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martes, 12 de febrero de 2013

A luz das palabras (12) Beatriz Berrocal



Beatriz Berrocal
Conocí  a Beatriz Berrocal en León. Allí se presentaba la Editorial Amigos de Papel, que salía con dos  sugestivos  títulos: Oto y Oli de Asunción Carracedo y La princesa que quería escribir de Beatriz. Hoy, la editorial  ya tiene dos libros más en el mercado y vienen otros a lo largo de 2013. Compartí con ella mesa de presentación durante el acto. Yo, como padrino y Beatriz, como autora. Tengo que decir que me dejó impresionado su discurso. Corto, directo, firme, claro y crítico. Sentí, en aquel momento, la acción de un cuchillo necesario. Me encantaron sus palabras.Durante la comida posterior al acto, hablamos bastante y enseguida me di cuenta de que estaba al lado de una persona inteligente, crítica ante lo injusto, defensora de causas en las que cree, sean los derechos de la mujer, el acoso en sus más variadas formas o en cualquier actividad reivindicativa en la que pueda sentirse útil. Pero, como de literatura se trataba, ésta estaba muy dentro y sentía la pasión por escribir. Resultó un encuentro feliz. Beatriz Berrocal es una buena conversadora y no alardea de ello. Una buena señal en estos tiempos que corren. Es discreta, sensible y tiene convicciones fuertes.  Es una mujer auténtica que me caló muy hondo. Es una luchadora que tiene sueños.  Su libro, La princesa que quería escribir, es un cuento rimado con mucha miga. Pone en solfa las costumbres machistas (en este caso un rey, el padre, que podría ser cualquier padre) frente a las reivindicaciones actuales de las mujeres y los/las jóvenes ( aquí,  una princesa , que podría ser cualquier alumna mía) dispuestos a romper las convenciones sociales y familiares. Con unas preciosas ilustraciones de  Daniel Montero, Beatriz Berrocal escribió un cuento divertido, de humor, sí, mas de un humor muy crítico. Siendo para pequeños, deben leerlo los adultos. Porque es un cuento que te hace pensar y tomar parte activa en el conflicto que, muy inteligentemente, se plantea.  Así debe ser la LIJ. Nunca panfletaria, pero mojando el argumento de elementos que sirvan para la reflexión ya desde las primeras edades.  Hermosa la dedicatoria que me puso en el libro y que le agradezco enormemente:  “Para Antonio : Como esta princesa, está claro que hay que luchar por los sueños porque, a veces, se cumplen.”  Desde luego, Beatriz, así se debe enfocar una vida, dura en sí misma, que tenemos que vivir/gozar/ sufrir  y qué sería de nosotros sin la lucha y sin la conjugación del verbo soñar.
Diré que Beatriz Berrocal nació en Benavente (Zamora) y que reside en León, en donde compagina su trabajo como enfermera con la escritura. Y no es este el primer libro que publica ni mucho menos. Además de hacerlo para adultos, de su mano han salido títulos como Memorias de Tristán  Saldaña, Marioneta o Muna, todos en la Editorial Everest, para niños/as y jóvenes. Si sabes de sus libros, aprendes a conocerla. Por ejemplo, Marioneta es una novela en la que trata el acoso escolar cuando apenas se hablaba de ello.
Beatriz es una mujer solidaria con las causas que valen la pena. Como escritora y como ser humano. Literariamente ha tocado varios géneros y se encuentra, según sus propias palabras, muy a gusto escribiendo para el público infantil.
Me encanta esta afirmación leída en una entrevista: Hoy día hay libros tan bien presentados que si los niños no se interesan por ellos es culpa de los adultos que no sabemos ( o no le damos valor al libro en general, esto es cosa mía) hacérselos llegar.
Por todo ello, visita Beatriz Berrocal  Versos e aloumiños. De esta forma la conoceremos un poco más y seremos cómplices de su compromiso con las desigualdades de todo tipo y con la literatura con la que nos deleita.

