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viernes, 13 de septiembre de 2013

A LUZ DAS PALABRAS (28) Ricardo Gómez



Ricardo Gómez

Coincidimos en unas Jornadas literarias organizadas por la Editorial Luis Vives en Santander. Estaba con su amigo Gonzalo Moure y no me acerqué a ellos, a pesar de que me encantaba la literatura de ambos.
Lo conocí personalmente, cuando vino al centro en el que doy clase para tener un encuentro
con los alumnos.

Me sorprendió, sí. Me sorprendió por su cercanía, por su amabilidad, por la conexión con los chavales, por su manera de concebir la literatura, por su punto de vista alrededor de la función del escritor. Todos de acuerdo: Ricardo Gómez es un encanto.

Ahora, casi siempre que viene a Vigo con tiempo, aunque no sea mucho, nos llama y cenamos juntos. Un auténtico placer compartir el tiempo con él.

Mas, por encima de todo lo dicho, Ricardo Gómez es un gran escritor. Sus libros, vayan a quien vayan dirigidos, están muy trabajados, no rehúyen ningún tema por muy espinoso que sea, poseen sentido del humor si así lo requiere la historia o pueden llegar a ser muy duros. Ricardo Gómez tampoco esconde el sentido poético que se percibe en la mayoría de sus historias.
El secreto de una obra tan brillante y valiosa está en su compromiso literario. Sí, la literatura por encima de todo. Sin concesiones. Nada debe empañarla. Es exigente con el lector. Procura, y lo consigue, no rebajar  en ningún momento la calidad de lo que escribe.
Mesa redonda en León. Ricardo, a la derecha en la mesa

Compartimos muchas cosas, desde el punto de vista del escritor. Por ejemplo, ambos llevamos muchos años afirmando que el escritor es fruto, principalmente, de su experiencia lectora. De ahí, la importancia de poner en las manos de los niños y niñas, de los jóvenes, libros interesantes. Y aquí  insisto, para quien lo quiera asumir, que no se puede escribir bien si no se lee. Imposible. Y añado, además, que un buen escritor o escritora de narrativa ha de ser un buen lector de poesía. Ricardo Gómez es un claro ejemplo de ello.

Queremos mucho a Ricardo, porque se hace querer con su actitud tan entrañable. Tan exquisito en el trato como con sus novelas.
Ha ganado premios muy importantes (el último, el Alandar de Edelvives) y yo me alegro mucho porque Ricardo es, además de todo lo dicho, un hombre valiente que asumió un reto: dejó la cooperativa en donde era profesor de matemáticas para dedicarse únicamente a escribir. Comprendió claramente que esa era su gran pasión. Y se arriesgó. Le salió muy bien.
Ha llegado a decir que “ matemáticas y literatura son parcelas de un mismo paisaje, maneras complementarias de considerar la realidad”.

Con Antonio en Madrid
Leí por primera vez a Ricardo en 2002, con un libro que me mostró a un gran escritor: Diario en un campo de barro. Luego, vinieron muchos más:  El cazador de estrellas (una maravilla), Gente rara (para morirse de risa), Como la piel del caimán, 3333, Ojo de nube (otra joya), 7 cuentos crudos (extraordinario), Mujer mirando al mar (poesía hecha vida)  etc. Ahora, Juegos inocentes juegos, Premio Alandar, está en mis manos.
Estoy de acuerdo con él en que el autor ha de intentar inquietar, emocionar, sorprender al lector. Para él escribir ya se convirtió en un vicio. Un vicio, eso sí, que fascina. Resultado, supongo, de romper con cierta insatisfacción que lo abrumaba cuando daba clases y escribía.
Ahora vive de la literatura, es de los escritores en alza en este país y cada vez que aparece un libro suyo, los que lo admiramos estamos de enhorabuena.

Su compromiso literario, aunque suene a redundancia, la literatura.
Su compromiso personal: las causas justas. Su lucha contra lo injusto.

Pero Ricardo Gómez no mezcla compromiso personal con compromiso literario. Y hace bien. A un escritor debemos juzgarlo por lo que escribe. No por su actitud ante la vida.
Comparto con él, además, el amor por el libro de papel. Ricardo afirma que el papel es una reivindicación desde lo humano en un mundo tan tecnológico que llega a convertirse en pirata. Y añade que “le gusta la caricia del papel”. ¡Qué bien expuesto! ¡Qué poético!  Yo también necesito esa caricia.

Y no olvidemos, pues es importante, que Ricardo Gómez es un magnífico poeta. Se le nota en lo que escribe.
¿Compromiso personal? Por supuesto. Uno muy claro, con el Sahara, un asunto que considera vergonzoso pues, tras 34 años, ni la ONU ni los gobiernos han querido resolver un conflicto, en el que hombres, mujeres y niños viven en un desierto terrible y en condiciones muy difíciles.
Una gran persona. Un gran escritor que toca, además, varios palos. Libros de LIJ, novelas para adultos, libros de divulagación científica, matemática, literaria para todas las edades.

