Páginas

martes, 29 de enero de 2013

Viaje por El Salvador a través de su poesía.

Me ocurre lo mismo que con Colombia y otras naciones. Tenemos un estereotipo en la cabeza, que nos lo han ido metiendo sutilmente (o no) y ahí nos quedamos. Y dejemos claro que siempre son estereotipos negativos. Faltaría más. Es, por supuesto, una manera injusta de eludir opiniones argumentadas, de ver lo positivo que ocurre en estos lugares y minimizar lo bueno para resaltar lo conflictivo. Vivimos principalmente de titulares. No nos queremos dar cuenta de que nos roban la verdadera esencia de los pueblos. Tenemos que andar con cautela porque siembran lo malo con una crueldad infinita y unas informaciones hipócritas. Hasta que no ocurre un suceso luctuoso o molesto los ignoran. Y si eso ocurre los ponen de actualidad para criticarlos clara o veladamente. ¡Qué gran hipocresía! Y después presumen de periodismo de investigación o de periodismo independiente. Ya, ya. Están siempre al servicio de sus propios intereses, de sus particulares "derechos humanos" y miran para otro lado cuando les conviene minimizar o bien ocultar trapos sucios que les afectan a ellos o a entidades con fines comunes. Desvían la atención de lo que ocurre con ataques a los de siempre. Y no suelen divulgar la literatura, las artes o las muchas cosas buenas que poseen estos países. Hablan de democracia cuando les interesa. Países con costumbres que debemos conocer, con gentes honestas, creativas, con iniciativas ejemplares. Magníficos narradores o narradoras y poetas que tienen mucho que decir. ¡Qué asco!

Por eso, aplaudo iniciativas como la que llevo siguiendo durante algún tiempo. La editorial Visor tiene una colección de poesía muy especial: La Estafeta del Viento, que se encarga de publicar antologías de poetas de los países latinoamericanos. Yo me voy haciendo con los que puedo. Ya tengo unos cuantos volúmenes y mi visión poética de América del Sur y Centroamérica se ha agrandado considerablemente. Y mira por donde, hace unos días, rebuscando en la sección de poesía de mi librería favorita, me encontré con el volumen 12 de esta colección: Antología. La poesía del siglo XX en El Salvador. Un volumen de casi cuatrocientas páginas, cuya edición corre a cargo de Fernando Valverde y un prólogo en el que se cuenta la evolución poético-social de este país. Lo escribe con maestría y claridad Tania Pleitez Vela.Como siempre hago en la librería, lo hojeé (sí, fui leyendo poemas al azar) y me lo traje conmigo a casa. Ya con más calma, sentado cómodamente en el sillón lo fui viendo con mayor detenimiento. Eran 27 poetas: Francisco Gavidia, Raúl Contreras, Lilian Serpas, Hugo Lindo, Claribel Alegría, Roberto Armijo, Francisco Andrés Escobar, Ricardo Lindo, Roberto Laínez, Mauricio Vallejo, René Rodas, Susana Reyes, Federico Hernández Aguilar, Claudia Meyer, Claudia Lars, Alberto Guerra Trigueros, Pedro Geoffroy Rivas, Osvaldo Escobar Velado, Roque Dalton, Alfonso Quijada Urías, David Escolar Galindo, María Cristina Orantes, Carmen González Huguet, Carlos Ernesto García, Javier Alas, Jorge Galán y Roxana Méndez. De todos ellos, conscientemente, sólo había leído a dos: Claribel Alegría y Roque Dalton. Por ello, sentí enriquecerme con el libro. Había descubierto nueva poesía. Nueva para mí, claro, porque la desconocía hasta este momento.