Con Antonio G. Teijeiro




LA ESCRITURA Y YO

            Dice D. Antonio Gamoneda, que él escribe porque es como cuando respira, que no lo puede evitar, y, salvando las enormes distancias que, desafortunadamente para mí, nos separan, me permito identificarme con ese razonamiento, porque también en mi caso se da ese motivo, escribo porque no puedo dejar de hacerlo, y sé lo que digo, porque lo he intentado varias veces, pero no hay manera.
            Las ideas surgen a su libre albedrío, no son amigas de obedecer órdenes o de someterse a estados de ánimo que, como una montaña rusa, suban y bajen según el momento; son tozudas y se abren un hueco, sin pedir permiso, como “okupas” de la imaginación a las que no hay forma de echar. Cuando una historia surge, es mejor no pelear en su contra, la mayoría de las veces, tarde o temprano se convertirá en escrito, aunque, eso sí, aguardará el momento oportuno (a veces, el más inoportuno) para hacerlo, no vale forzar la situación, saldrá cuando y donde quiera y tomará forma en los lugares más peregrinos:  la servilleta de una cafetería,  el reverso de un billete de tren, la lista de la compra, justo al lado de “pan, leche, yogures, queso”, como si se tratase de uno más de los elementos de primera necesidad (al fin y al cabo, lo que es), y ya, mucho más modernizado, aunque menos  entrañable, en el aparato electrónico que tengamos al alcance.
            Pero tengo que decir que, aunque he tirado la toalla muchas veces, siempre he vuelto a recogerla, porque pasados momentos de desánimo, de frustración, de desilusiones o de inseguridades, lo que de verdad pesa es la ilusión, que empuja desde el fondo del pozo y explota con una fuerza imparable, brotando como si estuviese sin estrenar, desmemoriada, alegre, positiva y tenaz como ella sola.
            La escritura me ha dado tan buenos momentos y me ha enseñado tanto que me he acostumbrado a no dejar de aprender, pero a aprender cosas que no vienen en los libros, que no se estudian en los cursos de creación literaria, ni en las mejores universidades del mundo.
            He aprendido de superación diaria, de caminos en los que se conocen personas, no “gente”, no, personas que tienden manos que parecen puentes a sus vidas, a sus mundos, a sus conocimientos; he aprendido de miradas llenas de ilusión (¡otra vez la ilusión!), de participación, de sueños de esos que se sueñan despierto y que unos se cumplen y otros quedan dormidos en el desván de la memoria, junto a los besos que no dimos o las palabras que no pronunciamos. Con la escritura también aprendo cada día de mis propios errores, lo que desemboca en un afán de superación que es necesario para todas las vidas que vivimos: la vida laboral, la social, la familiar…
            Además, sin quererlo, la escritura es una especie de chequeo interno: si me encuentro fuerte escribo con firmeza, si estoy más sensible se me arrima la poesía por más que yo la rehúya para no exponerme demasiado; si estoy enfadada me calma y cuanto más triste me siento, más necesito escribir relatos de humor. A veces creo que debería de estar cubierta por  la Seguridad Social como una terapia más : “ escriba usted tres líneas cada ocho horas, durante una semana, y no lo deje aunque le parezca que ya se encuentra mejor,  es una terapia que crea hábito y  dependencia, pero tranquilo, son hábitos saludables”.
¡Malos tiempos para incluir nuevas coberturas en la Seguridad Social!
Entre los sueños que ya se han hecho realidad hay títulos tan diferentes como los momentos en los que los escribí. Hay textos infantiles, de esos que se leen con mimos, entre beso y beso, con el pequeño oyente sentado en el regazo (no hay lugar más confortable en la niñez), con sus ojitos muy abiertos y metido en la historia como si la estuviese viviendo. Hay también textos para esas edades que se catalogan como “difíciles”, pero que en realidad, son maravillosas e imprescindibles para ser personas, esa adolescencia que se nos olvida tan pronto, pero que todos vivimos.
En la mesa con Asun y Antonio
            También hay novelas, algunas de humor que me hicieron reír mientras las escribía y solo por eso merecieron la pena; otras serias, hasta muy serias, porque hay temas que no admiten sonrisas. Últimamente, me ronda persuasiva la poesía, y aunque me hago la remolona porque le tengo mucho miedo (o respeto), es insistente y yo… me dejo querer, solo amparada en la esperanza de que el cariño que le pongo y la ternura que me inspira, suplan todo lo que no sé, pero que confío en ir aprendiendo. Me he dado cuenta de que mientras continúe aprendiendo, sigo viva, el “plan B” (no seguir viva), como que no me atrae mucho, la verdad.
            Y, además, escribiendo se aprende hasta de informática, no queda otro remedio, así que aprovecho y dejo aquí las direcciones de esos sitios “virtuales” que tienen las puertas abiertas para todo el que quiera darse una vuelta por ellos:
            La web: www.beatrizberrocal.es
            Y  el blog: www.comolavidamisma-beatriz.blogspot.com
            Gracias por leerme.
            Y gracias, Antonio. Los “grandes”, si también son grandes por dentro, que es lo que de verdad cuenta, se vuelven cada vez más sencillos.
Es tu caso.
Gracias por contar conmigo y por la cercanía que desprendes.



