este libro achégome a Pessoa. Supoño que lle agradará escoitar a palabra
dun paisano da categoría de Torga.
Como
ocorre decote, Pessoa sementa en min unha chea de dúbidas. Mais como ao remate
do meu achegamento atopo no seu rostro unha expresión de certa serenidade, non
dou importancia ao recibimento frío con que me agasalla.
Limítome
a ler e de esguello para observar os seus xestos.
E
así comecei, poñendo no ar as palabras do meu amado Miguel Torga.
1. Certezas tengo pocas o ninguna. A
lo sumo creo que la vida es un absurdo maravilloso y la muerte un escándalo
inexorable.
2. No acostumbrarse nunca a la vida.
Vivirla hasta el momento final con el alma en un hilo. Siempre por primera vez,
con la misma apetencia, el mismo espanto, la misma aflicción. Olvidar en cada
puesta del sol el día pasado. Saborear los frutos de lo cotidiano sin tener ya
su gusto en la memoria. Nacer todas las mañanas.
3. Era joven y los jóvenes merecen que
los adultos no les anticipen las amarguras. La vida se encargará de enseñarles
que toda experiencia es una cicatriz donde la herida sigue doliendo.
4. No creo en ninguna eternidad, pero
creo en lo cotidiano concreto como si fuese una eternidad diaria.
5. Pasé las horas libres de la mañana
mirando cómo abatían un chopo delante de mi ventana.
¡Qué dignidad la de aquella muerte!
Mientras pudo, aguantó los hachazos, sin estremecerse, aplomado como una pura
conciencia; cuando el filo del hacha le tocó el cerne, de una sola vez, sin
doblarse, se cayó.
Retrato de H. Mourato |
6. Negar a Dios. Muy bien.
Pero que no sea para divinizar
sucedáneos más absurdos que él.
7. Intentar ser libre a toda costa. No
para conseguirlo, sino para saber hasta dónde seríamos capaces de llegar si lo
fuéramos.
8. El hombre que no se rebela no crea.
Tira del carro de la rutina.
9. He nacido así, testarudo. No puedo
aceptarme como un mero juguete de las circunstancias. Aunque sé cuánto pueden y
lo inexorables que son, me niego a legitimar las fuerzas que me destruyen.
10. La única manera de ser libre ante el poder es
tener la dignidad de no servirlo.
11. ¡Qué bello es tener un amigo! Fraterno abrazo
afirmando que por encima de las ideas están los hombres.
12. ¿Qué más podía haber hecho? ¿Ser otro?
¿Cambiar de facciones y hechura? ¿Doblarme a las leyes de la razón práctica?
¿Entrar en el coro de los incensarios del poder? No lo he querido y no me
arrepiento de no haberlo hecho… Somos una cadena de obstinados solitarios
incómodos, desconocidos unos de otros, corredores de una maratón que no tiene
punto de salida, ni meta.
Libre no soy, porque ni siquiera la
vida me lo consiente…