Los hay nacidos a principios del siglo pasado y fallecidos durante esos cien años. Hay alguno que está desaparecido (Mauricio Vallejo), otro, exiliado por motivos políticos a México (Roberto Laínez) y alguien, como Roque Dalton, poeta marcado por su compromiso político, ejecutado en 1975 por compañeros del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) en el marco de una discusión ideológica. A estas alturas no se conoce la verdadera ubicación de su tumba. Con ellos están poetas nacidos en los años 60, 70 y 80. En ese año nació Claudia Meyer. Es una antología significativa y esencial para conocer la producción poética de un país que se deasangró durante muchos años y que permanece en el olvido hasta que vuelva a suceder cualquier tragedia. Es una antología que muestra la evolución de la poesía salvadoreña, que nos permite sentir el compromiso con el pueblo y contra el horror, además de la normalidad de los poetas de hoy. No olvidemos que El Salvador tiene un importantísimo Festival Internacional de Poesía, igual que Colombia (en el que yo participé emocionado) y algún país más, pero de esto no se habla. Y la antología presenta, y eso la hace importante, su compromiso con la palabra poética, o sea, con la literatura. He dicho siempre que debemos mirar con cariño y curiosidad positiva hacia América Latina en todos los aspectos. Para comprenderla, enriquecernos  culturalmente, para compartir proyectos que nos acerquen. Nunca con prepotencia o haciendo alardes estúpidos. Esos tiempos ya debían estar obsoletos por el cretinismo  de sus discursos y hechos. Y literariamente, aunque desconocida (sí, ya sé, pero hay más escritores/as que los del "boom"), lleva tiempo diciendo mucho. En narrativa, nadie lo puede dudar. Pero en poesía, al margen de los Borges, Neruda, Vallejo, Huidobro, etc. existen muchos más. He dicho antes que de esta antología solamente había leído a dos. Claribel Alegría es excepcional. Por cierto, nacida en Estelí (Nicaragua), de padre nicaragüense y madre salvadoreña.

Pero entre los veinticinco restantes hay poetas de una gran magnitud.

Mientras dejo aquí unos poemas del libro, decido viajar por El Salvador, a través de su poesía. Un viaje barato (me costó 20 euros) y que me va a permitir escuchar la palabra (y el grito, si es necesario) de los poetas que son, en muchos casos, la voz del pueblo.

ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO

CLARIBEL ALEGRÍA   (1924) 

       Arrodillada

Salí a ver el cielo.
No había astros en la noche,
gradas de sombra subían en el aire.

Todo estaba oscuro,
el silencio era de piedra y me llamaba.

Llegué hasta él,
abrí sus muros
y me encontré la luz arrodillada.
Claribel Alegría
                                                                

Anoche caminaba con el viento

Anoche caminaba con el viento,
hacia un país fantástico, sonoro,
donde la sombra es luz.

El alma tuvo miedo de seguirme
y en un rincón del mundo se escondió

Ángeles de alas anchas,
con trompetas de sueño me llamaban.

¡Cómo tiembla mi cuerpo!
Un sollozo infinito
me sacude por dentro.



ROQUE DALTON   (1935 - 1975)

Roque Dalton
Alta hora de la noche 

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi
      nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.    
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he
        muerto:                                                               
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi
        nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi
         nombre.



DAVID ESCOBAR GALINDO  (1943)

         Esquilas y vilanos

                       3

¡Cuántos tragicos males
en tu nombre se apañan, Utopía!
Y hoy resulta que al pie de los vitrales
tu ingenua calavera sonreía.

                     9
                                                                           
Dice el poeta: Existo
porque me hace morir cada vocablo.
Soy la contraparábola de Cristo:
David Escobar Galindo
nazco en la cruz y muero en el establo. 

                   35

Creo en la luz que nace
y aún más en la tiniebla que se apaga.
¡Y más que en la pasión que se deshace
creo en la inspiración que la rehaga!






ROBERTO LAÍNEZ  (1957)

     Y la palabra entonces

                   III 

Roberto Laínez
Fue la palabra, un día,
la más nueva herramienta;
un balbuceo leve,
un tímido gruñido,
una mínima avanzada en las tinieblas.                                               
Bastó una mano que se golpeara el pecho,
y un brote gutural
le distinguió en la innómina manada
y todos le imitaron
y un Nosotros surgió en distintas voces.




SUSANA REYES  (1971)

        Recuento de daños

                 VI

Podés dejar todo
pero llevate la memoria
para que el escándalo de sol
me encuentre en total transparencia
 y no deba contar a nadie del pasado,
así me evito la tentación
Susana Reyes
de recordarte y llorar
porque no cabrás en mi transparencia
y no sabré más
de cataplasmas para el dolor de alma.                                          

La memoria es la única
maleta frágil                
que no puede sufrir registros
en los aeropuertos o estaciones.

Quizá valga la pena que la llevés
tal cual
ingrávida en las bolsas,
lo demás podrá quedarse
pues sin vos perderá la trascendencia
serán objetos.