    
 
  DOS POEMAS




DOÑA PERFUMITOS


                                 Doña "Perfumitos":
                                 de nariz pequeña    
                                 pero muy sensible, 
                                 entra en la bañera   
                                 de agua de jengibre

                                 
                                    Perfuma la ropa,           
                                  y ¡ojo!, porque si te pilla  
                                  hasta en la sopa              
                                  te pone unas gotas        
                                  de agua de vainilla.        

                                 Cremitas de oriente
                                 que vienen y van    
                                 envueltas en seda    
                                 y aceite de argán.    
                                

                                Aromas de coco        
                              de fresa o manzana   
                                que llenan la casa  
                                desde la mañana   
                             

                                Doña "Perfumitos" 
                                huele a primavera  
                                a niño pequeño,      
                                a huella en la arena.






“MAMÁ: ¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?”



-Mamá, y tú ¿qué quieres ser de mayor?-
pregunta el niño mirando
la tarta de cumpleaños
y abriendo el regalo mejor.

Detiene un momento la fiesta
la madre muy sorprendida
mientras el niño la mira
y ella piensa la repuesta.

-Anda, di- dice el pequeño-
Yo quiero ser marinero
y subido en un velero
veré cumplido mi sueño.

También puedo ser un piloto,
llevar muy alto mi avión,
conducir un gran camión,
o ser policía con moto.


Dime, mamá, por favor,
¿no has pensado todavía
qué vas a ser algún día
cuando crezcas como yo?

-Claro que sí, corazón-
dice ella apresurada
con la voz entrecortada
al sentir tanta emoción.

-Verás lo que tengo pensado
para cuando haya crecido,
es lo que se me ha ocurrido
para estar siempre a tu lado:

Seré grumete obediente
cuando vayas en tu barco,
el mar me parecerá un charco
porque seré muy valiente.

Seré nube de algodón
si llegas cerca del cielo
y así protegeré el vuelo
cuando pilotes tu avión.        
También puedo ser el camino,
la autopista o el sendero,
para guiarte ligero
con tu camión al destino.                                    

Y si eres un buen policía
seré sombra en tus talones,
deteniendo a los ladrones
que un castigo merecían.                                                 

El niño le da un abrazo
mientras la mira asombrado
y se queda acurrucado,
sentadito en su regazo.                                               

-¿Y si soy profesor?
-Yo, libro- contesta rápida ella.
-¿Y en caso de ser estrella?
-Entonces sería el sol.                                                        

Te daría mi calor,
la luz de cada mañana,
mis rayos a tu ventana
 llenarían  de color.
                                                            
-¿Sabes, mamá, lo mejor?
Escúchame bien atenta:
acabo de darme cuenta
de que tú ya eres mi sol.




                                
Beatriz, Salva, Eugenio, Asun, Daniel, Antonio y Susi