Y, por supuesto, poesía. Poesía honda y de gran calado, como lo demuestran estos cuatro poemas que Ricardo, siempre tan generoso, nos ha enviado a nuestro Versos e aloumiños.


Gracias, Ricardo. Sabes que estás en tu casa.


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Hasta pronto



Se despidieron los trenes.

Nos dejaron en el aire


un rumor de vuelveprontos,

ecos de adioses prendidos

de las ramas de los sauces.



Se vaciaron los andenes.

Pañuelos de largos vuelos

dormitan en los bolsillos;

zapatos de suela gorda

caminan su desconsuelo.



Se nos fueron los amores.

Me tortura la querencia

de mis dedos por tu cuerpo.

¡Que nadie se entere, amor,

que lloro tanto tu ausencia!








Tiembla la tierra









Dedicatoria
Tiembla la tierra, como siempre,

por los lugares más flacos del planeta,

allá donde la miseria se extiende horizontal.

Tiembla la tierra y los valles se encrespan sobre el suelo,

los cauces de los ríos se encaprichan de los pueblos

y las montañas se empeñan en mudarse de lugar.



Tiembla la tierra, como es costumbre,

por las costuras más desvalidas.

Los teletipos del mundo se conmueven

y nos ofrecen en los periódicos la imagen del horror:

la quiebra alborotada de edificios abatidos,

el niño compungido en su reciente orfandad,

los rebaños sin dueño, ancianos sin hogar

y las muecas del llanto en idioma universal.



Tiembla la tierra. Durante días se especula

con los balances de muertos.

Con suerte, se abren cuentas bancarias

donde depositar unas limosnas;

con suerte, la cruz o la media luna rojas

conseguirán llevar algunos alimentos caducados

y unas ropas que estorban en armarios.

Una semana, como mucho, durará

la campaña de solidaridad.





Tiembla la tierra y pronto los geólogos

pondrán el episodio en su lugar.

La tectónica de placas, inexorable,

explica que de vez en cuando a la tierra

se le ocurre mudarse de ademán.

Todos nos quedaremos tranquilos

incluso si se le va la mano en el acomodo:

"¡Qué remedio, es un desastre natural!

Con Susi en Madrid
Nada tiene que ver con los muertos

que la miseria se extienda horizontal."



La tierra tiembla como siempre

por las heridas más abiertas.

La ciencia pronto dará su explicación.

Pero quedarse conformes, ya no basta, compañeros.







Lo comprendo, pero...









Comprendo

que no podáis aflojaros la corbata por las noches.

Comprendo

que al amanecer de cada día

hayáis de pedir ayuda a vuestros criados

para peinaros el corazón.

Comprendo

que el aire cotidiano os sepa a frutas muertas,

que la luz os desmorone la mirada a cada tarde

o que os turbéis ante un amago de las olas en la playa,

lo comprendo.



También entiendo

que no podáis vivir sin ajedrez, sin un proyecto,

que prefiráis ver la espalda de la luna al corazón del sol,

que no podáis disfrutar de una sonata o de una flor.

Admito

que no entendáis, por mucho que os lo expliquen,

que la lluvia no está pensada para vender paraguas,

que el mundo no termina cuando acaba el asfalto

o que resulte divertido poner nombres a los vientos.



Lo que ya no entiendo,

es por qué coño no podéis jugar con vuestras armas

entre vosotros mismos, colocar en vuestras casas

minas de plástico debajo de las alfombras

o arrojaros a la cabeza toneladas de napalm.

Y lo que ya no admito

es que me expliquéis de nuevo el libre mercado

o me digáis que es necesario sostener el orden mundial.



Por eso os digo:

vestid vuestras gabardinas, calzáos vuestros uniformes,

colocáos las gafas de sol y marchad con vuestros tanques

y aviones de guerra hasta el confín del mundo.

Esperadnos a todos allí, que ya iremos a buscaros

cuando hayamos conseguido hablar con el musgo de los parques.

(O sea: iros a tomar por saco para siempre)














V

(de Victoria)









Vinieron victoriosos, vertiginosos, verdugos.

Volvieron voluptuosas vísperas, vanas.

Vencieron villanos vampiros, viles, vengativos.

Violines volaron vulnerables.



Voraces volcanes vierten vapores.

Venenos vegetales vacían vinagre.

Voltean verticales venablos,

verdades vice verdaderas.



Verraquean vituperios virulentos.

Visten vanidosos velos.

Vigilan veredas vulgares.

Vocean vientos vocingleros.

Validan verrugosos vislumbres.

Visionan viveros viperinos.

Vuelan viscerales, vergonzosos.



Vendrán vindicativos vientos.

Volverán verdes valles,

veremos volar vencejos,

versos, violetas, veranos.

¡Volveremos venturosos!

                                                           RICARDO GÓMEZ